Sentándose muy próximamente en la pulcra camilla, puesto que todos los demás sitios estaban ocupados —y Megumi al mover sus piernas hizo un espacio—, el joven se inmiscuyó entre el lugar de los dos chicos.
Rápidamente entabló una agradable conversación con la castaña, que si no fuese por la realidad, Fushiguro aseguraría se conocían desde hacía mucho.
—¿Quieren comer algo? Yo invito —habló Yūji, dándole un cambio rápido al rumbo de la conversación: pues tenía hambre.
—Oh sí sí. —Nobara secundó.
—Que sea algo ligero. —Fue su sugerencia; lo único dicho de su parte. En tanto los "intrusos" hablaban de los ingredientes que eligirían por medio de la aplicación del teléfono de Yūji.
La orden se arrendó, y poco menos de quince minutos, en los que los otros parecían ser los mejores amigos, y él, un entrometido, el pedido llegó. Corriendo, Itadori salió de la primera planta en la que se hallaban hasta la entrada de la institución, y de la misma forma regresó. Segundos fueron mínimos para decir que se “tardó”.
Por algo tenía aquella reputación. Y por supuesto no le sorprendió, pero era cierto que para alguien quien apenas le conocía, aquello debió de haberse visto demasiado novedoso: tal y como el rostro de Kugisaki expresaba.
Así, la cuadrada caja se posó sobre las sábanas, justo en el espacio que sobraba cuando Megumi pasó de estar acostado a estar sentado.
—Huele delicioso. —La baba en Itadori casi salía de sus comisuras, amenando aún más el ambiente.
Lo cierto era que lo último que podías llevar a la enfermería era comida, pero tras sobornar a la encargada de esta con un trozo, los tres chicos pudieron disfrutar del maravilloso olor de la pizza, y por supuesto, del sabor de esta.
Y aunque diera mordiscos a la rebanada, y está le gustará, no consideró que aquella obra italiana contará como algo suave de digerir.
—Debieron de traer algo más ligero —opinó, mirando lo derretido del queso y lo grueso de la orilla.
—Entonces no comas. —Fue la chica quien lo calló. Error suyo: ¿pues desde cuándo era ella tan considerada?
—Puedes quitar los peperonis. —Propusó el otro chico, a la par en que simulaba con los suyos mismos—, así dejaría de serte tan pesada... No te preocupes, yo me los como —concluyó el joven de gran reputación alzando su pulgar.
Y continuaba con aquellas pequeñas y leves acciones; realmente, más allá de molestarle, le entristecía no ser recordado por Itadori...
Ante la sugerencia, le entregó al chico todo aquello que decidió no comer; a excepción del tocino, le encantaba este, y más aún en la pizza.
No preguntó el por qué de su estadía ahí, pues conociendo la amabilidad del otro, era natural que se preocupase por él, así que aquel tema fue descartado.
—Oh, es cierto, tú nombre es Fushiguro, ¿verdad? ¿Intercambiamos contactos?
Asió los bolsillos de su pantalón, en busca del dichoso celular, el cual por más que buscó no encontró. Dándole mucho a lo qué pensar:
Primero que todo y para empezar, el uniforme que portaba era completamente distinto al de la escuela de hechicería, obviamente su celular no se encontraría donde lo esperaba. Sin embargo, le sorprendió haber notado aquella minimiedad demasiado tarde desde su estadía en aquel sitio.
—¿No lo encuentras? —Fue Kugisaki quien habló refiriéndose al obvio objeto; movuló la cabeza en señal de negativa—. En fin, ya lo hago yo.
Asimismo pasó el contacto del azabache y el de ella misma, agregando dos conocidos más a la lista de Itadori.
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ɪꜱᴇᴋᴀɪ | ɪᴛᴀꜰᴜꜱʜɪ
RomanceTras reaparecer en un mundo completamente desconocido para él, Fushiguro Megumi enfrenta las consecuencias de haber muerto, confrontándose así a los nuevos acontecimientos de su actual mundo: ¿Kugisaki con vida? ¿Panda sin haber existido? ¿Toji haci...