5 -La tercera cinta

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—¿Tienes alguna idea en mente? —dije mirando a Nate unos minutos después de habernos ido del edificio del gobierno.

—¿Sobre qué?

—Sobre la cinta, tenemos que enterarnos de qué es lo que pasa.

—No sabemos dónde puede haber otra copia, solo sabemos que hay una en el despacho personal de la presidenta, no podemos colarnos así como así.

—¿Entonces?

—Las cintas eran enviadas a tres sitios al parecer, la sede del gobierno, nuestros cuarteles y los medios de comunicación. Si no podemos colarnos y nosotros no las tenemos no habrá de otra que ir a preguntar.

—¿Crees que nos lo dirán?

—Deberíamos probar, aunque tú tienes que descansar —dijo muy serio —Has pasado por muchas cosas.

—Estoy bien, iré contigo.

—Iré a dejarte al cuartel —repitió seriamente —Antes pasaremos por una de las cadenas, las otras dos las investigare yo solo.

—De acuerdo —respondí sabiendo que no iba a ceder.

Nate se giró para observarme, parecía que sabía que molestaba, pero también entendía su punto, solo era una novata, parecía que iba a decirme algo cuando su teléfono comenzó a sonar dentro de uno de sus bolsillos, lo sacó y contestó sorprendido.

—Hola, estoy algo ocupado ahora —dijo nada más descolgar, tras unos segundos más tarde en los que no mostro reacción alguna siguió hablando —Solo sigue el plan, no hay más por el momento, hablaremos más tarde.

—¿Quién es? —susurré yo intentando enterarme, el me miro sin contestar y tras mostrar un pequeño gesto de sorpresa siguió hablando.

—Lo discutiremos más tarde, yo te llamo cuando pueda. Ve preparándolo, no me parece mal —dijo tras colgar —Era un amigo, estamos preparando una fiesta sorpresa a su pareja.

—Oh, pensé que sería algo del trabajo.

—No solo soy un trabajador —rebatió riéndose.

—Lo sé, ¿Y a que cadena vamos a ir?

—Creo que no te gustará —dijo señalando por la ventana un edificio gigante de color amarillo a un lado de la carretera —El Klemp Récords.

—¿En serio? —respondí mirándolo mal —Es obvio que no nos lo darán ni aunque lo tengan, la presidenta los controla como quiere.

—Hay que asegurarse, nunca se sabe —Dijo él aparcando el coche enfrente y bajándose.

—Detrás de ti, entonces —dije bajándome y siguiéndolo. Mientras cruzábamos, se giró para mirarme y al llegar a la puerta me sonrió.

—Quiero que hables tú, ¿De acuerdo?

—¿Por qué?

—Digamos que es una prueba —dijo abriéndome la puerta para que pasara —Supérala.

Caminamos por un pasillo del mismo color que el exterior y llegamos a una sala bastante grande con varios recepcionistas. Había algunas personas alrededor esperando sentados o de pie. Los guardias se sorprendieron al ver que se trataba del sargento, pero en seguida volvieron a su usual semblante serio. Caminé hacia una de las recepcionistas libres y cuando estaba al lado levantó la cabeza para mirarme. Era un chico joven visiblemente nervioso tras darse cuenta de que era una agente.

—Buenas, ¿Qué necesita?

—Mi sargento y yo queríamos saber cuántas cintas del gótico han llegado a la cadena.

Los cimientos de la avariciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora