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Podría decirse que Beatriz Pinzon Solano era una masoquista.

Le gustaba el dolor, el sufrimiento, las lágrimas, la tensión constante, los gritos y escándalos.

No había otra explicación coherente para lo que estaba haciendo en ese preciso momento: aterrizando en el frío Bogotá después de meses en el paraíso. No tenía lógica...o si, la lógica de su corazón.

Había pasado un año desde que Armando Mendoza había amenazado con irse lejos para tomar la presidencia. Ella lo había buscado y había hablado con el para que no se marchara, que se quedara y que con la condición de que no la molestara terminaría su mandato y entregaría su empresa saneada. El acepto, porque el aceptaría cualquier cosa de ella. En menos de 3 meses el suplicio había terminado y Ecomoda oficialmente paso al mandato de los Mendoza y los Valencia otra vez, la única condición que había pedido Beatriz fue conservar Terramoda para tener trabajando a su papá y a Nicolás en esa empresa, su petición fue concedida y así tanto ella, su papá y su mejor amigo dejaron la casa de moda para siempre...o eso creía ella.

Armando no la había vuelto a molestar durante esos tres meses por algo más que no fuera trabajo, pero si lo había hecho cuando apenas 2 días después del traspaso se enteró de manera clandestina (por Bertha) que ella había firmado con el francés y se iría a Cartagena con el. Los recuerdos estaban frescos en su memoria. Esa tarde había una lluvia torrencial y ella estaba entrando al aeropuerto cuando el, empapado y desaliñado, se apareció en la entrada del sitio rogando que se quedara, que la amaba y que si ella se iba con ese tipo el se iba a morir. Se arodillo frente a todo el mundo, abrazándose a sus piernas mientras lloraba por la única mujer que el había amado jamás, pero ella, aunque también estaba llorando, era incapaz de perdonar todo lo que había hecho, todo el daño que le había causado. Por eso cuando un guardia se acercó a preguntar si el la estaba molestando, ella dijo que si podían llevárselo.
El recuerdo quemaba. Los hombres de seguridad se llevaban a la rastras al único hombre que amó en la vida mientras gritaba desesperando por ella.

"-Mi vida, yo la amo a usted, ¿por qué no me cree?...yo se que me ama tanto como la amo y se que va a volver a mi, por que no la va a ser feliz como yo, nunca nadie va a tener lo que nosotros tenemos...y cuando se de cuenta yo voy a estar acá esperándola, ¿oyó, Beatriz? ¡por qué la amo y esperaría mil vidas por usted"

Esa había sido la última vez que lo había visto cerca de ella. Luego solo fueron algunas noticias que le llegaban, como la de que había vuelto a ser presidente y le estaba yendo bien, aparentemente. Jamás volvió con Marcela y jamás se lo había visto con otra mujer, mientras que con el doctor Calderon habían hecho las pases y se encontraba actualmente trabajando de nuevo en Ecomoda como vicepresidente comercial. Prácticamente todo había vuelto a la normalidad, a excepción de su jefe que, según las pocas conversaciones que había tenido con las muchachas, nunca había vuelto a ser el mismo. Se habia convertido en un hombre frío, desinteresado por el mundo, casi hasta infeliz. No sé lo veía con más compañía que la de don Mario y solo se había limitado a una vida social regular, normal...y no estaba muy diferente a ella.
Después de mudarse a Bogotá, Beatriz casi se había vuelto una muchacha aburrida, salía de rumba por compromiso porque de verdad no lo disfrutaba demasiado, siempre sintió que esa no era su gente. Su trabajo con Michelle era tranquilo, nada estresante y por demás cómodo; su departamento era bonito y tenía una buena vista a el mar, los días y las noches cálidas, la ropa diferentes, las personas diferentes. Inclusive, casi por manipulación de el francés, habían intentado el último mes tener una relación formal. Al principio fue difícil aceptar los besos de su nuevo jefe pero se acostumbró, como si de obligación se tratase...hasta que apenas la noche anterior le propuso ir al siguiente nivel: el quería hacer el amor con ella. Ese fue el punto de quiebre, pues Betty no lo deseaba ni al ni a ningún otro hombre y casi había enloquecido cuando el rubio había intentado tocarla. Esa misma noche entendió que todo era una farsa, que ella no disfrutaba con el, más bien se obligaba, así como se obligaba a ser feliz en su trabajo y su nueva vida.

What If... (YSBLF Version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora