VIII

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Love The Way You Lie - Eminem ft. Rihanna

Él meneó la cabeza lentamente. Ella nunca había visto a un hombre tan confundido.

—Esto no está bien.

—¿Perdón?

—No somos un matrimonio real, así que no volveré a besarte.

—¿De qué estás hablando? Por supuesto que nos casamos de verdad.

—No. Fue un acuerdo entre mi abuelo y tu madre.

—Que tú aceptaste.

—Desde el principio te dije cómo iban a ser las cosas, sin preguntas, sin ataduras, y te aseguro que no tengo ni la más mínima intención de cambiar de idea.

—Entiendo.

—Bien.

Las palabras de él la volvieron a enfadar.

—Bueno, pues ya que es un juego, sal de aquí. Yo no te pedí que me besaras, ni siquiera sé por qué lo hiciste y te aseguro que no se repetirá.

—Yo sí sé por qué lo hice, no puedo ignorar mis obligaciones como esposo.

Devan la recorrió lentamente con la mirada, Mara sintió que su pecho ardía y que esa insinuación la enfadaba lo suficiente como para abofetearlo.

—¿Estás refiriéndote a sexo?

La comisura de esa boca masculina se curvó en una sonrisa y ella le dirigió una mirada desdeñosa.

—Por supuesto que me refiero a sexo, ¿o te mantendrás célibe durante el tiempo que dure esto? Vivimos en un lugar pequeño, estamos legalmente casados y es natural que tarde o temprano echemos un polvo.

—Entonces, esto para ti es como un trabajo, esperas que actúe como la esposa perfecta, que haga las tareas domésticas y que «eche polvos» contigo cuando te provoque. No sabes nada sobre relaciones reales, ¿verdad? Qué pena me das.

La observaba fijamente, con mechones de cabello pegados a su frente y con sus grandes ojos negros que transmitían una fuerza retadora apabullante, se preguntó cuándo había sido la última vez que había estado tan excitado... no lo recordaba, no solía involucrarse demasiado con nadie. Salió del baño sin responder, esa chica lo estaba volviendo loco, cosa que lo enfurecía, pocos eran los que le mentían y no recibían su castigo. Sólo para comprobar, y digamos que, para medir qué tanto le gustaba y si su aparente molestia e indiferencia eran reales, la había besado. El aire se tornó denso y los envolvió en una burbuja que pudo haber corrompido hasta al ser más puro. No imaginó sentir tanto, obviamente, pero esa mujer tenía algo que lo empujaba por más.

La mañana siguiente nuevamente lo descolocó. Ella tomó la iniciativa y preparaba el desayuno, para nada intimidada con el hecho de la noche anterior, se veía totalmente cómoda, moviéndose de aquí para allá. Devan se sentó a esperar, contenía el aliento, no encontraba una explicación... hasta que Mara se giró y lo miró.

—Rei... —Se corrigió antes de que ella le lanzara el plato a la cabeza—. Emilie, ¿qué demonios haces?

Ella parpadeó hacia lo que había puesto en la mesa.

—Alimento a mi marido.

Devan rechinó los dientes. ¿Le estaba tomando el pelo? Su insolencia lo perturbaba, maldición. Ladeó la cabeza y la miró inquisitivo.

—¿Será... que piensas envenenarme? ¿Es eso? —Se levantó con intención de alejarse del curioso desayuno que tenía frente a él.

—No —lo cortó—. Siéntate, comerás. Anoche expresaste que querías que cumpliera con mi papel de esposa y con todo lo que ello implica. Mi comida no te matará, sé cocinar desde que tenía doce, lo único que pretendo es que desayunemos juntos, el convivir diario ya se me hace muy incómodo y no quiero que esta situación se ponga peor.

Alianza y poder ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora