Capítulo 3

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La heredera.

Rhaenyra.

Habían pasado días desde la muerte de mi madre y mi padre se aisló completamente de Rhaella y de mí.

Rhaella se encontraba peor, ella no hablaba, no miraba y no quería saber nada de nadie. Su forma de desahogarse era su entrenamiento.

Me preocupaba pero cada vez que me acercaba ella terminaba alejándome.

Mientras tanto Daemon siempre estaba con ella a su lado, no importa en que lugar se encontrarán siempre estaban juntos.

Era un tanto estresante para mí verlos siempre juntos.

—Rhaenyra —me llama Alicent—. Ven vamos a tomar un poco de aire.

Asentí antes de irme con ella.

Salimos afuera y nos encontramos con Rhaella quién estaba llegando con Diamond, su dragón. Diamond daba miedo por donde lo mires, era completamente negro con pequeñas partes color rojo en su piel y sus ojos eran increíblemente rojos. Era todo un salvaje y la única que podía domarlo era Rhaella.

Ella se baja de él y le dice algo antes de que se acercará a nosotras.

—Princesa, que buena verla de nuevo —dice Alicent.

Rhaella la mira.

—Me gustaría decir lo mismo —responde ella antes de pasar por mí lado y irse.

Reí con Alicent. Rhaella siempre ha sido así que sus palabras hirientes son parte de nuestro día a día.

Rhaella.

Un golpe tras otro en la misma dirección siempre, mis nudillos se encontraban sangrando pero yo continuaba golpeado aquella bolsa de sacó descargando toda mi irá en ella.

Alguien me aparta de la bolsa fuertemente y quiero golpearlo hasta que veo que se trata de Daemon.

—¿Qué demonios te sucede? —preguntó molesto, mirando mis nudillos.

Suspiré frustrada.

—¿A ti que carajos te importa? —dije a la defensiva.

Me mira mal.

—Cuida ese vocabulario jovencita, no olvides que tienes a un príncipe delante.

Reí.

—¿El príncipe canalla? ¿O el mismo príncipe que llamó el rey por un día a mi hermano?

Sus ojos se oscurecen antes de acercarse.

—No vayas por ese lado, Rhaella, porque tú estabas junto a mí mientras lo decía.

—Sí no hubiera estaba tan ebria te hubiera cortado la cabeza en ese instante.

—No te preocupes, tu padre se encargó de que no me veas por un largo tiempo.

Entonces recordé que Daemon ahora debe irse del reino.

Daemon tomó mis manos y acarició mis nudillos lastimados. Los acercó a su rostro y dejó un casto beso en ellos.

—Entiendo como te sientes, Rhaella. Tienes tanto enojó y furia dentro de ti que no sabes cómo sacarlo —me dice comprensivo— Pero lastimarte no es una opción.

No dije nada, permanecí callada.

—Ven, quiero mostrarte algo —dijo antes de comenzar a caminar.

Mi curiosidad se amplió cuando llegamos a la fosa de dragones. Nos estábamos dirigiendo a un lugar que no había visto jamás dentro de la fosa y se encontraba un tanto oculta.

La casa del Dragón [La Princesa Roja] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora