El frío que logró desprenderse desde aquellas piedras y rocas, a causa de las decenas de maldiciones de clase especial, no aterró a unos cuantos hechiceros, sino a la mayoría de ellos.
Y al respirar y soltar ese pequeño humo, a causa de la reacción climática que se situaba, él, tan solo se mantenía reacio, con la guardia en alto pero con la leve tranquilidad de saber que pasaría lo que fuese que pasaría, valga la redundancia.
Aún si su técnica no estaba dominada, y qué decir de su dominio, debía de hacer todo lo posible para proteger a sus compañeros; él mismo lo dijo: era quien menos responsabilidades tenía: no podía caer primero.
—¡Fushiguro! —El grito de Maki retumbó en sus tímpanos, lo que le trajo de vuelta; y acatando a sus palabras, le entregó el arma maldita que guardaba.
—¡Maki-san, por detrás!
Las tres maldiciones de mayor rango se acercaron a gran velocidad, entorpeciendo y matando a su paso a los hechiceros menos capaces.
El gritó que se había dado, no era nada más y nada menos que de su compañera de curso, Kugisaki Nobara; la castaña preocupada, avisó a su superior de lo que pasaba.
Maki, Fushiguro y su recién integrado compañero, Itadori, atacaron por separado a cada una de las maldiciones. Inumaki, Panda y Nobara, se encargaron de darles el golpe final.
Sin duda era una estrategia bastante útil; los más fuertes noqueaban y los otros lo terminaban.
—Itadori —llamó la única que requería de objetos malditos para exorcizar.
—¿Si? —Asistió a su llamado el chico recipiente de una maldición.
—Encargate del lado izquierdo, Megumi y yo nos haremos cargo del sobrante. —Este asintió, dirigiéndose con rapidez a aquel lado encargado; por otro lado, Fushiguro cumplió con su parte.
De tal forma, que lograron vencer al menos a más de quince maldiciones de segundo grado y superior con la forma de ataque que llevaban; principalmente, los que estaban al frente, utilizaron más sus puños y piernas, que su energía maldita —puesto que esto les ayudaba a conservarla—; mientras que los otros, exorcizaban ya cuando las maldiciones se notaban casi derrotadas. Los seis chicos ahí, respiraban con una leve y agriatada agitación; más sin embargo, aún podían con más.
—Lo lograremos. —Maki, quien claramente lideraba al grupo de jóvenes, alentó; y así como predijo, su oración se cumplió.
En poco menos de media hora, los grandes hechiceros y ellos mismos, habían logrado derrotar a la gran cantidad de maldiciones que hacía segundos aterraron a muchos. Claro, sin la presencia de Okotsu Yūta, y el mismo Hakari —mayormente conocidos por sus fuertes habilidades— aquella defensa, aún si fallaba, tenía opciones de continuar. El porque no fueron llamados, fue porque no hacía falta.
—Ah, por fin... —Nobara pronunció, abrazando con favoritismo a la única mujer (aparte de ella) ahí.
—Lo sé —contestó la Zen'nin, aceptando el abrazo dado.
Suspiros y pocas reacciones más se hicieron escuchar. A continuación el papeleo, y los trabajos consiguientes que se deben de realizar tras la finalización de una misión, se dierón, en especial para una de gran importancia. No obstante, al menos ellos, no sabrían de aquello por unas largas horas.
Entonces, una mínima brisa se sintió, y cuando Itadori volteó, notó como su profesor aperecia por detrás suyo.
—¿Gojo-sensei? —El nombrado hechicero hizo aparición.
—¡Mis queridos estudiantes! Veo que son capaces de derrotar a tantas maldiciones con aquel nivel; por supuesto, su trabajo en equipo también deja mucho por decir. Que orgulloso estoy de ustedes. Así que por ello, les traje algunos recuerdos de Sendai: lugar de origen de nuestro queridísimo Yuuji-kun. —Exageraba el profesor, agitando la pequeña cajita de dulces típicos frente a los doce ojos que le observaban.
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ɪꜱᴇᴋᴀɪ | ɪᴛᴀꜰᴜꜱʜɪ
Lãng mạnTras reaparecer en un mundo completamente desconocido para él, Fushiguro Megumi enfrenta las consecuencias de haber muerto, confrontándose así a los nuevos acontecimientos de su actual mundo: ¿Kugisaki con vida? ¿Panda sin haber existido? ¿Toji haci...