Tentaciones

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muchos crecemos con la abstinencia, creandonos miedos insensatos a explorarnos y gustar de nuestros propios deseos, hay puntos de nuestra vida donde el cuerpo pide a gritos atención, las hormonas crecen, los deseos retumban en la cabeza y aquellos "peligros" de los que te advirtieron dejan de importar en algún punto, te exploras, empiezas a saber que te gusta que no te gusta, empiezas a crecer en ti mismo.

siempre envidie eso.

Siempre se me enseñó el deseo como una señal para el pecado, el infierno eterno, pero siempre me fue difícil. Dios tampoco fue muy sensato conmigo, una rara condición, hormonas qué parecen desatar un infierno en mi misma, y aquellos espasmos qué pasan por el cuerpo dando esa sensación de necesidad insoportable, debí crecer con eso, mis años adolescentes no lo mejoraron, fueron años reprimidos sensaciones qué evite, qué aun evitó.

Claro que eso no significo qué sea una mojigata, siempre estuve rodeada de hombres al menos desde que llegué al internado a los trece años, justo en ese tiempo llego a mis manos lo que puedo considerar como la primera mujer que vi sin nada, salimos a una excursión al pueblo entramos a una tienda y de alguna forma Gus encontró una revista, la escondió y la llevo al internado, nos la mostro a hunter y a mí, no entendí si era incomodidad, o gustó aun no lo entiendo, sentí una corriente qué atravesaba mi cuerpo, no comentamos mucho esa noche, hunter dijo algo como "pobrecitas, han de tener frío" y gus solo menciono lo mucho que le gustan las mujeres, olvidamos el tema.

Pero no termino ahí, por alguna extraña razón para el lado masculino del internado es fácil obtener este tipo de cosas, ya sean películas, fotos, revistas, videos. Y no es la mejor forma de aprender, es irreal, pero de alguna forma entendí que podía gustarle a las chicas, como tocarlas donde hacerlo, qué punto era el perfecto, pero nunca sentí aquella necesidad de satisfacerme con lo que mis ojos veían, era estimulante claro, pero en mi mente no cabía esa posibilidad.

Hasta que mi locura se cruzó por enfrente, había aprendido a apreciar la belleza femenina en cualquier mujer, pero, con amity no debía intentarlo, ni yo ni mi cuerpo, no dire que en cuanto la conocí sucedió, sonaría depravado, sin embargo, supe apreciar lo hermosa que era, y llegar a la cúspide viendo su ser como algo más que romántico, llegué a creer que tenía el cerebro fundido, pero amity fue lo que yo llame fantasía en algún punto, causaba estragos, era fuerte, inteligente independiente, su cuerpo es, por no excederme en términos grotescos, hermoso. Y incluso me regañe mentalmente por haber bajado mi vista más allá de lo permitido, de lo normal, de lo que esperas de un santo, y tuve aquellos deseos de saciarme en su nombre, pero siempre fueron interrumpidos por mi pensamiento, el hilarante "te iras al infierno" y ahora que el infierno es lo que menos me preocupa, mi pensamiento me tortura con "no le gustará lo que verá", por desgracia mi ojos se embellecen con lo que ven, se regocijan en dicha, es demasiado incluso para alguien quien se supondría,tendría fuerza de voluntad de Dios.

Pero no se puede culpar al alma qué ya ha visto el cielo, vi a mi debilidad entregarme su ser sin miedo, vi desnuda a la que yo considero la perfección en el planeta tierra, no solo eso, toque, probé y besé lo que quise, y ella con su tacto imperdible y su miedo casi inexistente, no se me negó, disfrutando de ella, eso hicimos ambas, disfrutamos, yo de su ser y ella de mis deseos a su alma.

Pero no disfrutamos de mi, yo no estoy en ese cuento, no soy parte de ese juego.

—¿Quieres ayudarme san Flanders? —ordenó amity mientras trataba de sacar su maleta del maletero, eso me recordó qué estaba enojada, y ya nisiquiera entendía el porqué, al principio creí que era por nuestro "incidente" en el coche, sin embargo después de sentir el clima cálido qué ofrece el campo su mal humor empezó más pesado—¿siempre hace calor en este lugar?—

En Casa SantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora