Capitulo siete: Rhaenyra V

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La mirada de disgusto en su rostro divertía a Laenor más de lo debería, había sido idea de este celebrar su onomástico en la fortaleza y en su momento le pareció genial, no contaba con que los meses de embarazo la volverían irritable, debió haberlo esperado, pasó por lo mismo seis veces. Dado que no se podía arrepentir a este punto solo respiro y trato de estar lo más calmada posible.

—Solo falta la corona y estará lista princesa. —Rhaenyra asintió y con un gesto ordenó que trajeran su cofre de joyas.

Las puertas se abrieron y su tía la princesa Rhaenys entraba con una sonrisa y un cofre en las manos.

—Rhaenyra —saludó —. Tengo algo para ti.

Rhaenyra miro con interés a la princesa, con delicadeza tomo el cofre de sus manos y lo abrió.

Tuvo que ahogar un jadeo cuando vio que dentro estaban las joyas de su madre, junto a una hermosa corona de rubíes y diamantes.

—Tu madre la usó cuando cumplió quince primaveras —Rhaenys se acercó para tomar el objeto de sus manos y colocarlo en su cabeza —. Recuerdo que estaba tan feliz porque al fin tenia una hija, ese mismo año habías nacido y tus padre estaban tan felices que cada celebración por más mínima que fuera se convirtió en memorable, Viserys le regaló esto en su onomástico junto con muchos vestidos dignos de una Reina.

Contuvo las lágrimas que picaban en sus ojos y miró a la mujer de cabellos negros como la noche, tenía una sonrisa melancólica.

—¿Por qué las tomaste? —agradecía que lo haya hecho, así Alicent no tendría oportunidad de hacerlo.

—No me pareció correcto dejar todo ahí y sabia que si Viserys se casaba de nuevo la nueva consorte —Rhaenys sonrió y acomodó su cabello —, no las hubiera apreciado o lucido como tú.

—Gracias. —necesitó de un poco de ayuda para levantarse y abrazo a sí tía con gratitud.

En los dos meses que había estado en la fortaleza se negó a salir más de lo necesario, prefiriendo la seguridad y tranquilidad de sus aposentos. Además no se veía capaz de volver a mirar a Aemond no desear que muera.

No se iba engañar, ni ocultar sus pensamientos o sentimientos hacia ese engendro que había criado Alicent. Lo deseaba muerto, quería que arda en lo más profundo de los siete infiernos. Estaba tentada a enviar a alguien y poner veneno en su comida, no estaba dispuesto a endulzar su ser, solo porque era un niño. Lucerys también lo fue y no por ello Aemond se compadeció de él. Sin embargo sabía que tendría su momento, que llegaría a vengarse por lo que Aemond le hizo pasar. Porque Rhaenyra nunca iba olvidar el dolor de perder a Lucerys, se sintió como lava quemando su vientre.

Pero ahora era necesitaba salir de la burbuja y ser encantadora porque todos estaban allí para celebrarla a ella.

Laenor se acercó a su madre y se ofreció a escoltarla hasta sus aposentos, la princesa se despidió de ella y antes de irse colocó una mano en su vientre abultado, Rhaenyra pudo sentir al bebé moverse más cerca del toque cálido, sonrió sintiendo a Jace.

—Ya falta poco para conocerte. —la princesa sonrió y se fue de allí con una sonrisa.

—Se ve hermosa princesa, tan parecida a su madre. —Elinda sonrió y le dio un abrazo reconfortante.

—Gracias. —Elinda se despidió de ella para ir con su familia y ser presentada junto a ellos.

Ella era lo más cercano a una amiga que tenía, y confía mucho en ella, es la única de su corte de doncellas que renuncio a ser Señora de una casa noble y prefirió quedarse con ella como  su Dama de compañía.

The dragon princess Donde viven las historias. Descúbrelo ahora