Narra Catherine
Cuando abrí aquella gran puerta me encontré con un lugar destrozado, los muebles y telas en el suelo, pareciera que alguien los tiró y los golpeó, miré al rededor mientras me adentraba al desorden, Erik no estaba aquí. Traté de llamarlo, tenía un poco de miedo.
-... ¿Erik? - Mi voz era temblorosa, seguí avanzando y entré a una especie de habitación, allí había un gran órgano y en el centro un... Un... Ataúd, se me congeló la sangre, nunca me gustaron y ver uno en una habitación me daba terror.
- ¿Erik?, ¿Estás aquí? - Me fui asomando lentamente al ataúd, veía un bulto extraño dentro, mis piernas temblaban. Cuando estuve lo suficientemente cerca me llevé una sorpresa, ¡Había sábanas!, eso era muy peculiar, cuando me di la vuelta para salir de ahí lo vi a él, estaba tirado detrás de la puerta.
- ¡Erik! - Grité mientras me acercaba a él y me arrodillaba en el suelo. Apoyé su cabeza en mis piernas, creía que estaba muerto.
Todo su cuerpo estaba tan débil, pálido, sus labios partidos, su máscara cubría las demás partes de su rostro. Por un momento iba a quitársela, pero habló con dificultad:
-No te lo permito...- Su voz ya no era la misma. Me alegré de que él no estuviese muerto.
- ¡Erik!, Tranquilo, aquí estoy, voy a ayudarte. - Me iba a levantar, pero el me sujetó del brazo.
- No...Déjame morir aquí, ya no quiero vivir- Me sentí mal al escuchar sus palabras, pero de todos modos me levanté y puse mis brazos entre los suyos para arrastrarlo y sacarlo de esa habitación.
-No digas estupideces, no puedes morir por una mujer- Él pesaba bastante, su cuerpo era mucho más grande que él mío, yo era muy pequeña. Cuando lo saqué de la casa lo apoyé en la pared.
- Quédate aquí, voy a ordenar un poco adentro y buscar algo que puedas comer, estás flaco. - Realmente no sabía que podría encontrar para comer.
- ¿A dónde crees que iré? - Tenía razón, apenas podía hablar. Yo entre nuevamente a la casa y levanté los muebles, algunos estaban rotos, ordené las telas y las acomodé rápidamente en una esquina, el lugar era elegante, estilo Don Juan. Entre por una puerta que me llevó a una "cocina" había unas canastas con frutas, jamón, quesos y al lado un pequeño estante con vinos finos. Parecía ser un loco del vino. Tomé la canasta con fritas la dejé en una silla, salí afuera nuevamente.
-Listo, no quedo muy bien, pero no es mi culpa- Le dije mientras lo sujetaba y lo arrastraba nuevamente hacía dentro, él se quejaba un poco.
- Realmente no entiendes cuando te dicen las cosas. - Parecía estar enojado.
-Claro, di lo que quieras, pero aquí estoy, ahora vas a comer. - tomé unas uvas que estaban en la canasta y las acerqué a su boca, el apartó su boca.
-...No me gustan las uvas- Dijo molesto.
- ¿Entonces por qué las tienes? - Que imbécil. - Comételas- Él suspiró y accedió a comerlas, en ninguna ocasión me había mirado a los ojos.
-No entiendo que estás haciendo aquí, ¿Olvidaste cómo te saqué la última vez? - Seguía comiendo.
-...No, pero, sé que yo me busqué eso. Quería pedirte perdón por aquel suceso- suspiré - Además, te mentí, no soy amiga de Christine.
Él me miró al fin, sus ojos eran tan azules y hermosos.-Ya no importa, yo también te pido perdón, no debí sujetarte del cabello. - Yo sonreí mientras a la vez estaba algo molesta.
-Bien, pasado pisado. ¿Tienes sed? -
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El Fantasma de la Ópera Garnier
RomanceCatherine, una joven de 17 años llega como bailarina a la Ópera Garnier dónde vivirá junto a sus compañeras. Luego de la desaparición de la cantante Christine durante toda una semana despierta sospechas en ella, así que decide investigar sobre aqu...