XII

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Rita Ora - Grateful

Dentro de la camioneta y totalmente encerrados seguían sin hablarse. Devan le mandó rápidamente un mensaje a Jack y le pidió que enviara a algunos hombres para que pronto se encargaran de la escena en la bodega del bar. El silencio era eterno, él estaba tan tenso que se sentía muy irritado. Estaba por encender la radio cuando de repente ella habló:

—Si tu intención es regañarme al llegar, quiero que sepas que perderás el tiempo —dijo en voz baja—. No voy a disculparme de nuevo porque lo que pasó no es mi culpa.

—Ah, no es como que me importe, ambos sabemos que no hay veracidad en tus palabras —contestó fríamente—. Tú sin duda alguna no aprendes.

—No. —Hizo un pequeño sonido de angustia—. Y ya déjame en paz, no me importaría morir si así evito otra estúpida discusión.

Apretó las manos en el volante e inmediatamente frenó con brusquedad y ahí en medio de la carretera se giró para verla con enojo, ella intentó bajarse, pero la mano de Devan se cerró con determinación en su brazo.

—No, bueno, si lo que quieres es morir o algo parecido, te ayudaré a adelantar el proceso, ahí tienes un puente bien alto, podrías tirarte de él sin más.

—¿Acabas de insinuar que me suicide? ¡Eres un grosero! ¿Qué te pasa?

—A mí nada, eres tú la que tiene el atrevimiento de volver a ese lugar luego de lo que te hicieron —le recordó soltándola—, no puedes sólo agradecerme por haber llegado a tiempo, ¿verdad? —Alzó una ceja y Mara abrió la boca y la volvió a cerrar sin tener mucho por decir, porque claramente él tenía razón.

Por un momento ninguno de los dos dijo algo más, él realmente se preguntaba qué era lo que estaba haciendo. ¿Por qué se encontraba perdiendo el tiempo con una mujer así? ¿Acaso no tenía cosas más importantes que hacer, cosas como manejar una valiosa empresa o ser el jefe de una pandilla?

—Teniendo en cuenta que no te has bajado, es claro que no deseas morir, por tal, déjame decirte una última vez que ese sitio es peligroso y que no debes volver jamás.

—Creo yo que deberías entender que no estaba allí por voluntad propia —soltó de repente, sacándolo de base.

—¿Qué has dicho? —Su ceño se frunció.

—Te dije la otra vez que hay alguien haciéndome la vida imposible —le recordó en voz baja, pero con seguridad—. Volví a ese lugar porque me engañó... ¿Por qué siempre supones lo peor de mí? ¿Así de mala persona soy, Devan?

Un extenso asombro golpeó su cuerpo al escucharla, la miró fijamente y tuvo que morder su lengua para no soltar una de sus acostumbradas palabrotas.

—No juegues conmigo. Estoy al tanto de que hoy tenías un compromiso serio en la empresa. Un compromiso importante.

No respondió.

—Habla, convénceme de que no eres una mala persona —le exigió—. Créeme que no habrá más oportunidades.

Mara era un desastre, quiso contarle lo ocurrido, pero desistió y terminó recostando la cabeza en el asiento, los ojos de Devan la repararon y maldijo en voz baja cuando notó que el rostro se le humedecía. Estaba llorando.

Encendió el auto y lo guio nuevamente a la carretera, tratando de domar su molestia, estaba enojado con él mismo por permitir que ella tuviera alguna clase de poder sobre su jodido carácter. Avanzó en silencio mientras ella sollozaba y se limpiaba con la manga de su camisa, aquello también le molestó, así que estiró la mano y tomó la chaqueta que había dejado en el asiento de atrás, seguro le quedaría gigante, pero igual se la entregó.

Alianza y poder ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora