18 -La larga noche

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Me senté sobre la vieja cama de la pequeña habitación que había alquilado. A pesar de ser acogedora, se notaba que los materiales, aparte de ser antiguos, estaban deteriorados y no generaban mucha confianza. Tras unos minutos de reflexión, decidí que lo mejor sería descansar unas horas y salir nuevamente al anochecer. Caminar de noche parecía la opción más sensata.

Un rato después, y con mucha dificultad, logré conciliar el sueño. De nuevo, me encontraba en el bosque junto a Nate y Blake. Mi madre volvía a matarlos, y yo no podía hacer nada para evitarlo. Justo cuando estaba a punto de disparar, me desperté sobresaltada por un ruido.

Sopesé la posibilidad de que fueran sueños premonitorios, pero lo descarté al instante, dándome cuenta de que era una estupidez. Volví a escuchar el ruido y agudicé el oído para intentar identificar su origen. Abrí la pequeña ventana y pude discernir a algunas personas cerca de la puerta del hotel, portando armas y discutiendo acaloradamente.

—Yo digo que esperemos hasta el anochecer; será más sencillo —comentó un hombre con voz ruda.

—Tenemos la información ahora; si esperamos, tal vez no tengamos otra oportunidad —respondió una mujer.

—Bien, hagámoslo entonces —dijo el hombre, consciente de que no cambiarían de opinión.

Me pregunté de qué estarían hablando mientras intentaba ver mejor sus rostros. En ese momento, dos de ellos entraron al hotel, mientras otros tres esperaban afuera. Pude contarlos al alejarse unos metros de la puerta y dejar de estar cubiertos por el techo.

Me asomé un poco más, y una de las personas me miró, una mujer de baja estatura que se sorprendió al verme. Me señaló y habló con el chico a su derecha, ambos me saludaron. Entonces, escuché un golpe muy fuerte detrás de mí y, alejándome de la ventana, observé que la puerta a un lado estaba completamente rota. Un hombre con un hacha en la mano me miró desde la entrada y, con sus dientes amarillos, me sonrió mientras se acercaba con el hacha en mano. Intentó golpearme, pero lo esquivé. Aunque estaba sorprendida por lo que estaba sucediendo, me moví con rapidez y salté desde la ventana al tejado.

Pude observar que ya había oscurecido casi por completo, y si lograba escapar hacia el bosque en unos minutos, gracias a la oscuridad, podría esconderme de ellos. Mientras el hombre saltaba detrás de mí por la ventana, mucho más lento que yo, subí hasta lo alto del edificio. Deslizándome entre las desgastadas tejas de color rojo, salté hacia la parte trasera del hotel, mientras el hombre gritaba desde lo alto del tejado.

—¡Cogedla, que no se escape! —En ese momento, decidí cuál era la mejor idea y, mientras escuchaba a un grupo de personas corriendo hacia mí, salí a toda velocidad hacia el bosque, dando un rodeo para dirigirme hacia el norte.

Me moví entre los árboles con sumo cuidado, vigilando a mi alrededor e intentando pisar en lugares que no dejaran muchas huellas. Supuse que mis perseguidores sabrían cómo perseguir a alguien, dado que en su mayoría eran delincuentes que habían vivido allí durante mucho tiempo.

Pensé que estaría a salvo cuando escuché voces demasiado cerca. No tenía manera de esconderme ni de escapar con rapidez, así que salté hacia un árbol y trepé lo más rápido que pude, ocultándome en una rama densa entre algo de vegetación.

—¿Dónde se habrá metido? —preguntó la misma mujer que había visto antes desde la ventana.

—Ni idea, no puede andar muy lejos, pero si no la encontramos pronto, desaparecerá, casi oscurece.

—¿Esa cría se cree que puede aparecer aquí haciendo preguntas? Brenda nos pagará una buena suma de dinero por su cabeza.

—Ha dicho que la quiere viva, así que procura no matarla.

Los cimientos de la avariciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora