XVI

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👑 DEVAN 👑

Abrió mucho los ojos al verlo. Durante un segundo, sintió un pánico total. 

¿Qué haría? ¿Por qué no se movía? 

Luego enfocó la mirada y distinguió la diminuta silueta. Estaba en un cuarto con paredes blancas, conectado a varios cables. En su confusión, pensó que debía resolver el problema él mismo, por eso se encontraba en el hospital Saint Joseph.

Pero verlo así... Ese cuarto era muy pequeño y no tenía ni una ventana. No había equipos médicos innovadores, sólo una máquina que medía sus signos vitales. El colchón en el que estaba tumbado era fino, tenía una sábana de carritos algo descolorida.

Le volvieron las palabras de Jack: «No se ve bien, la atención no es terrible, pero tampoco de primera».

Intentó acercarse y al momento tuvo que cerrar los ojos, abrumado por el peso que sintió en el pecho, como la presión de un ahogo.

—Sólo duerme, pero su condición es delicada.

Esta vez se giró hacia la voz áspera que le hablaba. El doctor Fineman estaba parado detrás de él, con los brazos cruzados sobre su pecho y lo miraba con los ojos entrecerrados. Era el responsable del caso, lo había buscado al llegar.

—Debemos operarlo pronto —continuó.

El niño tenía puesto un pijama azul cubierto de planetas y justo a su lado un globo de cohete flotaba en la esquina derecha de la habitación. A la luz blanca del bombillo que estaba en el techo pudo apreciar que tenía el pelo del color del azabache, inmediatamente pensó en su esposa, ella tenía una melena castaña clara. Meneó la cabeza en sentido negativo, seguro lo había heredado del padre. Alargó la mano para tocarle el pelo, pero en el último momento se arrepintió y se apartó un poco.

—¿Ya conoce el monto de la cirugía? —preguntó el doctor, y lo miró a los ojos—. Es una suma considerable.

—Sí —contestó, y sintió que el hombre lo escaneaba de arriba abajo, su mirada se trabó en el Rolex que Devan llevaba en la muñeca—, ¿podemos hablar en otro lugar? —preguntó, y el doctor Fineman no se lo discutió.

Ahora tenía muchas preguntas. Se puso en marcha y fue hasta la puerta, abriéndola. El doctor lo siguió, pensando que nadie más que ese sujeto podría salvar al niño.

—Por aquí estuvo su esposa ayer —comentó Fineman—. Y también su suegra.

—¿Mi suegra? —Eso lo sorprendió, pero luego recordó que Mara no era hija de Marcela y se recompuso—. Ah, sí, seguro trajo comida.

—Siempre trae un poco de pan, también algunas frutas. El niño se lo come todo. Hace lo que puede por su nieto.

Devan apartó la mirada.

—No pasarán más trabajo —aseguró mientras recorrían los pasillos en búsqueda del consultorio del doctor—. Yo me encargaré de ahora en adelante.

Poca comida, habitación deprimente, una operación costosa: esos eran los hechos. Se dio cuenta de lo humildes que eran; era por eso que ella quería tan urgentemente un trabajo. Necesitaba reunir el dinero de la cirugía. Quería decir, en esencia, que estaba desesperada.

Por eso entró en su vida, esa mujer se vio obligada. Eso también era un hecho.

Le resultó particularmente irritante saber que había un niño delicado de salud involucrado en la mentira. Si Mara no le había contado nada hasta ahora sólo podía ser porque la tenían amenazada, o algo mucho peor. Devan tragó saliva, por un momento se sintió mal por ella. Necesitaba mucho dinero en un tiempo muy breve.

Alianza y poder ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora