El día pasaba su horario a la tarde, y entonces cuando las sombras sucumbian alargando así de las figuras de los cuerpos humanos, pudo anunciarse el final de su estadía en dicho lugar, la escuela.
Gojo, como era de esperarse, dejó abandonado el mucho trabajo de por medio que tenía que hacer, y utilizó la simple excusa de ir a recoger a Fushiguro, llevarlo a casa, velar lo necesario por él, y claro, regresar a su hogar prontamente y así recibir de las hermosas y acogedoras palabras de su pareja, Geto.
Oh, que gran hombre era. Se regodeó ante el pensamiento en tercera persona que se dirigió, inflando su pecho lleno de soberbia, y volviéndolo a su estado principal tras un largo suspiro.
Ahora acababa de cumplir con su deber: llevar sano y salvo a su lindo Megumi a aquella casa que por fin parecía un hogar.
—Megumi-chan —nombró, acordándose de cuando le llamaba con tal honorífico al ser este tan pequeño, con el ceño fruncido y su escéptica postura llena de madurez ante la pesada carga que decidió y pudo llevar. Simplemente lo reconocía. Sus ojos, llorosos, demostraron entonces la mucha nostalgia que el pasado le producía. Y ante la fija mirada del chico sobre su persona, que parada y con las manos entre los bolsillos, simplemente le veía, Satoru no demostró debilidad alguna; puesto que sus lágrimas simplemente pararon su curso, situandose en lo bajo de sus lagrimales, y siendo escondidas por el reflejo que daba la luz del Sol a sus gafas—. ¡Hasta mañana! —Y tras aquel corto silencio, el albino alzó su mano comunicando una despedida, demostró sus blanquecinas perlas que hacían de sonrisa, y regresó consigo el calmo ambiente.
—Claro. —Los vientos movieron los pocos estéticos cabellos del chico, dándole un toque simple y serio, pero honesto, a su contestación, que también hacia de despedida.
El hombre, sonriente aún, se volteó en dirección contraria a la calante vista que ahora yacía detrás suyo, caminando en dirección a lo que él llamaría su hogar. Y debido a lo seguro que estaba de que el joven ya había entrado a casa, Satoru simplemente soltó sus lágrimas, sus pequeñas y cortas lágrimas, llevándose así la dificultad y soledad del pasado, en aquellas gotas saladas que marcaron dos delgadas líneas en su rostro...
Por su parte, Fushiguro, en su postura cargante de seguridad, recorrió del pasillo que instalaba la entrada de su hogar; entrando por fin a lo más próximo de este, la sala de estar, de la cual pasó de largo cuando colocó sus pantuflas y llegó al sitio predecedor de alimentos, la cocina.
—¿Y To... Papá? —Claro, no diría que estaba acostumbrado a llamar a su progenitor por su nombre, pero tampoco por la palabra que usó: simplemente fue la mejor opción.
—Aquí estoy —Toji, portador de una camisa negra que le enmarcaba todos los músculos y la figura, junto a su pantalón holgado blanco, que simplemente le hacía resaltar su parte superior, bajaba de las escaleras con un porte y una sonrisilla.
Estando entonces frente al recién llegado, diferenciándose la altura y la complexión, extendió su mano, asiando en la mirada del otro, una caja blanca, algo delgada y larga.
—¿Qué es esto? —preguntando, en su simple ingenuidad de la personalidad de Toji, el chico se mostró ansioso, algo nervioso ante otra muestra de posible afecto irreconocible para el.
—Abrela. —Y este, dejando de lado lo poco lindo que era su hijo al verse tan inquieto, declaró con una simple palabra la próxima acción del chico.
Y así, el joven sacó la larga y un poco más ancha tapa blanca de la caja, mostrándose entonces tres productos; un tratamiento para el crecimiento de pestañas, aceite de oliva y ricino, los cuales se orientaban en nutrir estas, y otro de un elegante diseño que se enfocaba en tratamientos generales. Las botellas, por su extenso conocimiento en el tema, portaban una marca, que asegura, no es sencilla de conseguir —y más en la tercera de ellas, la cual era famosa por lo exigente que era al ser comprada— y por supuesto, no hablemos del precio, pasando los exorbitantes miles.
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ɪꜱᴇᴋᴀɪ | ɪᴛᴀꜰᴜꜱʜɪ
Lãng mạnTras reaparecer en un mundo completamente desconocido para él, Fushiguro Megumi enfrenta las consecuencias de haber muerto, confrontándose así a los nuevos acontecimientos de su actual mundo: ¿Kugisaki con vida? ¿Panda sin haber existido? ¿Toji haci...