Arthur Havisham un chico engreído que solo piensa en el bienestar y preocupación por si mismo, su padre quiere darle una lección, obligándolo a contraer matrimonio con alguien que no desea.
" Ya estoy cansado de tu arrogancia y egoísmo, piensas que...
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Arthur
Cada palabra que salía de su boca hacia que los que se desataran los demonios que había dentro de mi, no puedo explicar las sensaciones que Odette me hace sentir, mi cabeza explota de tantas ideas y emociones encontradas, vas escucharla decir que quiere ser mía para tomarla del cuello y besarla de manera bestial.
- Mi amor no sabes lo que has hecho, me has dado el poder de extasiarme con tu sabor, y de reclamarte como mía, no importa si te llevan lejos de mi, sabrás a quien le perteneces, si ese imbécil llega a tocarte, pensarás solo en mi, en mi rostro - jadeo en su oído y muerdo su lóbulo - en mis caricias - deslizó una mano por su entrepierna - en mis besos - suelta un suspiro y se estremece.
- Entonces hazlo - dice , su aliento golpe con mi boca y vuelvo a besarla me deshago de su corsé completamente y lo tiró por alguna parte de la habitación, ella desabrocha botón por botón mi camisa, no lleva prisa, y me acaricia con calma siento como las olas de calor se hacen presentes mientras me besa con desesperación.
La tomo de la cintura y la respuesto en la cama, ahora yo estoy encima de ella, voy besando de su vientre hacia arriba llegó hasta sus pechos y juguetes con ellos mientras salen de ella esos hermosos sonido.
- ¡Oh Arthur!
- Eso preciosa di mi nombre - sigo hasta arriba y hago un camino de besos desde su cuello hasta llegar a su boca - Te amo Odette, como no tienes una idea.
- También te amo Arthur - veo como de sus ojos quieren escapar las lágrimas, así que la vuelvo a besar.
La despojo de toda la ropa que le queda, la contempló, la tengo en la cama completamente para mí, más que exitante es tan hermoso ver cómo puede estar conmigo una mujer tan preciosa, tan delicada, veo a Odette como la última manzana del árbol la cuál todos quieren pero sino uno a ha de tener, como la única rosa roja del jardín que tiene que regarse a diario si no puede morir o como el único libro en el estante el cuál todos quiere descubrir su historia.
Pero es mía, es mi Odette, mi musa, mi todo y aunque me separen de ella, tendrán que saber que no descansaré hasta encontrarla y que si vuelve está re aquí esperándola.
El frío de la noche no está, y la luna llena en su máximo esplendor, la sábanas no cubre dándonos más calor.
- Oh, Odette - me encanta como se mueve encima de mi, como sus caderas chocan con mi pelvis, balanceándose tan sensualmente, se agacha a besarme sin dejar de moverse, y ambos soltamos gemidos en nuestros labios.
Me doy la vuelta y de nuevo está abajo de mi, tomo sus caderas y entro en ella de manera repentina.
