Emilie nunca olvidó el consejo que le dio su abuelo paterno: «Conoce a tu enemigo y saldrás vencedor en la batalla». La orden era que se mantuviera alejada del juego, pero contrario a los deseos de su madre, planeaba conocer a Mara y desobedecer a Marcela. Y es que Emilie pensaba que esa mujercita podría resultar peligrosa, aquel banquete al que habían asistido le sirvió para concluir que Emerson se había fijado en ella.
Tomó un profundo respiro, sabía que con sólo una llamada se enteraría de la información que necesitaba, pero debía ser cautelosa. Teniéndolo claro marcó el número para terminar con la incertidumbre de una vez por todas. Al segundo timbre una voz le regaló un cordial saludo, fue imposible no sonreír, la hipocresía siempre fue su plato favorito. Estaba convencida de que aquel abogado le diría todo lo que quería saber, la había tratado de conquistar durante años, por eso mismo siempre le era de utilidad.
—Emilie, ¿cómo estás? —preguntó con una sonrisa, luego se quedó callado un instante, las inusuales llamadas de ella lo desconcertaban.
—Mauricio, querido, acudo a ti por una respuesta. ¿Tienes lo que te pedí? —habló directa, los rodeos le robaban tiempo. El hombre se saltó el protocolo de preguntarle por sus padres y clavó los ojos en la pantalla que tenía sobre el escritorio.
—¿Para qué necesitas esa información? —curioseó, una mueca pintó los labios de Emilie ante el recelo del hombre, su actitud le fastidiaba.
—Es de interés personal, si me ayudas podré encargarme del tema lo antes posible —mencionó con simpleza—, ¿qué pasa? ¿Olvidaste con quién estás hablado? ¿No me ayudarás? —tiró impaciente en una advertencia disfrazada de broma.
Él carraspeó incómodo, recordando que los miembros de la familia Leister eran problemáticos, sobretodo la preciosa Emilie. Sus ojos permanecieron en la información que ella le había solicitado, el expediente estaba frente a él, pero le preocupaba lo que fuera hacer con aquello. Escribió el email con el resumen de lo que había encontrado, todo estaba especificado allí. «Quiero saber en qué empresa trabaja la esposa de Devan Harper». El mensaje había sido claro.
—No, no, por supuesto que te ayudaré. La empresa se dedica a la venta de repuestos y autos usados, conocidos popularmente como "El Amazon de los autos", es algo impresionante —prosiguió enviando el correo—. Ella trabaja allí, es la asistente personal del dueño, aunque son dos socios, pero Nicholas García lleva las riendas.
—Negocia con esa empresa, quiero algunas acciones, pero has que ella esté a cargo de esa negociación.
—Será mucho dinero —comentó tratando de frenar las cosas—. Comprarle acciones a Corporación Delawere se trata de una cifra considerable, no de una simple transacción, no pasará desapercibido.
—No seas impertinente, Mauricio —dijo sin amilanarse—. ¿Desde cuándo le tienes miedo a los estados de cuenta? Eso sí, nadie del Grupo Leister debe enterarse, en especial mis padres. Confío en ti, sé bien que puedes hacerlo.
—Tendré que pedirte algo grande a cambio... —concluyó con mala intención. Emilie asintió, comprendiendo , prometió que pronto se verían, siendo consciente de lo que él quería: acostarse con ella.
—Te devolveré el favor, Mauricio —asuguró—. Compraré tu silencio si logras hacerme socia de Corporación Delawere.
Pero ella mentía. Su objetivo estaba profundamente arraigado con la obsesión que sentía por Emerson, así qué, ella diría cualquier cosa para envolver al abogado de la empresa de sus padres: mensajes tentadores, voz provocativa, coquetería mordaz. Emilie sabía que podía conseguir favores haciendo promesas con su cuerpo que nunca cumpliría. Lo siento, Mau, baboso, imbécil, pero no eres lo suficientemente hombre como para tocarme.
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Alianza y poder ©
RomanceDevan tiene muy mala reputación, es un hombre solitario y no le demuestra sus sentimientos a nadie. Mara nació en una familia sencilla, se quedó sin dinero y su hijo está en el hospital. La urgencia por salvar al niño la llevó a considerar un matri...