ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ ᴅᴇᴄɪᴍᴏ ᴛᴇʀᴄᴇʀᴏ: sᴏʟsᴛɪᴄɪᴏ ᴅᴇ ɪɴᴠɪᴇʀɴᴏ ᴘᴀʀᴛᴇ ᴅᴏs

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Al haber envuelto anteriormente a Megumi entre sus brazos, la silla en la que se hallaba sentado, ahora estaba completamente libre, por lo que él veía con incertidumbre lo que frente a sus ojos pasaba, estando de pie.

Pronto, uno que otro intento de beso hacia las mejillas de Megumi, eran intentados por Satoru; mientras que el joven aún responsable de soportar el peso del adulto, lo alejaba por medio de empujones y gruñidos: casi como una bestia salvaje.

Por su parte, Suguru aprovecho del nuevo asiento libre para colocar sus posaderas y soltar unas leves y tranquilas carcajadas.

—Por cierto..., ¿por qué estás en cama, Megumi?

En cualquier otro caso, Itadori no estaría tan sorprendido por las excéntricas apariciones de los seres queridos de Fushiguro; no obstante, el simple hecho de ver cómo cada uno de ellos reacciona, y en caso de Geto, se acoplaba con naturalidad a los sucesos, no hacían más que asombrarlo, provocando una mueca donde su quijada se separase de su mandíbula.

Y mientras Megumi intentaba hablar, no sin antes patear a quien tenía encima, por una fracción de segundo, Suguru pudo oler mínimamente el olor del chico en el cuerpo de Itadori. Más tarde dedujó que el chico se encontraba en celo, y por tanto, yacía en cama. Fuera de ello, no era sorpresa que el joven Itadori estuviese cerca y le proporcionase apoyo. Lo que sí le sorprendió, era el hecho de no haber percibido el aroma del celo en primera instancia; si hubiese sido debido al poder de los supresores, estos tendrían que ser mágicos, pues no existe ninguno capaz de eliminar por completo el olor del celo.

—En... hug... ¡Hum! Entre en celo... ¡Que te quites! —Sin prestar mucha atención a lo que acontecia a su alrededor, el joven siguió peleando contra el mayor.

—¿Y no te es un problema que Itadori-kun esté aquí? —Claro que su pregunta estaba de más, y lo sabía, pero a fin de cuentas estaba ahí para ayudar a Megumi, no para perjudicarlo. Y saciar su curiosidad no era algo perjudicial, ¿verdad?

—Ah, sobre eso... —El azabache no prestó atención a la pregunta recién hecha, debido a que confiaba en que Itadori se encargaría de ella y contestaría como debía ser debido— Eso es todo.

Asimismo, Yūji contó dentro de lo posible, los sucesos acontecidos la noche anterior, omitiendo las partes más penosas, pero dando en el clavo de lo que había pasado.

Es repetitivo, pero así como Geto no fue sorprendido por la presencia de Itadori, Gojo tampoco lo fue. Lo único que a ambos, se podría decir, les asombro, fue el por qué ninguno había caído ante las garras o mejor dicho el instinto del procrear en el celo. Aún si uno todavía es Beta, se encuentra en una clara diferenciación; por lo tanto, sería difícil no caer ante el primer celo de un Omega.

A este pasó, no sería sorprendente para ninguno, el que ambos surjan o sean predestinados.

—En fin..., ¿cuál es el motivo de su visita? —Al librarse de las molestas manos del adulto que lo aprisionaban, la pregunta de Megumi fue soltada, tan directa y tan seca que podía considerarse borde.

—Que cruel... —Inmediatamente, formó un puchero con la carne de sus mejillas— ¿No puedo venir a visitar a mi hijo favorito? —Y honestamente formulo su pregunta, agregando un poco de ridiculez y si no bastaba, viéndose cómico lo máximamente posible.

—Solo tienes uno. —Ante su cuestión, el joven, sin intenciones ocultas, contestó claramente como su deseo le decía hacerlo, sin importarle un poco el trasfondo que sus palabras podrían albergar.

Por su parte, los espectadores al momento (Geto e Itadori), admiraban la escena enteramente impactados —uno más sincero en cuanto al mostrarlo por medio de su mueca que el otro—, pero completamente pasmados. Sus mandíbulas levemente o completamente, —respectivamente—, abiertas y el leve sudor que corría por los laterales de sus frentes, eran la entera aclaración de sus sorpresas. Ninguno de los dos esperaban tal honestidad por parte del menor; aún si estuviesen enteramente de acuerdo en sus palabras, no podían creerlo.

ɪꜱᴇᴋᴀɪ | ɪᴛᴀꜰᴜꜱʜɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora