3 de Abril del 2011
El sonido de mi celular me despertó, exaltandome y haciéndome caer de la cama.
Esto ya se me hacia costumbre.
Bonita forma de despertar, Hanna.Tomé mi teléfono que no paraba de vibrar de la mesa mientras The Strokes sonaba a un volumen alto.
Ni siquiera vi quien el nombre en la pantalla, eso ya lo sabía de antemano.
—¡Haz visto la hora que es!¡Es tardisimo!— ese grito fue lo primero que escuche en la mañana que desperté.
Entonces ella colgó.
Puse mi disco de The Beatles en mi pequeño estéreo de madera. De inmediato Yellow Submarine sonó dentro de las cuatro paredes grises qué me daban privacidad.
Mientras cantaba me puse unos jeans y mis botas negras. Hanna llegaría pronto y no tenía tiempo para bañarme hasta que eso sucediera.
Cinco minutos después ella ya había entrando en mi cuarto y se acostó boca arriba en mi cama mientras se texteaba con alguien.
—No tardes, debemos salir ya.— dijo Hanna enfocada en su teléfono celular. Su cabello caía en un par de bonitas trenzas.
—¿Vestido nuevo?.— pregunte con mi ceja arqueada.
—Sip.— dijo sonriéndome y mirando mis ojos oscuros —¿Te gusta?
—Mmm...—fue mi única respuesta .—Iré a bañarme.— agregué caminando al baño pero cuando llegué a la puerta me di la vuelta. —Se te ve genial. — y guiñe mi ojo.
Cuando acabé mi ducha rápida de cinco minutos, Hanna ya esperaba en el auto de mamá.
Era mi cumpleaños número trece y mi único deseo era un desayuno-comida en un buen lugar e ir al cine con Hanna.
Como mi madre Raquel trabajaba hoy hasta tarde nos llevo con ella al centro comercial en el que atendía una tienda de música. A las siete de la tarde debíamos ya estar en casa mi mejor amiga y yo.
Hanna planeó todo, aún cuando parecía sencillo.
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—¿Realmente no querías una fiesta? ¿O sólo fue por el dinero? Porque sabes que mis papás y yo podíamos ayudar. — me pregunto Hanna mientras tomaba su café Starbucks.
—Lo digo en serio, ¿Qué más podía pedir?— tomé su mano —Después de todo estuvimos viendo películas y ahora estoy con mi mejor amiga en ¡Starbucks! Tomando un té ridículamente caro, por cierto. —tomé un sorbo y mire hacia abajo esperando que cambiara de tema."Ayuda" nunca era lo que parecía.
—Bien, Emily. Lo entendí. No quieres hablar más de eso pero por favor no te quedes callada.— dijo Hanna casi llorando después de casi diez minutos. —Lo siento.— susurró antes de pararse de su silla rápidamente para ir al baño.
Esperé y esperé por ella pero pasó demasiado tiempo. Ya había acabado mi té y me dedicaba solo a mirar la pared.
Casi me levanté a buscarla cuando vi a Hanna caminar riendo hacia la mesa con su teléfono en su oido (fue muy extaño) y entonces colgó.
—Tenemos que encontrar un Seven Eleven.— dijo tomando su bolsa y su café para tirarlo en la basura —tengo entendido que no hay uno en el centro comercial, así que ¡Salgamos de aquí!
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Pringles>
Pensé a penas las vi en el pasillo del Seven Eleven que estaba cerca de la escuela elemental a la que asistíamos.
El delgado brazo de Hanna se estiró encima del estante para tomarlas antes de que yo pudiera siquiera darme cuenta.
Debí saber que Hanna conocía ya, desde hace casi dos años, mis movimientos a la perfección.
Volteó hacia mí y sonrío, inflando por quinta vez su goma de mascar en un globo.
—Iré a buscar un bote de basura.— me aviso segundos antes de salir de la tienda a tirar su chicle.
Esa era una regla que Hanna realizaba sin darse cuenta, solo cinco globos y a la basura.
—Tengo que comprar más.— dijo cuando regresó, moviendo la caja vacía de Trident en sus manos sin voltear e verme.
—Traeré algunas cajas, tú encárgate del refresco. No olvides que solo tomo... —
—Pepsi. Lo sé.— me interrumpio a media frase y eso me hizo sonreir tanto como a ella.
Ya habían pasado dos años.
—Yo iré por las gomas y los skittles. ¿Vale?.—
—Sip.— dijo exagerando inesesariamente la última consonante —Ya sabes. Que sean sabor...—
—Moras y Fresa. Yo también lo sé.— interrumpí yo ahora y ella solo pudo sonreir aún más.
La historia con Hanna era graciosa. La conocí cuando cumplí once años en medio la caja del centro comercial.
La razón por la que esto funcionaba es que ella era perfecta; como amiga, como persona y solo siendo Hanna.
Era una chica linda a toda letra, su color favorito era el rosa, su banda favorita One Direction, era cursi y agradable. Toda una chica hormonal.
Estaba enamorada de ella. Era muy linda, su cabello era rubio, largo y lacio. Sus ojos eran azules y su piel muy blanca.
Por eso era mi mejor amiga y por eso yo era la suya. Ella podía romper mi corazón si lo quisiera, sin necesidad de una relación amorosa.
—Solo encontré Coca-Cola—. dijo ella apareciendo por el pasillo en el que me había quedado parada pensando. Movía la botella de refresco en su mano de manera poco brusca.
Volteé a la caja y confirme lo que pensaba.
—Hanna, tampoco hay de tu goma de mascar.— dije haciendo una mueca. — Deja eso y salgamos de aqui.
—¡¿Qué hay de las pringles?!— dramatizó enfatizando cada palabra de la oración.
Sonreí y tomé su brazo para arrastrarla conmigo a fuera tan rápido que el bote de cartón cayó al piso antes de salir.
—¡Hagamos las cosas bien!¡Vallamos ahora a un Oxxo!.— grité con alegría mientras Hanna reía y brincaba dando aplausos pequeños y rápidos con sus manos.
Corrimos como los últimos 730 días; sin mirar atrás o deternernos. Cantamos Ain't it fun de Paramore camino bajo la luz azul apenas visible de aquella tarde en la primavera.
Estábamos a 3 de Abril, nuestro segundo aniversario.
—I could do this forever. Oh, oh, oh.— cantaba afinadamente Hanna dentro del tercer o cuarto Oxxo al que entramos mientras buscaba su jugo de naranja natural. —¡Listo! Ahora marchémonos— sonrío ella de nuevo.
Ella siempre sonreía.
Y entonces lo supe, ella era lo más cercano que en mi vida había tenido a una amiga. Era más que eso. Ella era la única que siempre lograba entenderlo.
Mis ojos se humedecieron al verla tranquilamente acomodando las botellas con sus etiquetas hacia el frente.
Era muy egoísta para saber que todo tenía que acabar pero querer no estar viva para cuando eso pasará.
—Espero que nunca te vayas de mi vida.— confesé encontrando un pequeño espacio en el nudo de mi garganta. Entonces me miró.
Puso una pequeña mirada de confusión y pronunció un "¿A que te refieres?" que no alcancé a escuchar pero pude decifrar.
—Te quiero demasiado. Prométeme que esto será para siempre.— entonces finalmente cerró la puerta del congelador.
—Lo prometo.— murmuró conmovida y me abrazó muy fuerte.
Algunas veces me pregunto si ella cruzó los dedos, porque dos años después, un día después de mi fiesta de cumpleaños nuestra promesa se rompió.
Ella se fue. Se fue a Nueva York.
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Uno
Teen FictionSostengo toda emoción que pueda traicionarme, debo elegirme a mí primero aunque sea para seguir con vida, aun así lo oculto para que sea imposible leer lo que pienso. Pasa todo en un microsegundo, en que entrecierro mi ojo y finalmente lo hago. Y di...