O17.

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17 días atrás.

Los rayos del sol comienzan a iluminar su rostro, logrando molestarlo y privarlo de su sueño. Chilla fastidiado e incómodo, pues su mano está rebuscando en el colchón poco cómodo la figura de su novio pero pronto su mente lo hace caer en cuenta de la situación.

Era su primer día en casa de sus padres. Lugar en donde Cristiano no se encontraba y principalmente por trabajo, segundo, porque su Alfa idiota no se llevaba del todo bien con sus progenitores. Pero aún sabiendo aquello no puede evitar llorar interiormente pues a pesar del muy poco tiempo que había pasado desde que llegó, ya lo extrañaba. Leonel se sienta y talla sus ojos con pereza, el olor del lugar es desagradable y lo hace sentir asqueado la forma en que todos esos aromas se mezclan entre si. Odiaba el hecho de que sus padres fueran demasiado humildes y orgullosos como para aceptar algo de su ayuda, no los haría más ni menos dejarlo ayudarles con algo de dinero. Para empezar obsequiándoles una casa propia. La suya y en donde él creció la habían tenido que vender cuando su madre enfermó hace ya muchos años, Cristiano y él aún no se conocían. Desde entonces, han tenido que ir de casa en casa y cuando el Omega los dejo para irse con el Alfa terminaron por irse a vivir donde sus tías.

Y de hecho, si tuvieran que preguntarle a Leonel porque casi nunca los visitaba era por eso, porque Leonel detestaba a sus tías y primos hipócritas y malvibrosos. El Omega creía que ellos traían mala suerte a su vida, y es que con solo mirar la casa o pasar cerca de ella te traía una sensación de inquietud, así que si, estar ahí sin la protección de su Alfa era desesperante, a pesar de que sus padres estuvieran ahí, su presencia no era tan reconfortante para él como la del pelinegro.

Baja las escaleras con pereza mientras mira a su alrededor, escuchando todo el alboroto dentro de la no tan espaciosa casa.

—Mi pulguita —su madre lo abraza por los hombros, besando su mejilla en el proceso.

—Mami —él apenas murmura.

—¿Dormiste bien? —pregunta, Leonel asiente con la cabeza y la mujer sonríe con dulzura —me alegra escuchar eso, el desayuno está listo, puedes sentarte en la mesa junto a tu primo Luis.

—¿No puedo sentarme en donde yo quiera? —pregunta pero es totalmente ignorado por su madre.

No le queda de otra que sentarse en donde le fue indicado. El desayuno es simple y realmente no tenía demasiado apetito, solo podía pensar en su Alfa y en la sensación que de pronto se expande por su pecho. La sensación de necesidad y amor que le es brindada y el Omega sabe que proviene de su marca. Juega con el tenedor, metido en sus propios pensamientos, tanto, que el escándalo que hay a su alrededor ni si quiera le molesta hasta que alguien golpea de forma insistente su hombro.

—¿Eh?

—¿Qué te pareció el desayuno? —su tía lo mira de manera incrédula mientras formula la pregunta.

—Está... bueno. —responde sin más.

—¿Si? Veo que apenas y lo has tocado. Tal vez porque no es a lo que estás acostumbrado. —le lanza, Leonel tiene que guardar la calma.

—No entiendo a que se refiere con eso... yo hago mi propia comida en casa, el desayuno está rico pero no tengo apetito, tía... le ha quedado delicioso. —sonríe soltando su tenedor para beber un poco de agua que esconde su pequeña mueca de inconformidad.

Por más que Leonel quiere levantarse, no lo hace. Porque el sentimiento que lo hace sentir cálido está plasmado en su pecho y lo hace querer ser fuerte, no el mismo chico que se dejar influenciar o malhumorar por comentarios que nada que ver, aunque en el fondo lo hace. Termina mínimo la mitad de lo que se le fue servido y pronto está en el suelo de la casa destapando una caja de UNO. Se emociona cuando ve a su padre sentarse a su lado.

A Baby Please |Cristessi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora