Capítulo 5

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4 Septiembre del 2015

—¿Desde cuándo te molesta estar conmigo? — me preguntó Ryan indignado, pero más enojado con mi respuesta.

Se abalanzaron sobre mí unas ganas grandes de negarlo, pero aun así logré reprimirlas y dar un sorbo largo a mi café del mediodía.

—Yo nunca dije eso. — contesté cuando supe que ya tenía suficiente de mi bebida, sobre todo porque estaba consciente de que la incomodidad no dejaría que lo disfrutara más. — Pero estaré ocupada.

No mentí cuando lo dije. Después de conversar con Jack me di cuenta de que debía encontrar una manera de decir que no y no exponerme al dolor si él no me quería con sinceridad.

De cualquier manera, mamá me salvo pidiéndome un favor para ese día.

—No importa. — susurró finalmente con firmeza incluso cuando un segundo después salió de la cafetería y me dejó sola en la mesa. Yo esperaba que al menos intentara un poco más para así tener que convencer a mamá de que ya tenía algo que hacer.

Eso fue lo último que supe de él ese día más, sin embargo.

La verdad es que no me resistí a la oportunidad de sentirme abandonada y salí también apenas supe que no estaba cerca, pero camino a donde supuse, Jack se encontraba. Al no encontrarlo lo llamé.

No recuerdo las palabras que me dijo su contestador ese día, solo sé que media hora después lo encontré.

Estaba reclinada en su camioneta durante un tiempo solo pensando en Ryan y lo que se supone que sentí por él. Así que cuando Jack llegó me notó distraída.

—Ya se lo dijiste ¿Verdad? — preguntó abriendo la puerta de piloto y copiloto sin dejar de mirarme.

—Sí. Y ya sé que ya te lo dije. — pronuncié con mi mirada fija en un punto inexistente porque no quería que jugara con mi subconsciente hoy.

—Lo siento. — hizo una mueca y su voz sonó lastimada porque lo comprendió.

Yo me encontraba insensible todavía como para retractarme.

—Solo llévame a casa. — rogué abrazándolo.

Me quedé unos minutos fuera del auto y poniendo mis dedos índices en mis sienes y rascando mi cabeza me quedé por un momento.

Cuando me digné a subir Jack me dio una pequeña sonrisa de lástima que le devolví.

El tiempo a casa fue tan largo y frío que intenté sólo bajar del auto sin dar las gracias, pero él tomó mi brazo.

—¿Quieres hablar de ello?

—Sí. — dije en lugar de decir no como se suponía que haría para no enfrentarme a mis decisiones.

—¿Por qué le dijiste que no a Ryan si tu querías ir con él?

—¡No seas hipócrita! Tú me dijiste que le dijera que no.— medio grité y tomé mi cabeza en mis manos.

—Yo no dije eso. — se defendió. — yo dije que era un patán.

—¡Exacto! — subí mis brazos al aire.

—¡Tal vez yo también lo soy! — repitió mi acción.

Y aunque dure unos segundos incomoda, pude finalmente reírme de lo tonto que era mortificarme por algo así.

—¿De qué te ríes? — me pregunto Jack un poco anonado.

Negué y besé su mejilla rápidamente para salir del auto y entrar a casa.

La soledad de la habitación me trajo de vuelta mis pensamientos amargos.

Puse música por tres minutos, empecé a cocinar para distraer mi mente son lograrlo así que me tiré a la cama para dormir un poco alterada.

Estuve dando vueltas sin descansar hasta que logré no sentir ni soñar nada por la noche. Desperté cinco horas después cuando mi tía y mamá llegaron de trabajar gracias a sus risas, y aunque ya no estaba cansada me forcé a dormir otra vez para anestesiar mis sentimientos hasta la próxima mañana.

No tuve éxito.

—¡Emily! — gritó Lana entrando a la habitación. — Adivina que compré.

—¿Café? ¿Píldoras antidepresivas? — probé dando vueltas en la cama.

—¿Sucede algo? — me pregunto preocupada.

5 Septiembre del 2015

—Creo que quiere disculparse contigo. — mencionó Jack cuando se dio cuenta de que miraba a Ryan pasar por el pasillo.

—Esperaba que lo hiciese ayer, no hoy que ya no me siento culpable. — admití ignorando que él no se detuvo cuando nuestras miradas se cruzaron.

—Tomando en cuenta el hecho de que lo buscas con la mirada, yo diría que si lo haces. — razonó con voz molesta llena de burla en ella.

Lo miré con una ceja arqueada e infantilmente me di la vuelta a mi salón alcanzando escuchar a Jack carcajearse muy alto.

Aunque me encaminé al salón de clases, no llegue a asistir ese día. No cuando Ryan me detuvo a medio caminar.

—¡Emily! — escuche una voz a mis espaldas llamándome lo suficientemente cerca para hacer que mi cuerpo vibrara por completo de pánico.

Busqué en mi cerebro palabras y excusas nuevas para huir, pero él ya estaba casi encima de mi por lo que di una media vuelta despacio y lo encaré con mi expresión más calmada posible.

—¿Qué sucede? — me abstuve de cruzar mis brazos.

—Tengo que hablar contigo. — su respiración se encontraba entrecortada y entonces supe que había corrido a buscarme.

Tragué saliva. — ¿Qué sucede? — repetí. — Estoy a punto de tener clases ¿No te importaría hablar conmigo después?

—Es mi única clase libre. Tal vez mañana te lo diga. — respondió y yo solo me quede ahí viéndolo.

Tal vez duramos mucho de esa manera porque al no tener respuesta tomó mi mano y me arrastro a la cafetería para hablar.

—Quiero disculparme contigo. — soltó apenas mi trasero y el de él tocaron las sillas.

—¿Qué?

—Lo siento. Debí ser más considerado y debí entender que tenías planes más importantes.

Rodé mis ojos. — Te disculpo. Incluso cuando eres bueno haciéndote el inocente.

El rio y me contagió, pero las palabras que no le había dicho rondaban por mi cabeza.

—Pensé que si intentabas convencerme un poco más buscaría una manera de ir contigo.

Sólo se quedó callado, aclaro su garganta y se disculpó para irse.

Desde entonces dejó de importarme el salir con Ryan.

Como fue de esperarse, perdí mi clase y me atreví a vagar por toda la universidad, terminé sentada en la biblioteca y como no estaba haciendo absolutamente nada busque un ejemplar de Don Quijote.

Logré encontrarlo al contrario de mis pensamientos negativos.

No fui capaz de leerlo. Mi mente estaba pensando en Ryan y aunque creí que me dolía de cierta manera su rechazo, supe que no era así y que en cambia lo que me lastimo era mi orgullo.

Tomé el libro y corrí a clase con él en mis manos. Media hora después me sucedía que tampoco pude enfocarme y terminé sin hacer nada.

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