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Cada mañana era un desafío distinto.

Había optado por comenzar a usar lentes de sol durante el día para esconder de forma más eficaz las ojeras que adornaban sus ojos y la pena que estos reflejaban. Nadie había notado ese cambio, o al menos no se lo habían cuestionado, lo cual le alegraba.

Cuando salió de la caravana ese día fue directo al lugar más alejado de todos, escondiéndose detrás de unos árboles para tener un poco de soledad y digerir todo lo que había ocurrido en tan poco tiempo. Mientras repetía la conversación en su mente, las lágrimas ganaron la batalla, deslizándose por sus mejillas sin control.

Se permitió llorar por solo unos minutos, los suficientes para aliviar un poco la pena y poder seguir trabajando con normalidad, después de todo, no podía darse el lujo de llorar hasta no poder más, debía continuar con su trabajo por más que odiara la idea.

Al volver con el resto de personas, pudo ver a la distancia a Rubius hablando con Quackity, y supuso que este le había comentado lo que había ocurrido minutos atrás. No se acercó a ninguno de ellos por el resto del día, decidiendo quedarse lo más lejos que le fuera posible, pero manteniéndose lo suficientemente cerca para intervenir en caso de algún suceso inesperado.

Rubius había intentado entablar una conversación al momento del almuerzo y preguntar cómo se sentía, pero las palabras no querían abandonar la boca de Luzu, así que solo le respondió con monosílabos un par de veces y después se disculpó, tomando distancia de él.

Y desde entonces que no volvían a hablar.

Quackity también había intentado hablar con él, cada ocasión que podía. Se acercaba lentamente y con un poco de vergüenza le hablaba sobre la escena que había grabado o le preguntaba cualquier tontería cómo el clima o cuánto tiempo faltaba para ir a casa, pero Luzu solo se dedicaba a responder la pregunta y después se marchaba hacia el otro extremo del lugar.

Por más que Luzu quisiera olvidar todo lo vivido y fingir que nada ocurrió, no podía hacerlo. No podía evitar sentir esa decepción mezclada con tristeza llenar su pecho cada vez que veía a Quackity a su lado, y el pensar en cómo todos sus esfuerzos por entrar en su vida habían fracasado, esforzándose por nada.

Aún seguía herido por la forma en la que el menor habló de él, y seguramente se sentiría así por bastante tiempo más, porque olvidar el dolor que le causaban las palabras era algo que nunca aprendió a hacer. Estas se instalaban en lo profundo de su mente y se reflejaban día a día en su ser, impidiéndole avanzar sin recordar lo mismo una y otra vez, hasta que simplemente se acostumbraba a ellas.

Él no era una amenaza, y tampoco pretendía serlo en algún momento. 

Pero Quackity se empeñaba en mantenerlo alejado de una forma u otra, y no entendía el porqué.

Tal vez ese era el destino de ambos, pero no habían sido capaz de verlo antes.

Tal vez nunca debieron juntarlos en primer lugar.

Eso parecía ser lo más razonable. ya que solo bastaba con recordar cómo comenzaron las cosas entre los dos para darse cuenta. Siempre hubo algo entre ellos que los mantenía separados, ya sea el enojo, la incomodidad o el miedo, y cuando por fin lograron acercarse más, terminaron aún más separados que antes.

Como si de una torre de cartas se tratase, derribada ante la más mínima brisa que se hiciera presente.

Ahora Luzu se encontraba en su habitación, de pie frente a su cama la cual tenía su maleta abierta y vacía encima. Hizo un repaso mental de las cosas que metería en ella, y se aseguró de no olvidarse de nada que fuera a necesitar.

Célebre  [Luckity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora