03

1.3K 141 78
                                    

Habían pasado un par de días desde la visita a casa de Roier, y las cosas seguían igual de extrañas entre ambos. Quackity había hecho caso a su amigo y había intentado dejar a Luzu acercarse de a poco, pero mientras más tiempo pasaba hablando con él, más sentía que su corazón saldría de su pecho.

Por lo menos ahora eran capaces de intercambiar más de dos oraciones en una conversación.

Quackity esperaba impaciente a que Luzu le preguntara si podían hablar, ni siquiera sabía qué le diría, pero quería tener esa conversación para dejar de sentirse tan alterado. Pero Luzu parecía no querer hacerlo, ya que durante los últimos días había tenido bastantes oportunidades donde ambos estaban solos, pero no las aprovechó.

Y Quackity no sería quién iniciara esa conversación, ya que dejaría en claro que estuvo espiando una conversación privada, y admitir eso le haría pasar un momento muy bochornoso.

Suspiró, tratando de volver a centrarse en el libreto que sostenía en sus manos y que llevaba toda la mañana leyendo.

Estaban en la pequeña oficina que su padre tenía en casa, esa que solo utilizaba en reuniones con clientes más cercanos y amigos personales. Quackity estaba sentado la silla gigante del escritorio, y Luzu sentado en el sofá que estaba en un costado, al lado de un carrito con un montón de botellas de distintos licores que su padre ofrecía en esas reuniones.

Comenzó a leer nuevamente, pero en menos de tres líneas su cerebro comenzó a distraerse en el mismo tema otra vez, y supo que por más que intentara no llegaría a ensayar como era debido. Bufó, apoyando su cabeza en su mano y el codo en el escritorio, y desvió sus ojos hasta su guardaespaldas, quién estaba sentado en silencio y con la vista puesta en el teléfono que sostenía.

Debía admitir, tenía un perfil marcado que acentuaba cada rasgo de su rostro, y el estilo de cabello que usaba le hacía ver mucho mejor de lo normal. Si pasaba a la ropa, esta sin duda dejaba ver los músculos que Luzu tenía, sobre todo en la parte de los brazos. Había notado como, al hacer algunos movimientos, la tela se apretaba y sus músculos quedaban más marcados aún.

Se detuvo, ¿Por qué estaba pensando en los músculos de Luzu?

Sacudió su cabeza, tratando de borrar ese pensamiento. De seguro podía encontrar mil cosas más en las que ocupar su cerebro en ese momento, cómo en pensar qué comería al almuerzo o cuánto tiempo más tendría que pasar con el cabello rubio.

Pero ninguno de esos pensamientos duraban tanto, siendo reemplazados rápidamente por Luzu otra vez.

¿Qué era lo que tenía Luzu que lo alteraba tanto? ¿Por qué Luzu y no otra persona cualquiera? ¿Le pasaría lo mismo si cambiaba de guardaespaldas?

Una respuesta pasó por su cabeza, apareciendo tan rápido como fue desechada. Era imposible, recién lo estaba conociendo y no sabía nada sobre él, ni siquiera era capaz de mirarlo a los ojos por más de cinco segundos, estaba fuera de límites pensar que se sintió atraído por él.

Además, a lo largo de su vida solo se sintió atraído por alguien una sola vez, cuando aún estaba en el colegio y llegó una compañera nueva. Ni siquiera intentó acercarse a ella o entablar conversación, así que ese sentimiento desapareció al paso de unas semanas. Desde entonces, no sintió atracción por nadie más, y lo agradecía, ya que eso le sirvió para no distraerse de su trabajo o cometer locuras de adolescentes enamorados, atrayendo rumores y creando escándalos.

De algo habían servido todas las charlas con sus padres, en donde le explicaban las consecuencias que podría traerle el amor si él no aprendía a cómo llevarlo.

No quería enamorarse, no por miedo a ser rechazado o equivocarse, sino porque no conocía su propio límite respecto a sus emociones. No quería enamorarse y ser de esas personas que no se despegan de su pareja ni un solo momento, no quería enamorarse tanto hasta depender emocionalmente del otro.

Célebre  [Luckity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora