ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ ꜱᴇ́ᴘᴛɪᴍᴏ: ᴇxᴀᴍᴇɴ ᴍᴇ́ᴅɪᴄᴏ

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El conocido silencio arribó, y tras la ida valerosa de la chica, Fushiguro fue, por fin, protagonista de la calma. Y así asiando de su hombro izquierdo, el cual amasaba un poco, el dueño de exhorbitantes pestañas regresaba a su aula, a su sitio y a su silla. Colocándose entonces, ignoró los chiflidos y platicas de los chicos cercanos, mejor conocidos como compañeros de clase, tumbandose en la fría mesita de madera que le pertenecía. Parecía que dormiría.

Y a pesar del ruido a su alrededor, no dió mayor importancia, puesto que estaba decidido a descansar como merecidamente debía.

Eso, hasta que el fuerte golpecito a su cráneo, le despertó, dándole su característica molestia protagonizante de su ceño fruncido.

—¿Y ahora qué...? —En su queja, completamente despierto, no tuvo intención alguna de voltear y mirar al responsable que interrumpía su siesta, pues aunque no lo quisiera, estaba seguro de quién era.

—¡Hola!

Ya, pero con un saludo tan fuerte y calante a sus oídos, no pudo evitar hechar una mirada.

Gojo, con una mano sobre sus caderas y la otra cargando de un pequeño libro a la altura de sus hombros, estaba parado a un costado suyo, con una pierna flexionada y demostrando esa única sonrisa suya.

Que dolor en el culo era tener siempre la razón.

—Hora de irnos.

—¿Irnos? ¿A dónde...? —Fushiguro, sin pizca alguna de querer despertar (aunque ya lo estaba), se vió modorramente, soltando un gran e indefenso bostezo.

—Megumi —Canturreando dijo su nombre— ¿Cuál subgénero quieres obtener?

—¿Ah? —¿Otra vez eso?

Primero comentaba se irían, luego jugaba con él, y ahora sacaba aquel tema del que Kugisaki estaba tan preocupada. Vamos, que se estaba perdiendo.

—Levántate; llevas rato sentado y sin intención de levantarte... Vamos, vamos, arriba.

Y modulando sus manos, dió pequeños aplausos que marcaron un ritmo. Sin intención alguna de obedecer, soltó un suspiro, levantándose perezosamente; acción que le permitió observar como el docente implantaba el mismo ambiente que consigo al aula. Todos los alumnos dejaron sus pertenencias, se pararon y empezaron a formar una fila fuera, en el pasillo de los primerizos.

¿Son unos niños o qué?

Prontamente, sus hombros fueron invadidos por el brazo izquierdo de aquel profesor, que aún ahora en aquella mano cargaba su mentado libro y le obligaba a avanzar a su paso.

Fuera, en el ya mencionado pasillo, el hombre comentó hacia donde se dirigirán, y pidió a su alumnado siguieran sus pasos.

Tal parecía que el examen médico estaba divido por horarios y grados. Cada piso (año) tendría su propio sitio; en su caso sería la enfermería, y aunque la doctora Ieri no sería la encargada, si estaría para supervisar. En cuanto al horario, iba dependiendo del número de aula al que pertenecían; los pares serían los segundos en ser examinados.

—Volviendo a mi cuestión —siguió el hombre, aún con su brazo sobre la parte superior del chico—, ¿qué dices?

No obstante, aquella incógnita, que por supuesto no olvidó, significaba más de lo que Gojo podría esperar. Le hacía creer a Megumi que existían variedades, y que peor aún, podría escoger de entre todas ellas.

Para sorpresa de Fushiguro, la cuestión parecía más una trampa que una simple pregunta. ¿Qué era lo más óptimo a contestar? No tenía idea.

—No me interesa, cualquiera que sea el resultado, lo aceptaré.

ɪꜱᴇᴋᴀɪ | ɪᴛᴀꜰᴜꜱʜɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora