Parte 6

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En la tarde del mismo día.

Narrador Omnisciente

Aún era de tarde, Catherine estaba en el escenario tratando de tocar, o aprender, mejor dicho, su compañera la experta le estaba dando clases, realmente sonaba espantoso.

-No, Catherine ...Así no- Decía Nadia - ¡Cathy! Lo estás haciendo mal. -

- ¡Pero!, ¡ush!, ¿Cómo lo hago entonces? - Ella estaba perdiendo la paciencia al igual que yo.

-Vamos, tú puedes, tienes la suerte de tener un violín. -Dijo ella un poco desanimada.

- ¡Entonces se lo regalo!, puedes usarlo cuando quieras, pero yo también podré usarlo de vez en cuando, para seguir intentando. - Creí que ella se merecía más ese violín que yo, Nadia ya tenía ese don ... Ella se puso muy feliz y me pidió permiso para retirarse así tocaría en un lugar privado sola. Le dije que sí.

- ¿Tú a donde irás? - La miré y respondí mientras me sentaba en el suelo.

- ¿Yo?, oh, me quedaré aquí, me gusta estar en silencio por un rato. - Ella asintió y se fue. Como siempre, miraba a mis alrededores, nunca me cansaría de la belleza de esta ópera, la ópera Garnier. Hasta que dirigí mi mirada hacia aquel lugar, ese palco.

Él estaba ahí, mirándome fijamente sin hacer movimiento alguno, verlo así daba unas vibras extrañas. Cuando se percató de que ya sabía de su presenciase dio la vuelta levantando su gran capa y se fue.

- ¡Oiga!, ¡No se valla! - Me levanté de un salto y corrí en dirección a los pasillos que llevaban a los palcos. Cuando entre a este él ya no estaba, ¿A dónde se había ido?, quizás hay una puerta secreta por aquí dentro. Me acerqué hasta las sillas, la bolsa que había dejado hoy ya no estaba, sonreí, espero que haya sido él y no alguien de la limpieza.

- ¿Hola?, ¿Sigue ahí? - Dije cerca de la viga, escuchaba ruidos del otro lado, miré alrededor de esta, tenía marcas, quizás también salía por ahí. -Parece que se me escapó . . .- Dije en tono de desilusión con una sonrisa pícara mientras simulaba que mis pasos se alejaban, me los quité con cuidado y me escondí entre las cortinas rojas.

Se escuchó un chirrido, ¡Abrió la puerta del escondite!, no pensé que se creería semejante estupidez. Aguanté mi risa. Él se sentó en el asiento, tenía una bolsa, ¡Era mi bolsa! Oh por dios, sacó una medialuna, arrancó un trozo, estaba comiendo, salí lentamente de la cortina, la puerta secreta estaba abierta y él no se daba cuenta de mi presencia.

El ruido de la bolsita hacía que mis pies no se escucharan, entré a la viga y la puerta se cerró, estaba oscuro.

Narra El fantasma.

Escuché la puerta de la viga cerrarse, realmente no me tomaba por sorpresa ya que esta tenía un mecanismo para que se cierra sola. Seguí comiendo las medialunas, las había encontrado dentro del palco en una bolsa, alguien se las había olvidado al parecer. Pasaron tan solo unos segundos cuando me percaté de algo.

. . . Había unos zapatos de mujer y un sonido de la puerta interna se cerró, me levanté rápidamente y presioné un resorte escondido que abría la puerta, entré en silencio e iba a tomar la antorcha que estaba a un costado, había desaparecido, bajé las escaleras de caracol.

- ¡Maldita sea! - Corrí en la oscuridad, poco a poco mis ojos se fueron acostumbrando. No encontraba por ninguna parte a la mujer, pero en cualquier momento lo haría ya que en este sector no había muchos pacillos.

- ¿Dónde te encuentras maldita? - Me estaba enfadando cada vez más, fui en busca de mi lazo de Pendjab, cuando lo encontré lo enrollé en mis manos y seguí buscando a mi intrusa.

{Lazo de Pendjab: Es un nudo corredizo pero mortal, El fantasma lo utilizaba para estrangular a sus víctimas}.

Por un momento pensé que quizás se tratase de mi amada Christine, ella tenía unos zapatos parecidos, pero, ¿Por qué razón me engañaría de esta manera? Si me lo pide con gusto la llevaría a las profundidades de la ópera, a mi casa. Llame a su nombre.

- ¡Christine!, ¿Eres tú? - Seguí y seguí llamándola, ella respondió.

- ¡Si mi ángel! - Su voz sonaba levemente más aguda.

- ¿Dónde estás, amada mía? - Miré a mi alrededor, la podía escuchar en el mismo sitio que yo, pero no estaba por ningún lado. Sonreí y le dije con emoción -Ya entendí, ¿Quieres jugar conmigo?, nunca he jugado con alguien.

Narra Catherine

Luego de haber entrado a aquel lugar mi había llevado una antorcha para iluminarme, bajé por unas escaleras caracol y llegué hasta aquí. Me había dado cuenta de que él me estaba siguiendo.

-Dios ... ¿Ahora que hago? - Miré hacía arriba, había una gran columna de matera, esta no sostenía nada así que lance la antorcha lejos de mí y trate de subirme, cuando lo logré él apareció, estaba nombrando a Christine así que le respondí imitando su voz. Él creía que estaba jugando así que le seguí la corriente.

-Si . . .Si mi ángel- Tenía miedo, él tenía una soga enroscada en una de sus manos.

- ¿Por qué me dices así?, desde una semana que no me llamabas así, llámame por mi nombre, Erik. - Él me buscaba con la mirada por todos lados. Erik . . . Ese era su nombre . . .

-Oh, si, cierto Erik. Vamos a jugar, tú tienes que esconderte muy, muy lejos, y yo te buscaré, ¿Sí? - Él se reía, parecía un pobre imbécil. Realmente parecía ser un hombre serio.

-Bien, bien ¡Ya me escondo! - Y se fue corriendo, me bajé lo más rápido que pude, la antorcha aún estaba prendida en el suelo, estaba al final del pacillo, fue hasta allí y la tomé, Erik estaba oculto allí, se lanzó hacía mí. Grité del susto, el me sostenía estaba sonriendo hasta que me miro al rostro y se alejó espantado.

- ¡Tú! - Su voz cambió a una amenazante, su mirada estaba llena de odio- Lo golpeé y salí corriendo.

Tengo que salir de aquí

Tengo que salir de aquí

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El Fantasma de la Ópera GarnierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora