Capitulo cinco : Rhaenyra IV

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El imponente castillo se alzaba debajo de ellos, bajo un cielo nublado y ennegrecido, Rhaenyra guió a Syrax quien desmontó con elegancia y delicadeza a las afueras de los muros de la fortaleza, con Seasmook siguiendo sus pasos unos metros más atrás. Ocho guardias estaban parados firmes frente a las puertas, listos para escoltarlos todo el camino.

Lord Boremund Baratheon se encontraba parado firmemente esperando con un semblante serio y cortés, a su lado se encontraba su hijo Borros, al ver al hombre, Rhaenyra sintió una ganas inmensas de dárselo a Syrax, y también una impotencia tan grande, estaba entrando al último lugar que su pequeño bebé visitó antes de su injusta muerte, su único consuelo era que el cielo no pintaba para una tormenta.

Ella había visto el carácter de Lord Boremund, cuando fue hospedada para elegir entre sus pretendientes, fue reprendida por el hombre cuando hizo la insinuación de burla acerca de lo mal que estaba que Lord Beric Dondarrion se presente como pretendiente. Sabía que había un resentimiento presente por el hecho de que ella fue nombrada heredera y que a su sobrina le fuera negado el título.

Laenor tomó su mano y juntos caminaron por las escalinatas, Lord Boremund y su hijo, hicieron una reverencia al tenerlos frente a frente.

—Princesa, es un honor para nosotros recibirla aquí. —Rhaenyra sonrió falsamente ante la cortesía del hombre, no por él claro, si no por el lugar y por su hijo.

—Estamos encantados de pasar un tiempo aquí, mi Lord. —fue Laenor quien habló y sin más los invitaron a pasar.

El salón del trono estaba lleno, había gente por todos lados, eran los vasallos de las tierras de la Tormenta, Rhaenyra se obligó a sonreír y ser encantadora, pues era uno de los rasgos que más había destacado en ella, todos siempre estaban alabando su encanto.

Aunque antes de pasar al salón principal para la bienvenida con la cena, fueron llevados a los aposentos designados, ya en la comodidad de estos, Rhaenyra suspiró tristemente.

No puede evitar pensar en Lucerys entrando a esa misma sala, sabe que su niño enfrentó con valentía su muerte, pero no puede evitar sentirse culpable. ¿Cómo iba saber ella? Rhaenys le había asegurado que Bastión de Tormentas se pondría de su lado, por eso mandó a su dulce niño aquí.

Pero la culpa no es suya, no ella sabe que no es su culpa, esta tal vez sea la única muerte de sus hijos de la que no se culpa, Aemond es el culpable, él le quitó a su hijo, no tuvo ni siquiera un trozo de su ropa para llorar, el maldito incluso le arrebató eso, no dejo nada de su bebé, con justa razón Daemon estuvo tan furioso, el no derramar sangre era un límite, Aemond lo rompió y eso le costó su vida y la de su sobrino Jaehaerys.

Ojalá que a su muerte, haya ardido en los siete infiernos el muy desgraciado.

Ella no cree que la muerte de Jaehaerys sea justa y tampoco estuvo en su sano juicio cuando Daemon planeó su venganza, estaba dolida con el corazón en mano deseando acabar con su vida y la guerra. No pensaba en las consecuencias. No pensó en el dolor que esto le generaría a otra madre porque estaba concentrada en el suyo, porque quería que alguien pase el mismo dolor que ella estaba pasando. Lo único que quería era a otra persona que la entienda y sienta el mismo desgarro por el cual la obligaban a pasar. Que los verdes vivieran el mismo dolor por el que su familia estaba pasando. Quería venganza. Que alguien grite hasta que se le acabe el aire como ella lo hizo, que caigan de rodillas sintiendo como su mundo y parte de su vida se desmorona, que las lágrimas nublen su vista y caigan sin control como la lluvia, que sus ojos ardan y se irriten como si alguien hubiera derramado limón en ellos, quería que sientan su rabia, furia e impotencia.

Quería que alguien este tan destrozado como ella lo estaba.

Ella y Daemon, tuvieron modos distintos de afrontar el dolor de la pérdida, donde Daemon se volvía loco y vengativo, ella lloraba hasta derrumbarse por ambos. Y cuando ya no le quedaron lágrimas, solo se perdió en el silencio, se volvió amargada, dura y fría, porque ya no tenía motivos para ser encantadora, dulce y amable.

The dragon princess Donde viven las historias. Descúbrelo ahora