XV

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Cuando Mara llegó a la oficina su supervisor salió del despacho, chasqueó los dedos y dijo:

—Emilie, te esperan en Recursos Humanos.

—Enseguida voy, señor Abraham. —Empezó a caminar con la mirada fija y expresión alerta. ¿Para qué la esperaban en ese departamento? No era día de pago, ¿o sí?

Al entrar en ese piso intentó sonreír, pero tenía la boca seca, no sabía por qué estaba tan nerviosa.

—Soy Emilie Harper —anunció en la puerta de la oficina, la mujer tras el escritorio miró un papel y marcó una casilla de inmediato.

—Pase, por favor. Siéntese y cierre la puerta.

—¿Hay algún problema?

—Puede entrar y averiguarlo, ¿no cree? —dijo groseramente la jefa de Recursos Humanos.

Mara se mostró levemente irritada, pero la mujer la ignoró como si ella no fuese más que una insignificante molestia que había interrumpido en su perfecto mundo. Se tragó las ganas de responderle y se sentó, no era momento para discutir.

—Ya no apareces en el sistema.

—¿Por qué si yo trabajo en esta empresa?

—Porque estás despedida —dijo tajante.

—¿Cómo? —Mara la miró sin comprender—. ¿Ya no soy la asistente del señor García? ¿Quién lo decidió? Debe haber un error.

—Comenzaré a preparar su liquidación, esta incluye sólo el pago de este mes, sin ningún otro beneficio, porque el despido es por una causa justificada de negligencia grave, pero si cree que la causa del despido fue injusta o violó las reglas del contrato puede reclamar y poner una queja al respecto.

—Debo hablar con mi jefe...

—Ex jefe.

A Mara la sorprendió la determinación de la mujer.

—Pero yo no recibí ninguna notificación previa, eso es ilegal, las leyes me protegen.

—Saber algo de leyes laborales no te ayudará a quedarte aquí. —Parecía disfrutar decirle eso—. Soy la jefa de Recursos Humanos y la orden vino directamente de tu supervisor de piso.

Mara negó. No podía quedarse sin empleo. Tenía que ser por el problema que tuvo con la verdadera Emilie, por supuesto. En la empresa estaban felices con el trabajo que venía desempeñando; sin embargo, ella tenía influjo suficiente como para hacer que la despidieran.

—Ponga mi liquidación en espera —sugirió—. Si hablar con mi jefe no funciona, vendré a buscarla.

Mara, ansiosa por hablar con el señor García, corrió a buscarlo; no lo encontró puesto que había salido a una reunión con unos clientes, así que fue a encarar al supervisor. El rumor de su despido ya se estaba corriendo por toda la empresa porque algunos compañeros le dijeron: «lo siento», «que pena», «fue bueno conocerte»; pero Mara no se detuvo.

—¿Qué quieres? —le preguntó el hombre cuando ella visitó su oficina.

—Que me dé una explicación.

—Estoy realmente molesto con usted. Sea breve o haré que la echen de la empresa...

Antes de que él pudiera continuar, Mara se acercó rápidamente y puso las manos en el escritorio de Abraham Tomson.

—¿Usted está molesto? ¡Está despidiendo a alguien sin ninguna explicación! Creí que usted era un hombre serio.

El supervisor apoyó la espalda contra la silla, cruzó los brazos y se metió los dedos bajo las axilas del traje gris que llevaba puesto.

Alianza y poder ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora