No se vaya

903 58 44
                                    

¿Como había llegado a ese punto? Al punto límite de abandonar aquello que más deseaba en la vida, se atrevía a decir que lo único que deseaba para esas alturas. Estaba renunciando a la mujer de su vida, a su único anhelo, a su único rayo de sol entre tantas tinieblas.
Su semblante era frío y casi robótico para ocultar como estaba muriéndose por dentro al decir todas aquellas atrocidades que se vio obligado por el miedo de que aquel hombre se la llevara. Claro, aquella renuncia era la última chance que tenía de que ella se quedara y no se fue, y con suerte en algunos meses tener una oportunidad...pero bien sabia que si no funcionaba, la perdería para siempre...ya estaba resignado...

Ya se sentía muerto.

- Vea, de ahora en adelante podrá abrir la puerta de esta oficina tranquilamente por que no le va a encontrar. Puede pasearse por los pasillos de Ecomoda por que no voy a estar ahí para cruzarme con usted. Puede dejar el pánico de llega a su casa y de pronto ver que mi carro está esperándola, por que ya no lo voy a hacer más. Puede contestar todas sus llamadas porque no voy a ser yo quien la esté llamando...Beatriz, yo le juro, y se lo juro por lo más sagrado que a partir de este momento, para su alivio y mi infortunio, renuncio a usted

Todas aquellas frías palabras sonaban como la sentencia de muerte para Beatriz. No había querido admitirlo, pero la única cosa que la impulsaba el seguir cada día era saber que lo vería al hombre que tanto amaba y tanto padecía al menos de lejos, en un pasillo o un ascensor. Ella siempre se había conformado con tener pequeños pedazos de el, y ahora, inclusive con todo el dolor, seguía siendo así.

¿No poder verlo más en los pasillos? ¿No oír su voz en el otro lado de la línea? ¿No ver su carro fuera de su casa en un intento mas de buscarla? ¿No presenciar mas aquellos actos públicos de celos que la hacían sentir, al menos por un momento, querida, deseada?

Tal vez para el era una renuncia. Para ella, la muerte.

Quizás iba a cometer un error muy grande...como tal vez podria salvar la vida de muchas personas en la empresa, la de el...y la suya propia.

Si en Cartagena había padecido cada día su ausencia, ahora simplemente enloqueceria, se volvería loca. Necesitaba sus gritos, su neurosis, el perfume que dejaba en cada habitación o pasillo que presenciaba, sus ojos, su voz que la tranquilizaba inclusive aún cuando no era correcto.

Lo necesitaba a él. Necesitaba a Armando Mendoza.

Su estómago se contrajo al ver sus manos en las puertas con toda la intención de marcharse para siempre de su lado. Se levanto con rapidez de su silla.

- don Armando

La voz de la mujer hizo que se detuviera, quedando un momento inmóvil dándole la espalda y con las manos en la puerta.

- ¿a dónde se va? -pregunto con timidez mientras rodeaba el escritorio para quitar esa distancia que aquel mueble les brindaba-

- ¿eso importa, Beatriz? -repregunto, aún sin voltear-

- si...si importa -tomo aire- usted esta a punto de dejar la empresa a la deriva con la esperanza de que yo permanezca...¿y si no lo hago, que pasa? ¿Va a dejar su empresa, su patrimonio en manos del doctor Valencia?

El nego, finalmente volteandose para verla, sorprendido al notar que se había acercado un poco a el.

- Beatriz, si yo estoy acá o me voy no importa, aquí nadie me necesita, solo soy un fantasma que ronda intentando enmendar todo el daño que cause sin éxito...no, al menos con mi partida si voy a estar haciendo algo productivo: intentar que nuestro presidente permanezca

- ahí es donde usted se equivoca, doctor -cerro los ojos un momento, intentando encontrar las palabras que necesitaba para seguir. Al abrirlos, su corazón pálpito ante el brillo de aquellos ojos que la habían iluminado tantas noches. Ojos mentirosos y embusteros...ojos que necesitaba para seguir de pie, para la vida- si lo necesitan. Lo necesitan los empleados, los accionistas...yo lo necesito

What If... (YSBLF Version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora