Obligaciones de princesa 13

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OBLIGACIONES DE PRINCESA

De Siddharta Creed

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Capítulo 13

La rutina de los técnicos corría con normalidad, se acercaba su hora de comida y todos apuraban sus deberes para salir a tiempo.

Anthon tecleaba códigos de programación con suma destreza, ajeno al bullicio que solían hacer sus compañeros de trabajo, siempre sucedía igual cuando se enfocaba en algo que le apasionaba.

A pesar de su mala opinión sobre el imperio saiyajin, no podía negar que su experiencia como personal del imperio le resultaba demasiado agradable, tanto, que le dolía tener que dejarlo pronto.

—Necesito que despejen la salida—escuchó detrás de él.

—¿Qué? —giró molesto, se suponía que otro grupo se encargaba de la nave que bloqueaba la salida de uno de los hangares. Giró con intenciones de reclamar que no era su responsabilidad, pero se congeló al ver el dueño de la voz.

—Su alteza —se acercó uno de los técnicos de mayor rango—. Se le han desmontado los cilindros gravitacionales por una falla, tardará poco menos de un cuarto del día terminar de repararlo. Lo siento, la grúa no mueve naves de esas dimensiones —finalizó haciendo una reverencia.

—¿Y por qué no la reparan donde corresponde? —preguntó con cara de fastidio.

—Ya estaba por salir al espacio cuando se le desprendió una pieza de desplazamiento, tuvimos que desmontarlo para reparar el daño. Nos fue imposible moverla, su alteza —hizo una segunda reverencia.

—Deberíamos moverla para que no estorbe —opinó Kazam, miembro del escuadrón del príncipe.

El heredero asintió. —¿Algún problema? —preguntó a los técnicos, deteniendo la mirada unos pocos segundos sobre Anthon, reconociendo que nunca antes lo había visto, cosa que no le sorprendió, pues estaba al tanto de que muchos jóvenes entusiastas, acudían a su planeta para aprender y tener un pago nada despreciable por su servicio, además de una codiciada certificación.

Anthon continuaba congelado, avergonzado de su actitud tan cobarde. Ese era el tipo que se había atrevido a secuestrar y abusar a Pan, el tipo al que esperaba aplastar como a un gusano, no podía actuar como un idiota frente a él.

«Es por la sorpresa, no esperaba tenerlo de frente».

Lo vio hablar con los miembros de su escuadrón, pareciéndole más alto de lo que imaginaba, tal vez porque el traje que portaba lo hacía ver más imponente.

Sus miradas se cruzaron cuando el príncipe retornó su atención al técnico en jefe.

—Nosotros la moveremos, si no hay inconveniente —dijo al hombrecillo de color azul.

—Para nada, al contrario, su alteza.

—Bien, a despejar el camino —dijo otro saijayin con entusiasmo, caminando los seis integrantes del temido escuadrón, para colocarse en diferentes ángulos de la enorme nave de carga.

Todos siguieron las instrucciones del heredero, quien antes de levantar la nave junto con su escuadrón, pidió al resto de los presentes que se alejaran para no resultar accidentados.

—Lo siento mucho, su alteza —corrió hacia ellos el piloto de la nave de paquetería, haciendo una escandalosa reverencia.

—Tienes suerte de haberlo descubierto antes de salir al espacio —opinó el príncipe con una tenue sonrisa, para luego unirse a su escuadrón, subiendo cada uno a su respectiva nave.

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