Capítulo 11

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Años después...

Rhaella.

Me encontraba luchando contra Sir Criston y iba ganando por mucho. Lo tumbe en la tierra por séptima vez.

—Así niños es como se derriba a un rival —recalque.

Mis hermanos y sobrinos me miraban sorprendidos. Todos corrieron rápidamente a buscar sus espadas y evite sonreír al verlos intentar imitar mis movimientos a la hora de pelear.

Ayude a Sir Criston levantarse.

—Buen entrenamiento, princesa —felicito.

Asentí con mi vista fija en los niños.

Aegon era el mayor y a quién más le había enseñado a pelear.

—Aegon —lo llamé—. Pelearás con Sir Criston.

Aegon sonrió asintiendo y ambos se pusieron en posición. La pelea comenzó y Sir Criston solo atacaba mientras Aegon se defendía sin devolverle los golpes.

Al principió no entendía el porqué cuando me di cuenta de que Sir Criston se estaba cansado y Aegon aprovechó aquello para derrotarlo con más facilidad.

Una sonrisa curvó mis labios.

—Ha mejorado bastante, príncipe —masculló Sir Criston.

—Aprendí de la mejor —respondió Aegon mirándome con una grata sonrisa.

Ambos dejaron las espadas y me acerqué a los pequeños.

—Haremos algo distinto con ustedes. Aún deben aprender a defenderse por ello pelearán los tres.

Lucerys abre los ojos sorprendido.

—¿Los tres? —preguntó, asentí.

—No tenemos todo el día. Andando —ordené y ellos obedecen de inmediato.

Se posicionan y cuando les indicó que comiencen la pelea se vuelve interesante. Todos contra todos intentando defenderse y buscando ganar a toda costa sin importarles lo mucho que estaban cansando a sus cuerpos dando golpes sin parar y sin sentido alguno.

Minutos más tardé los tres se detienen al acabar exhaustos.

Suspiré acercándome a ellos.

—Una de las cosas que deben saber antes de pelear es que si se cansan no podrán lograr nada. Dar golpes sin sentido no sirve de nada, deben dar golpes precisos —indiqué con dureza—. Lo único que deben pensar al comenzar una pelea es en acabar a la otra persona. Lastimarlo tanto que no pueda levantarse y una vez esté indefenso pueden golpearlo sin sentido si así lo desean.

Aemond, Jacaerys y Lucerys eran aún pequeños pero ellos debían aprender a defenderse. Por esa razón me encargo personalmente de sus entrenamientos.

—Ahora largo. Descansen y mañana a primera hora los quiero de nuevo aquí y más les vale a ustedes tres que no vuelva a suceder lo de ahora —advertí mirando a los más pequeños.

Ellos asintieron rápidamente antes de irse y me giré a Aegon y Sir Criston.

—Lo hiciste bien —enuncié, él sonrió emocionado—. Pero pudiste haberlo hecho mucho mejor.

Su sonrisa se desvaneció y tragó grueso antes de asentir.

Aegon sería un gran guerrero pero si no le exigía él creara que podrá comerse el mundo al alagarlo tanto.

Acomode mi daga favorita en mi cintura y me marché. Había acabado con ellos por hoy y ahora me tocaba ir con mis pequeños y mi grandulón.

Llegué a sus fosas y ellos se encontraban aburridos encadenados. La rabia me consumió al ver a mis hijos encadenados.

La casa del Dragón [La Princesa Roja] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora