Un año había pasado desde aquellas vacaciones en la playa. Sydney y Joshua seguían juntos, trabajando para el DPI. Chris, Juan y Thadeus se habían convertido en la nueva familia del sicario, junto a Izzy y su esposo, quienes básicamente lo habían adoptado junto a su gato.
Por primera vez en años, él temía a la posibilidad de salir a trabajar y no volver a casa. La idea de beber en exceso y despertar muerto lo asustaba. No quería herir a alguien en uno de sus ataques de ira.
Su humanidad y moralidad, dos cosas que creía haber perdido para siempre, habían regresado.
Era raro.
Sus pesadillas también habían disminuido y sus flashbacks repentinos, perdido su intensidad. Ahora ya no confundía el presente con el pasado, Apenas se desprendía un poco de la realidad. Él consideraba esto un gran avance. Y también lo hacía Joshua, quien prácticamente se había mudado a su departamento, a vivir con él y su gato.
Sydney estaba feliz, en paz con su vida privada. Y eso se reflejó en su trabajo. Su precisión, rapidez y eficiencia al matar a sus objetivos habían mejorado considerablemente. Sus distintas maneras de ejecutarlos, se habían vuelto más creativas también. Los demás agentes del DPI encontraban sus métodos un poco peculiares, bordeando cómicos, pero no se quejaban de nada. De hecho, algunos hasta encontraban a las obras del sicario divertidas. Ver a los bastardos que habían investigado por meses pagar por sus crímenes nefastos era satisfactorio.
La última misión de Sydney había sido un claro ejemplo de lo mucho que él estaba disfrutando su oficio. Sabiendo que el pedófilo al que mataría le tenía un miedo intenso y paralizante a los payasos, él se había disfrazado de uno, metido a su casa por la noche, y asustado repetidas veces antes de ejecutarlo. El DPI había confiscado los vídeos de la cámara de seguridad de la casa, y un pequeño clip de Sydney caminando a hurtadillas por el garaje de la residencia antes de aparecerse al frente del criminal se viralizó en el buró.
—¡Me encanta trabajar junto a Ronald McDonald! —James Worth, uno de los detectives que trabajaban en el DPI, comentó.
Ambos estaban almorzando en el comedor de la sede del DPI cuando el vídeo del veterano comenzó a circular.
—¿Qué? —Joshua se rio, confundido, y el muchacho metió su celular al frente de su rostro.
—Míralo, ¡está usando overoles amarillos y peluca roja! ¡Es Ronald McDonald!
—¡¿Ese es Sydney?!
—¡El Santo Sicario en persona! —el joven se rio y apartó el teléfono de nuevo—. Ahh... Después del día horrible que hemos tenido, esto fue necesario.
—¿Día horrible? ¿Qué pasó?
—Encontramos otro esquema de tráfico sexual más... Rescatamos a cerca de 22 chicas, todas menores de edad, y eso es bueno, pero... —James suspiró, entristecido y molesto—. También encontramos algunos cuerpos debajo de la casa donde todas estaban detenidas.
—¿Cuántos? ¿Y por qué no me enteré de esto?
—Estabas en reunión, jefe. Y en total, fueron diez cuerpos. Estamos tratando de identificarlos.
—¿Y los culpables?
—Tenemos una lista, pero aún falta gente... Estamos trabajando en ella.
—Así que tengas los nombres, házmelo saber.
—Sí, señor —James intentó hacer un saludo militar, pero terminó golpeando su platillo al bajar la mano y se ensució la ropa—. Mierda...
Joshua sonrió y sacudió la cabeza. Le ofreció su servilleta al joven y se levantó de la mesa, ya habiendo terminado su almuerzo. Volvió a su despacho y trabajó en silencio por algunas horas. Tenía varios documentos a los que revisar y correos a los que contestar, así que eso hizo. Eventualmente, el detective reapareció por ahí, a entregarle la lista solicitada.
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Santo Sicario
AcţiuneUn militar retirado con un pasado trágico decide cobrar venganza de todos aquellos que lo hirieron cuando joven y descubre su verdadera pasión en la vida: mandar al infierno a matones y abusadores. © TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS