Nunca he visto llorar a mi hermano. Ni una sola vez en... quince años.
Siempre ha sido el más fuerte, pero en este momento, mientras abro lentamente los ojos y lo encuentro sentado en una habitación de hospital a mi lado, cubierto de sangre desde la cara hasta la punta de los dedos, parece... débil.
Parece roto.
Muevo mi nudillo sobre sus labios y él levanta la vista, con los ojos muy abiertos mientras los hace rebotar entre los míos. Frunzo el ceño y él suelta un ruido que nunca había oído antes, sus hombros tiemblan visiblemente mientras deja caer su frente sobre mi brazo. Me duele el corazón en el pecho y trato de levantar la mano que no está envuelta entre las suyas, moviéndola débilmente para pasarla por su pelo.
—Está bien—, digo con voz ronca, sin poder hablar bien porque tengo la garganta demasiado seca. —Me has pillado, hijo de puta.
Se ríe contra mí y vuelvo a fruncir el ceño, deteniéndome cuando me doy cuenta de que eso es lo que me duele en la parte delantera del cráneo. Se queda así durante no sé cuánto tiempo -sólo unos segundos, probablemente- y luego se acerca y coge un vaso de plástico con agua de algún sitio, con cuidado de no apoyarse en mí mientras me lo acerca a la boca.
Le doy un sorbo sin levantar la cabeza y luego vuelvo la cara hacia él, observando cómo lo deja a un lado mientras yo lucho por tragarlo. Él me devuelve la mirada y yo contemplo sus ojos llorosos, moviendo mi dedo para pasarlo por la humedad que cubre sus mejillas y luego por sus labios.
—Estás llorando—, le digo, aunque estoy seguro de que él ya lo sabe.
Sus rasgos se tensan y vuelve a emitir ese sonido, inclinándose sobre mí para tocar mi frente con la suya.
—Pensé que te había perdido, cariño... Pensé que me habías dejado.
—Nunca dejarías que te dejara.
Asiente con la cabeza y deslizo mi mano hacia su nuca, atrayéndolo hasta que su boca roza la mía. Le beso y él me deja hacerlo, sustituyéndome cuando mis labios están demasiado cansados para moverse.
—¿Te acuerdas?—, pregunta, apoyando los antebrazos en la almohada a ambos lados de mi cabeza.
—Sí.
—¿Te duele?
—Sí—, admito, haciendo una mueca de dolor mientras intento mover un poco el culo hacia abajo. —Me duele mucho, joder, Jungkook.
—¿Dónde?
—En todas partes.
Gruñe en voz baja y alarga la mano para coger algún tipo de botón, pero entonces algo sucede y da un latigazo con la cabeza por encima del hombro, saliendo volando de mí un segundo antes de que nuestro padre lo lance de nuevo contra la pared.
—No—, intento gritar, pero todo lo que acabo haciendo es jadear en seco, con el pecho y las costillas apretándose dolorosamente mientras veo cómo rodea la garganta de mi hermano con las manos.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo?
—No estaba haciendo nada...
—¡Te he visto!—, ruge, justo en su cara mientras grita tan fuerte que hace que mi cabeza palpite. —Acabo de ver cómo te besabas con tu puto hermano, ¡maldito enfermo!
Jungkook le parpadea y papá le da un puñetazo a la pared junto a su cabeza, haciéndome saltar, luego me mira y me fulmina como si prefiriera verme muerto, su labio se curva mientras mueve su aterradora mirada sobre mi forma.
—Te lo merecías...—, me acusa. —Eres un jodido...
—¿Oficial Jeon?—, pregunta una voz femenina, y miro para encontrar a una bonita enfermera morena de pie en la puerta abierta. —Siento interrumpir, pero hay otro policía aquí. Quiere hablar con Seokjin.
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Dangerous love
Fantasy•Kookjin •Sinopsis dentro de la historia •Mención de otros shipss