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Despertar con resaca no era algo extraño para él, pero sin duda seguía sin acostumbrarse a esa horrible sensación. Ni siquiera había abierto los ojos aún cuando comenzó a sentir ese característico dolor de cabeza que tanto odiaba, así que gruñó por lo bajo y pasó una mano por su rostro, quitándose los molestos cabellos que descansaban ahí.

Abrió un ojo levemente, y la luz del sol que llenaba su habitación no hizo más que atormentarlo. Parpadeó un par de veces hasta que su vista dejó de estar borrosa, y algo sobre su mesa de noche llamó su atención.

Lo primero que divisó fue un vaso de agua, después una caja de pastillas y un papel de color que parecía tener una escritura, por último divisó su teléfono con el cargador conectado. Se movió hasta el borde de la cama y estiró la mano, agarrando el papel y atrayéndolo para leerlo.


"Esta pastilla lo ayudará para el dolor de cabeza, llámeme cuando se la haya tomado para prepararle el desayuno.

-L."


Una sonrisa se hizo presente en su rostro, y se sentó en su cama para tomarse la pastilla. Las conocía bien, siempre las tomaba luego de una borrachera, pero normalmente debía caminar hasta el baño en su búsqueda. Debía admitir que se sentía bien que alguien se preocupara de esa manera por él, trayéndolas directamente hasta la comodidad de su cama.

Luego de beberse todo el vaso de agua debido a la inmensa sed que tenía, desconectó su teléfono y buscó el número de su guardaespaldas, llamándolo de inmediato. Cuando este contestó, solo escuchó un "Buenos días, baje a la cocina" y la llamada fue cortada.

Lentamente se levantó de su cama, arrastrando los pies mientras caminaba por su habitación. Estaba cansado y sentía su cuerpo débil, temblando en cada paso que daba, pero aquello era el precio que debía pagar por su momento de liberación.

Bajar la escalera fue toda una misión casi imposible, aferrándose al pasamanos y bajando escalón por escalón, tomándose su tiempo para recuperarse antes de seguir bajando. Se sintió feliz consigo mismo cuando terminó de bajar, y comenzó a caminar en dirección a la cocina.

Vio el reloj de la pared, sorprendiéndose al ver que eran las diez de la mañana y la casa estaba tan tranquila. Normalmente se escucharían las pisadas de algunos empleados o las voces de sus padres, pero ese sábado todo se resumía en silencio.

Algo extrañado llegó a la cocina, deteniéndose de golpe en la entrada al ver el panorama. Luzu estaba de espalda, vestido de traje pero también con un delantal de cocina amarrado a su cintura, tarareaba una canción y movía levemente la cabeza mientras preparaba algo que no lograba ver.

Se quedó en silencio disfrutando de las vistas, y de la buena energía que el mayor irradiaba mientras cocinaba.

—Pareces animado— Lo interrumpió solamente cuando el hambre se hizo presente, logrando que el mayor se girara a verlo.

—Buenos días. Y sí, desperté animado hoy— Le sonrió al hablar para luego girarse y seguir cocinando —Déjeme terminar esto y le preparo un puesto en el comedor.

Quackity hizo una mueca, el comedor era demasiado grande para su gusto, además de ser frío. Ni en verano se sentía tibio ese lugar, lo cual era una tortura al momento de las comidas. No solo eso, sino que al ser tan grande lo hacía sentir solo e incómodo comer ahí, era más tolerable cuando sus padres estaban con él. Pero en soledad, prefería evitar ese lugar.

Célebre  [Luckity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora