El Regreso (I)

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Observe por la ventanilla del taxi las calles de mi Bogota que tanto había extrañado en el poco tiempo que había estado afuera. Algo se sentía diferente, pero no eran estas calles, sino yo.
Doña Catalina me entendió cuando le expliqué que necesitaba devolverme para Colombia por la situación delicada que me esperaba, no quería cargar más a Nicolás con todo esto que no era más que mi culpa y solo mía. No me sentía lista para enfrentar a don Armando y a todos los enemigos que tenía en Ecomoda pero al final sabía que era algo inevitable, presente o no.
Aún se sentía tan raro verme así tan...distinta. Doña Catalina hizo que cambiara hasta mi guardarropa, por lo que me hacía sentir una mujer completamente nueva. El pensamiento de que pensaría Don Armando me inundó.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando vi como a un hombre lo sacaban a patadas y golpes de un bar. Dios mío... ese traje, su cabello, su rostro...

B: por favor, deténgase un momento -le pedí desesperada al taxista-

Me bajé con rapidez, no sin antes de pedirle que aguardará allí. Casi corrí hacia donde yacía el cuerpo del hombre que, aunque no quisiera admitir, aún amaba. Me arrodille en el suelo y toque su rostro lleno de golpes y sangre.

B: dios mío, don Armando. ¿Que paso? ¿Que hizo para que lo dejaran así, ah? Venga, hay que llevarlo a urgencias

A: esa voz...¿mi amor, es usted? Betty... -sus ojos me miraron con tristeza y esperanza-

B: vamos a urgencia, doctor. Usted está muy malherido

Ayude a que se levante del suelo y pase su brazo por sobre mis hombros. Quise comenzar a caminar hacia el taxi pero el se detuvo a abrazarme.

A: mi vida...mi Betty...¿que le paso a usted, ah? ¿Que se hizo? Se ve tan divina, mi amor

B: doctor, vamos, usted está muy tomado y herido. Voy a llevarlo al hospital y a llamar a sus papas. Por favor, vamos al taxi

A: ¿mis papás? -nego- dudo que vayan por mi, no quieren ni verme. Lleveme a mi casa, necesito...necesito hablar con usted. Ay, Betty. Usted vino hasta acá por mi

Lo ignore y lo lleve casi arrastrándolo hacia el taxi. Le di al taxista la dirección del apartamento de don Armando.

B: lo voy a dejar ahí. Deme su celular para avisarle a doña Marcela, no puede estar solo y en este estado

Cada palabra que salió de mi boca, dolia. Pero el se río.

A: Marcela...Marcela esta en su apartamento, Betty. ¿Acaso usted no...? -nego con la cabeza- nuestro compromiso esta roto, desde el momento en que usted se marchó. En que se fue de mi lado, en que me dejó

Me estremeció. ¿doña Marcela lo había dejado? Porque si por el fuera ese compromiso no iba a acabar. Eso yo lo sabía muy bien. Llegamos al destino. Me bajé y le abrí la puerta.

A: yo pago -intento sacar la billetera pero lo interrumpi-

B: no, doctor. Yo aún me tengo que ir a mi casa. Voy a llamar a...a... -aclare mi garganta- Mario Calderon, para que este con usted

A: no...no, ¿cómo así, mi vida? -el se bajó- quédese, yo la necesito usted. Necesito hablarle, por favor, yo...

Se desvaneció ligeramente y sentí horrible. Lo tomé en mis brazos y le pedí al taxista que entre mis cosas. Le pagué y el muchacho de la recepción me ayudó con el doctor a llevarlo a su apartamento mientras yo subía mi maleta. El lo acomodó en su cama y le agradecí. Deje mi maleta en la puerta, así podía volarme apenas el se encuentra mejor. Observe su espacio. Jamás había entrado aquí. Parecía bastante abandonado pero tenía un perro muy bonito. Cuando logre encontrar el baño lo revisé para encontrar un botiquín. Cuando lo encontré sentí de inmediato unas manos en mi cintura y por el reflejo del espejo pude ver que era el, que se había levantado.

A: Betty...mi Betty...no sabe cuanto -undio su rostro en mi cabello- cuanto la extrañaba, mi amor. ¿A dónde se me fue? ¿Donde estaba? La necesite tanto. Ya le perdoné todo, todo. No me importa que digan Marcela, mamá, papa, el estupido de Daniel... no me importa nada si usted está acá conmigo

B: doctor, déjeme curarlo. Venga, necesita descansar y dormir

A: yo la necesito a usted -me tomo de la mejillas-

B: -aparte sus manos- venga, déjeme ayudarlo

El se sentó en el inodoro y yo comencé a curar sus heridas. Estaba muy mal herido aunque ya no parecía tan ebrio ahora. El me miraba completamente embelesado, me incomodaba realmente.

A: ¿a dónde me llevaron a mi Betty? ¿Su capul?

B: no quiero hablar de eso, doctor

A: lo siento...solo estoy tan sorprendido. Casi no la reconozco. Esta divina, mi amor

Mi corazón latio con fuerza mientras me sonreía. Me aparte de el. No podía, no podía con el.

B: ahora vaya a descansar, si? Mañana se tiene que levantar temprano

A: ¿para qué? -se levanto- nadie me quiere allí, ya no tengo un lugar, usted lo sabe. Solo soy un fantasma que ronda la oficina, que la busca a usted...y usted está acá, está conmigo -me tomo de las mejillas- mi Betty... mi vida. Volvi a vivir, volví a la vida. Quiero decirle tantas cosas, quiero contarle, explicarle. Déjeme, si?

Su toque era insoportable para mí. Quemaba mi piel. Mi cuerpo lo extrañaba, mi corazón también...pero mi mente me decía que debía alejarme, que era malo, que todo lo que salía de su boca era mentira.

B: ya me tengo que ir doctor, mañana tengo que ir a Ecomoda a hablar con don Roberto y solucionar lo que hice

A: no, lo que yo hice, porque si hay algún culpable ese soy yo. Quédese, por favor...por favor, mi vida -susurro acercándose a mi rostro- la necesito... la necesito tanto

Sus labios rozaron los míos. Toda mi voluntad se estaba cayendo al piso. El hombre que había jugado conmigo, que me había pisoteado, usado y matado estaba frente a mi herido, solo y tomado. ¿Que podía hacer? Aún lo amaba, aún lo deseaba con cada fibra de mi ser.
Algo me decía que si tal vez me hubiera quedado en Cartagena podría haber formado una coraza más dura para venir acá y enfrentarme a todo esto, tal vez enojarme más o que pase algo más grave para decidir alejarme de su lado por completo. Pero ahora estaba en su apartamento, con sus manos en mi rostro y sus labios sobre los míos.

¿Que estoy haciendo?

What If... (YSBLF Version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora