ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ ᴅᴇᴄɪᴍᴏ sᴇɢᴜɴᴅᴏ: sᴏʟsᴛɪᴄɪᴏ ᴅᴇ ɪɴᴠɪᴇʀɴᴏ ᴘᴀʀᴛᴇ ᴜɴᴏ

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Las luces artificiales dentro del comprimido edificio, que grande para lo que parecía, iluminaban de manera precisa cada paso que daba, eran lo que podía llamarse, un alumbramiento perfecto. Mantenía las manos dentro de sus bolsillos, y aunque su mueca sin intención de relacionarse, también demostraba lo arto que estaba de su forma de vida, él, consciente de ello, seguía ahí, simplemente siguiendo...

El hotel por el que caminaba a paso tranquilo y bastante alarmante —según los transeúntes cerca suyo—, era uno de los muchos que tantos conocía, debido a sus grandes contactos y su singularidad de recibir la paga de una bella mujer para poder comer el pan de ese día, y claro, seguir con su magnifico vicio de las apuestas. No obstante, diferente a lo que acostumbraba (un love hotel), el edificio por el que ahora transitaba, era uno de los más lujosos del país... Y sí, al menos él, estaba seguro que de no ser por la propuesta de una guapa rubia, en su vida se estaría paseando como si nada en el despampanante sitio.

Suspiró tras recordar lo insistente que fue aquella fémina para lograr agendar una cita con él; y lo peor de todo es que era para una propuesta, así es, nada de sexo o bebidas, no, tan solo quería hablar. Sin duda, la mujer no le era de su agrado.

—Tan solo es un niño; no deberías exponerlo a tales canallerías de su madre. —Un hombre, ya de mediana edad, con su rasposa voz, agitaba sus manos bastante molesto y explicaba con ahínco su malestar.

—Lo sé, padre... —Y otro, un varón en su plena juventud, con un rosado cabello, contestaba con simpleza al hombre más viejo.

Parecía que trataba de tranquilizarlo, pues a simple vista uno de ellos regañaba como si fuese una costumbre, mientras que el otro lo escuchaba y calmaba como si aquello fuera habitual.

Cerró sus párpados con lentitud, casi intentando evitar mirar lo que le parecía una dulce escena. Puesto que a su parecer todo el que parecía más feliz que él, le era un hipócrita, aún si no conociese el estilo de vida de estos, o siquiera les haya dirigido la palabra, esa era su más simple opinión, y por qué no, su realidad...

Sin embargo, ese hombre, poseyente de unos comunes y típicos lentes, un color de cabello tan llamativo como lo era su personalidad, y cuidador de un pequeño bebé —básicamente la copia de este—, fue la primera persona en no parecerle un alardeador, un hipócrita, un mentiroso y un deshonesto.

La persona más sincera que había conocido.

La persona más sincera que había conocido

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Que casualidad... Eran las dos palabras tan sarcásticas que sonaban en la cabeza del padre de los Fushiguro. Se recargaba sobre el respaldo de la puerta del cuarto de su hijo, mirando como este, agitado por el celo, no se mantenía ni serio, ni reservado; completamente fuera de sí. 

Y mientras que Tsumiki bajaba y subía, trayendo cualquier objeto que ayudase en la fiebre del chico, el joven Itadori, se le podía observar intranquilo y preocupado, al punto en que su velocidad al conseguir un supresor no pareciese exagerada.

ɪꜱᴇᴋᴀɪ | ɪᴛᴀꜰᴜꜱʜɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora