Capítulo 18

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Maratón 1/3

Rhaella.

Me encontraba caminando por los pasillos del castillo concentrada en mis folletos.

—Hermana —escuchó la voz alejada de Aemond.

Me detuve y volteé para encontrarme con mi hermano. Su altura comparada a la mía era notoria. Me sacaba tres cabezas.

—Mi príncipe —llamé, con una pequeña mueca—. Dime.

—Estoy preocupado por Aegon. Lleva días sin regresar a dormir —informó Aemond.

Lo miré curiosa.

—Estipulan haberlo visto en varias ocasiones en el prostíbulo del reino —confesó Aemond.

—Encárgate de que los rumores dejen de esparcirse. No es apropiado que se divulguen chismes del príncipe de la corona.

Aemond asintió.

—Habla con él. Me preocupa su estado, por favor no le digas que te lo dije —suplicó Aemond.

Evite mostrar mi pequeña sonrisa y asentí. Ambos por más que se detestaban siempre se preocupan mutuamente.

—Yo me encargó.

Ese príncipe borracho solo me causaba cada vez más problemas.

Horas más tardé Alicent había conversado conmigo alegremente informándome sobre el estado de mi padre.

Se encontraba completamente consciente.

Después de años en los que apenas podía formular una palabra se encontraba consciente.

Su primera petición fue hablar conmigo y ahora mismo me encontraba yendo hacia su habitación.

Los guardias me abren las puertas e ingreso. Suelto un leve suspiro para calmar mis nervios antes de avanzar hacia él.

Apenas me vio su rostro se iluminó. Cuando creí me llamaría Aemma dijo:

—La dulce luz de mis ojos, Rhaella.

Escucharlo llamarme por mi nombre después de no haberlo hecho por años se sintió tan bien.

—Viserys... —me acerqué a él y me acomode a su lado tomando su mano, le dio un leve apretón con sus pocas fuerzas—. Me alegra que me hayas reconocido.

—¿Cómo podría olvidar los ojos que me guían a la luz? —indagó antes de regalarme una sonrisa débil—. Te ves mucho más hermosa desde la última vez que te vi.

—Han pasado años desde la última vez que me viste, lucido —confesé.

—¿A qué te refieres?

—Tan solo ayer me llamabas como a mi madre.

Viserys entre abre los ojos sorprendido.

—Oh... No lo recuerdo, mi luz.

Le di una sonrisa débil.

—Lo sé, no te preocupes, sé que no fue tu intención —aclaré, sobando su mano.

Me mira a los ojos débil, y con todo el pesar del mundo me dice:

—Me queda poco tiempo, hija mía. Lo sabes, lo sé y todos lo saben. Lo último que quiero antes de irme es a mi familia.

Asentí varias veces intentando que las lágrimas no salgan ahora.

Me ponía sensible el imaginar que mi padre tal vez un día ya no resista.

—Lo sé, lo sé... —susurré entre sollozos—. Pero no ahora. No te rindas ahora.

La casa del Dragón [La Princesa Roja] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora