Las profundidades de los sótanos.
Cuando ellos bajaron el persa le advirtió a Raúl:
- ¡Mantén tú mano a la altura del rostro en todo momento! – Raúl obedeció. Y se adentraron cada vez más a las profundidades de los sótanos oscuros. Al principio todo iba bien, el persa conocía muy bien por donde debía ir, pero mientras pasaban los minutos se notaba más y más confundido, le parecía que el camino no era el mismo. Algo andaba mal.
- Raúl, mantente a la defensiva en todo momento, creo que el camino no es el mismo, quizás sea una trampa de él. – Dijo el persa mientras mantenía su mirada hacia delante. Los pasillos estaban deteriorados, el olor a humedad era casi imposible de aguantar, además del calor que se empezó a sentir de un momento a otro.
- ¡Dios Santo!, ¡Que calor que está haciendo! – Dijo Raúl entre suspiros.
- Tiene razón, Raúl. Hace mucho calor, es extraño... Las pocas veces que bajé hacía bastante frio. – Contestó extrañado de la situación.
Luego de casi media hora el calor se hizo más intenso y a lo lejos una extraña luz se movía inquietamente. El persa se detuvo de inmediato y observó la luz que se hacia cada vez más grande.
- Oh Dios...– La luz no estaba creciendo, ¡Se estaba acercando muy rápido! Ante este suceso el persa se da la vuelta. - ¡Corramos! – Y empezaron a correr ambos con gran desesperación. Detrás de ellos se podía oír como la extraña llama se acercaba, y junto a ella un horrendo ruido la acompañaba, era como si millones de tenedores rallaran una pizarra gigante.
El pasillo por el que corrían parecía que no tenía fin, era muy largo, en una oportunidad giraron por otro que se les apareció por arte de magia, pero la llama seguía detrás de ellos. Parecía que esta decía algo, pero Raúl y el persa solo se concentraban en escapar. Desgraciadamente la extraña llama de fuego los alcanzó y los acorraló a un costado del largo pasillo.
- ¡Déjenme pasar! ¡Soy el mata ratas! - Era un hombre tapado en llamas, sus ojos eras gigantes ¡Que feo que era!
Detrás de él, unas pequeñas bolas negras se escabullían y se acercaban a los pobres hombres acorralados. Eran ratas, las ratas que traía el hombre de llamas.
- ¡Que asco! – Gritó Raúl, las ratas estaban subiendo sobre ellos, eran gigantes.
- ¡Agh!, ¡Fuera! – El persa trató y trató de quitárselas sin ningún logro, estaban aferradas a ambos. Luego, el hombre de llama dijo:
- ¡Déjenme pasar!, ¡Apártense!, o los penderé fuego. – De pronto, una fuerza extraña empujo al persa y Raúl hacia la pared de en frente, las ratas seguían sin soltarlos.
- Gracias – Dijo el "monstruo" mientras la pared en la que estaban antes se habría como por arte de magia. El hombre llama desapareció por aquella entrada, y sus ratas se fueron con él dejando al persa y Raúl en paz al fin.
Cuando el ruido de las ratas, la llama y el calor no estuvieron más presentes, ambos hombres guardaron silencio, no entendían nada de lo que habían visto, aunque al persa no le sorprendía tanto como a Raúl.
- ...Ahora lo recuerdo – Dijo el persa. – Erik me contó de él hace mucho, pero aquel hombre se encuentra muy lejos del territorio del fantasma. –
- ¡Dios mío!, parece de película, ¿Cómo es posible que algo así exista? – Preguntó el joven.
- Hay cosas peores que esa, Raúl, aunque parezca imposible. – sonrió el hombre. – Algún día te contaré del alma en pena de una hermosa joven que ronda por algún lugar de los sótanos. – agregó por ultimo y continuaron su recorrido, después de varias horas habían retomado el camino correcto para llegar hasta donde se encontraba cautiva Christine.
Luego de aproximadamente 3 horas el persa se detuvo frente de una pared, esta tenía un pequeño agujero deforme que quedaba a la altura de la cadera. Ambos quedaron en profundo silencio.
El persa suspiró y al fin dijo:
- Creo que... llegamos – Y mirando a Raúl sonrió secamente. – Bueno, realmente no estoy seguro. –
- ¿Cómo?, pero, ¡No entiendo!, ¿Cómo que "cree" ?, ¿Cómo es eso de que no esta seguro? – Raúl se impacientaba, el deseaba poder encontrar al fin a su amada.
- Tranquilo, joven. Yo jamás crucé por aquí, solo he visto a Erik pasar por este agujero y supuse que debe ser la entrada al pasillo directo de su casa oculta. Bueno, basta de hablar y entremos. – No debían de dar tantas vueltas, el tiempo era esencial en esos momentos. El persa se asomó y con una linterna de gas alumbró.
- Creo que tendremos que saltar, parece ser un "poco" hondo. – Dijo resaltando "poco", porque esa palabra no bastaba para la altura en la que se encontraba en hoyo, pero no quería asustar al joven. – Yo saltaré primero, luego yo te atraparé. – Luego de que Raúl escuchara estas palabras iba a decir algo, pero el persa no le dio tiempo y lo dejó solo, este ya había saltado y de fondo se escuchó un ¡Poom!
Raúl se asustó y se asomó por el agujero, abajo veía la linterna de gas y al persa, este se estaba limpiando la suciedad de su parte trasera. Parecía que había caído sentado, pobre hombre.
- ¿Se encuentra bien? – Dijo Raúl preocupado. El persa solo lanzó una suave carcajada nerviosa y respondió:
- No se preocupe por mí, estoy bien, solo fue una... pequeña caída. – Tomó aliento – Ya no demoremos más, ¡Salta, joven! – Dijo poniendo la linterna de gas en el suelo y extendiendo sus manos hacia arriba – Yo te atrapo, tranquilo.
- Bien... Ahí voy – Dijo Raúl dudoso mientras se preparaba para pasar por el agujero.
Cuando cruzó cayó repentinamente al vacío, por suerte fue atrapado por el persa como lo había dicho, aunque aún así cayó un poco fuerte. El polvo y la tierra se levantaron.
En cuanto el polvo y la suciedad dejaron de molestar, el persa tomó su linterna nuevamente y alumbró el lugar, esto no parecía ser un pacillo, más bien, era una habitación, muy extraña...
- ¿Dónde estamos? – Preguntó Raúl confundido y desorientado, en las paredes circulares de la habitación ambos se veían reflejados, por todos lados. También había un gran árbol ... de hierro, en este colgaba una soga.
<< ¿Qué era todo esto?, ¿Acaso son... espejos?, ¿Por qué hay un árbol de hierro?>>
Ambos se preguntaban lo mismo. Y sus dudas eran ciertas. Estaban rodeados de espejos que cubrían de pies a cabeza la habitación circular.
El persa se preocupó y lo primero que pensó luego de esto fue que se trataba de una trampa del Fantasma.
- ...Es una trampa. Nos engañó. – Rechinó sus dientes de la ira e inmediatamente empezó a buscar alguna puerta entre aquellos espejos, pero nada, no había nada. Dirigió su mirada al joven Raúl.
- ... ¿Estamos atrapados? – Dijo Raúl angustiado mientras también ayudaba al persa para tratar de salir de allí, perecía que no tenían escapatoria y el agujero por el que habían entrado estaba muy alto como para alcanzarlo. ¿Qué iban a hacer ahora?, aunque parecía una simple trampa, resultaba ser algo mucho más horrible. Solo que nuestros personajes no saben lo que les espera.
Los minutos pasaron y nada. Raúl se sentó en el suelo, apoyado contra el gran árbol y ambos quedaron en silencio.
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El Fantasma de la Ópera Garnier
RomansaCatherine, una joven de 17 años llega como bailarina a la Ópera Garnier dónde vivirá junto a sus compañeras. Luego de la desaparición de la cantante Christine durante toda una semana despierta sospechas en ella, así que decide investigar sobre aqu...