IV

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Lifehouse - Blind

Mara se sentía acalorada porque esperó a que él se durmiera y salió a escondidas por la puerta trasera de la casa para ir a su primera noche de trabajo en el bar. Encontró un autobús rápido y se cambió al llegar, sin mucha piel que tapar con ese top tan ajustado, muchos ojos comenzaron a observarla por su rostro agraciado, su larga melena y su cuerpo deseable, pero ella no prestaba atención a las miradas lujuriosas y de excitación de los tipos de alrededor, trataba de enfocarse en su labor y no se percataba de ello.

—Amiga, tranquila, ya has tirado dos bebidas. ¡Deja de ir de un lado a otro tan rápido!

—No lo puedo evitar, por suerte no se despertó cuando salía, pero, ¿y si va por algo a la cocina?

—¿Ya estás echando de menos tu soltería? —dijo irónico Don Pedro cuando apareció en la barra arreglándose el nudo de la corbata.

—Sí, porque ella siente que si su esposo se entera de que está aquí tendría que desaparecer de repente de la faz de la Tierra —contestó Silvia a su jefe.

—¿Tu marido no sabe que trabajas en un bar? —se dirigió Don Pedro a Mara.

—No, no se lo he dicho —respondió la aludida—. Y no quiero hacerlo, no por ahora.

—Y así es como cada una de las mujeres que trabajan para mí terminan metiéndose en problemas —soltó el mayor mientras se marchaba y le iba dando sorbos a su copa.

Mara se tensó más, pues el comentario de Don Pedro era muy acertado.

—Hoy no se enterará. —Fue el consuelo que le brindó Silvia mientras limpiaban unos vasos y servían algunas cervezas detrás de la barra.

Cuando por fin terminó el horario laboral y pudieron salir de allí, aún no amanecía y las calles estaban oscuras. Demonios, pensó.

—Si llamo un taxi me saldrá por un ojo de la cara —se quejó.

—¿Y cuál es tu plan? —preguntó Silvia junto a ella—. ¿Te vienes a mi casa?

—¡No! Tengo que volver antes de que Devan se levante, he notado que tiene el sueño pesado, pero evidentemente tengo que estar ahí antes de que salga el sol.

—¿Te irás a pie?

—Bueno, haré esto, pediré un taxi que me acerque a casa lo máximo que me permita el bolsillo, luego caminaré un poco, pero tú vete ya, te ves muy cansada. Silvia asintió y se despidió.

Mara se sentó en el borde de la acera mientras pedía un taxi por el móvil, tenía la sensación de que debía irse rápido de allí para evitar algo malo y el hecho fue que lo confirmó cuando alguien se sentó a su lado y le rozó la pierna con sus dedos.

—Eh, preciosa, ¿qué haces aquí tan solita?

Mara se levantó con rapidez y casi cierra los ojos pesadamente cuando notó que eran un grupo de cinco hombres.

—El conductor de mi taxi ya va a llegar —dijo asustada, pero uno de los tipos la sujetó de la muñeca con fuerza y comenzó a jalarla hacia un estrecho callejón que quedaba detrás del bar. A Mara comenzaron a sudarle las palmas ante la intención de esos hombres y se encogió contra una pared—, ¡déjenme en paz o grito hasta que alguien llegue! —exclamó consternada, queriendo salir corriendo por ayuda, pero dos brazos la inmovilizaron de inmediato mientras ella con esfuerzo lanzaba patadas—. ¡Suéltenme, desgraciados! ¡No soy una puta! ¡Si me tocan pagarán por esta mierda!

—Ojalá la chupe mejor de lo que golpea —se burló uno de ellos, haciendo que todos sonrieran grandemente.

—¡Qué me suelten ahora mismo! ¡Los denunciaré y acabarán en la cárcel, pedazos de mierdas!

Alianza y poder ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora