Capitulo once: Rhaenyra VIII

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Los días de ajetreo por el nacimiento de Lucerys, fueron igual de agobiantes que con Jace, pero la simpatía que todos le mostraban, se sintió bien, eran como brasas de esperanza floreciendo en su corazón.

Ser Elmo Tully había llegado a ella junto a su esposa con la terrible noticia de la pérdida de Lord Rickon Stark y sus hijos, fue entonces que supo que tenía que ir al Norte y enviar una carta al Señor de Winterfell presentando sus condolencias; era lo mínimo que podía hacer, después de todo su hijo Cregan Stark había sido amigo, aunque poco tiempo, de su amado hijo, Jacaerys y además le habían prometido sus espadas y el Norte había luchado por ella. Se merecían el mismo apoyo.

Iba esperar que pasen unos días más antes de mandar la carta, solo porque desde que finalizaron los torneos y banquetes, Alicent no le había quitado la mirada de encima, incluso había logrado meter a dos de sus sirvientas entre las suyas.

Con dos bebés ahora la princesa necesita más apoyo —había dicho en la cena familiar de anoche —; si estas de acuerdo querido esposo, estoy dispuesta a dejarle dos de mis mejores muchachas.

Su padre, había sonreído ante la iniciativa de "paz", como él lo llamó, de su esposa —Eso sería maravilloso, Rhaenyra las necesita.

Si la reina esta convencida, entonces las acepto —tuvo que decir, porque de otro modo Alicent hubiera podido insinuar cosas que darían paso a las habladurías.

Por la mañana ambas mujeres jóvenes estaban entre su corte, Rhaenyra las envió a trabajar como ayudantes de sastrería, lejos de su familia, aunque suficientemente cerca para no levantar sospechas.

Después del desayuno, Rhaenyra se sentó en uno de lo muebles y miró a Laenor y Jacaerys, ambos estaban sentados sobre la alfombra en el suelo, su hijo estaba intentando levantarse sobre sus pies apoyándose en las rodillas de su padre.

Kepa, Kepa —avisó a Laenor, quien sostuvo las caderas del pequeño dándole a Jacaerys la confianza y estabilidad que le faltó para ponerse de pie.

Lentamente Laenor lo soltó y Jacaerys volteó a mirarla con la alegría brillando en sus ojos, ella aplaudió y le dio una sonrisa llena de orgullo.

Ñuha rūs umāzīt? (¿Vienes, mi bebé?) —extendió sus brazos hacia Jacaerys sonriendo —Ñuhon trēsy rēbās (Camina, hijo mio)alentó ella, sintiendo emoción al ver a su bebé caminando hacia ella.

Camino cinco pasos, antes de que Laenor tuviera que ayudarlo a estabilizarse, y otros cuatro antes de aferrarse a las telas del vestido  sonriéndole mostrando sus pequeños dientecitos. —Muña —murmuró con alegría.

—¡Vean eso! ¿Lo viste Harwin? —Ser Harwin asintió con una sonrisa cálida y un mirada orgullosa, hacia Joffrey, mientras ambos miraban la escena con emoción.

—Pronto tendrá una espada en sus manos listo para ser el mejor caballero—dijo Harwin.

—Y el mejor Rey —añadió Joffrey acercándose a levantar a Jacaerys que sonrió al verlo —, claro después de nuestra bellísima Reina.

Rhaenyra sonrió con calidez, Ser Harwin se acercó a ella y beso el dorso de su mano.

—Bella y osada —dijo el caballero mirándola a los ojos —, después de todo es jinete de dragón desde su séptimo onomástico.

—Recuerdo que mi madre, Lady Lonmouth decía que los Targaryen tienen una belleza peligrosa, una en la que puedes quemarte de forma literal y figurativa —dijo Joffrey mirando entre Laenor y ella —, puedo decir con certeza que no se equivoco.

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