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¿Estaba feliz?

La pregunta le rondaba en la mente, incapaz de dejarlo tranquilo por unos minutos, esa amarga emoción que llenaba su pecho tampoco lo dejaba respirar en paz.

Ahora se sentía como un niño pequeño maldadoso que debe ser vigilado en cada momento del día.

Volvió a darle un vistazo al chico que se encontraba sentado a su lado, con la vista en el frente mientras movía su pierna derecha demostrando su nerviosismo.

Debía admitir que era guapo, y que el color café en el cabello le quedaba especialmente bien, pero de igual manera seguía sin sentirse muy cómodo a su lado, ya que aún eran unos desconocidos.

Suspiró, y desvió la vista hacia su ventana.

—¿Estarás pegado a mi todo el día?— Preguntó con desinterés, intentando obtener alguna respuesta que le agradara.

—Sí, esa es la orden que su padre me dio.

—¿Y cómo dijiste que te llamabas?

—Luzu, señor. Mi nombre es Luzu.

Quackity asintió, sin la más mínima intención de mostrar alguna emoción.

Sin duda tendría una seria conversación con su padre. Agradecía que este estuviera preocupado de él y de su seguridad, pero contratarle un guardaespaldas sin siquiera preguntarle antes le parecía bastante molesto, como si hubiera ignorado el hecho de que él era capaz de tomar sus propias decisiones.

—Y ¿Cuántos años tienes?

No le importaba mucho la edad en realidad, pero quería sacar algún tema de conversación y dejar de lado el molesto silencio incómodo que reinaba en el vehículo. 

—Veinticinco, señor. ¿Cuántos años tiene usted? Si es que no le molesta decirme, por supuesto.

—¿No te ha contado mi padre cosas sobre mí?

—No, él prefirió que yo le preguntara directamente a usted, así podríamos conversar más y llevarnos bien.

Asintió, esa era una excelente técnica que su padre usaba cada vez que quería que él expandiera más su círculo social e interactuara con otras personas que no fueran los empleados que tenían.

—Tengo veintitrés.

—¡¿Veintitrés?!

El volumen utilizado en aquella pregunta llegó a asustar a todos los presentes dentro del vehículo, incluído Quackity, quién esperaba una respuesta normal.

—¿Por qué te sorprendes tanto?

—No pensé que tendríamos edades similares, por como su padre habló de usted me imaginé que recién estaría cumpliendo la mayoría de edad— Luzu mantenía la expresión de sorpresa en su rostro a la vez que se explicaba.

Luego de unos segundos terminó por reír levemente mientras pedía perdón, arrugando su nariz y dejando ver una sonrisa bastante bella que atrapó la atención del contrario.

Quackity lo observó de reojo, quedándose atrapado en su sonrisa.

¿Era posible que aquella sonrisa haya destruido la pared invisible de insensibilidad que él mismo había construido?

No, aquello no podía ser.

Él se encargaría de que eso no ocurriera.

Antes de seguir cuestionándose aquello, la voz de su chófer llamó su atención.

—Ya hemos llegado, señor Quackity.

El nombrado subió su mascarilla a la vez que acomodaba su gorro. Veía a los periodistas esperarlo a unos metros, con cámaras y micrófonos gigantes. Eran muchos más de los habituales, y en parte lo entendía, todos querían obtener una fotografía de él y su nuevo aspecto.

Célebre  [Luckity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora