Capítulo 4

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3 de Septiembre del 2015

—Hey. — Ryan tocó mi vientre desnudo mientras intentaba darme la vuelta y dormir un poco más. — se hace tarde —. añadió, aunque el reloj en la mesita de noche apuntaba las siete de la mañana.

Sin importarme un poco moví su mano de un manotazo. Mis ojos se rehusaban a abrirse después de mi corto descanso.

—Déjame en paz. — logré murmurar una vez que su brazo ya no me aplastaba, pero él se las arregló bien para subirse encima de mí y por la falta de aire abrí ligeramente mis ojos y boca.

—Se hará tarde. — repitió haciéndome cosquillas y logrando que despertara por completo.

—¡Está bien! ¡Está bien! — reí de manera ruidosa y una vez que el bajó yo salí de la cama con la sabana cubriendo la parte superior de mi cuerpo con cuidado al recordar que solo usaba un brassier y unos shorts de licra cortos y entré corriendo al baño.

Hace más de doce horas había llegado a casa de Jack y avisado a mamá que me quedaría aquí, sin embargo, dormí hasta las tres de la madrugada y cuatro horas de sueño no eran suficientes para nadie. Mi cabeza pulsaba por la falta de sueño y comida, así que tomé una ducha rápido.

Una vez que salí del baño ya estaba vestida con ropa que Brenda me prestó a regañadientes y lista para partir al instituto. Y al bajar las escaleras supe que tardaríamos ya que Brenda y Ryan peleaban en medio de la sala entre susurros.

No fui lo suficiente entrometida para escuchar, ser amiga de Hanna dejaba costumbres y esta era una parte de ella. Solía decir que era de mala educación y aunque lo intentara, Hanna hablaba lo suficiente para llenar los espacios vacíos. Tal vez era efecto secundario de su trauma.

Volví a la tierra desde mis pensamientos cuando la chica con una actitud infantil golpeó el suelo y se cruzó de brazos dándose la media vuelta.

—¿Lista, Emms? — giro las llaves Ryan una vez que ella subió las escaleras y asentí rápidamente saltando del sillón para tomar su brazo y encaminarnos a la puerta.

Los quince minutos de camino al instituto fueron rápidos cuando platicaba con Ryan y entre bostezos cerraba los ojos poco a poco.

—Tienes que escoger un taller. — me había recordado por tercera vez en el día cuando estaba a punto de quedar dormida en su auto.

—Okey. — dije intentando descansar, pero supe que sería inútil. — ¿De qué van los talleres? Cuéntame.

Me acomodé en el asiento mirando a él.

—Puedes unirte a teatro, cinematografía, fotografía, música...— y aunque siguió hablando yo ya no escuche en ese momento.

Hanna. Había corrido dentro de mi mente, había tantas cosas que aun pensaba de ella cuando tenía la oportunidad. Para mí era normal preguntarme si estaba bien y desde la llamada telefónica para hablar de su novio no sabía si en serio estaba feliz o su alma estaba rota.

—Tomaré música. — dije interrumpiéndolo y notando como sonreía.

A los doce años Hanna había tomado unas clases de piano y cuando terminaba de aprender una pieza ella me hacía cantar juntas la canción de los acordes.

Besé su mejilla con un ligero rastro de barba de manera ruidosa, dejando una marca roja antes de entrar a clases de historia y resignada a pasar las peores horas de mi vida, pero no fue así.

—¡Maestra! — había gritado Brenda en la puerta cinco minutos después de que empezó la clase. — El director quiere hablar con Emily.

Y aunque logró convencer a la maestra, ella no logró convencerme a mí.

—Aléjate de Ryan. — me pidió de brazos cruzados al llegar al final del corredor.

No recuerdo lo que paso después de eso, pero realmente no me importó cuando solo le sonreí y caminé de vuelta al salón de clases.

Yo aún no sabía que primero él me iba a dejar.

—Debería sentirme alagada porque Brenda me ve como competencia, pero me siento mal por ella. — dije camino a casa con Jack.

Jack era mi mejor amigo así que hoy decidí contarle y él decidió que iba a escucharme. Además, era más sencillo si iniciábamos en el camino, me iba a ayudar con mi proyecto por lo que no tenía tiempo para contarle al hacer la maqueta.

—No creo que sea muy buena idea que tú y Ryan comiencen algo. — sorbio su malteada. — creo que él no sabe bien lo que quiere y va a volverte loca el tener que descifrarlo.

En ese momento yo no lo entendí, pero si pude sentir un pequeño golpe en mi estómago.

—¿Por qué lo dices? — cuestione despacio y cuidadosamente.

—Ryan es un patán de primera. Es mi amigo, pero es un patán.

—Me invitó a una cita doble con su amigo y la novia de su amigo. ¿Debo decir no?

—Puedes decir sí, tal vez soy yo quién se equivoca.

—¿Por qué lo haces tan difícil, Jack? — tomé mi cabello en mis manos y masajeé mi cuero cabelludo que de pronto me picaba demasiado.

—No necesitas estresarte. — me dijo.

Pero la vida nunca era tan fácil como Hanna me había hecho creer. No puedo culparla de su gran esperanza y su manera de ver las cosas cuando ella era quien pasaba largas horas viendo a un psiquiatra y años intentando superarlo.

—Lamento ser tu dolor, Emms. Pero tú me has pedido un consejo. Debes atenderte a las consecuencias.

Por mucho que lo odiase, asentí. Él tenía razón, yo siempre lo escogía por su sinceridad y no tenía por qué alterarme.

Después de todo, Ryan era un hombre y era adolescente. Tenía toda una vida para sentirse inseguro de sus emociones.

—¿Si esta tan confundido por qué me toma de la mano y me besa? — estaba muy irritada y se pudo distinguir en mi voz apenas deje salir las palabras.

Se encogió de hombros. — He dicho que es un patán.

Esa fue la primera vez que consideré el hecho de las personas siendo quienes decían no era.

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