SABRIELLE
Casi no dormí en toda la noche. Mi madre pensaba que era por la emoción de la boda, y Adabrielle insistía en que se debía a la proximidad de mi compromiso. Pero ambas estaban equivocadas, lo que me emocionaba era la adrenalina de estar por hacer algo tan peligroso como necesario. La sensación me resultaba abrumadora, pero a la vez estimulante, mucho más de lo que había imaginado que sería al leer novelas de aventuras.
Aunque he de reconocer que en mis novelas jamás una heroína había tenido que liberar a un troll. Y seguramente tampoco infiltrarse en una mazmorra vestida de gala. Llevaba un vestido beige con puntillas y bordados en oro, corsé, falda doble hasta los pies y zapatos de baile. Era la peor elección de vestuario que alguien podría hacer para efectuar semejante maniobra, pero iba a tener que lidiar con ello.
Con motivo de la boda, gran parte de la guardia se había movilizado hacia el amplio patio central donde se llevarían a cabo los festejos a lo largo del día, por lo que el número que quedaba a cargo de las mazmorras era menor que el habitual. Había escuchado que a causa de ello no podrían hacer la rotación de cuadrilla al mediodía para salir a almorzar, y que serían los mozos de cocina quienes les llevarían la comida a sus puestos para que no tuvieran que abandonarlos y quedaran sin vigilancia.
Y eso me había dado una idea.
Durante el desayuno, me escabullí hasta la habitación de mis padres. Cogí el vial con la poción somnífera que bebía mi madre para dormir por las noches y continué a hurtadillas rumbo a la cocina. Busqué con la mirada a los cocineros de Vilen Saem que nos habían acompañado para preparar los platos de nuestro reino, y les pedí que cocinaran una receta típica para los guardias en agradecimiento por la dedicación de su trabajo.
Luego de la ceremonia nupcial y antes de que comenzara el vals, me ausenté con la excusa de ir al baño, y me desvié rumbo a la cocina con el vial de somnífero en la mano. Al verme entrar, dos de los cocineros dejaron sus tareas y se acercaron a saludarme con una reverencia. Yo respiré hondo, esforzándome por no dejar en evidencia mi nerviosismo. Al menos eso era algo que las princesas practicábamos a diario y que se me daba bastante bien.
—¿Habéis preparado la receta?
—Sí, princesa Sabrielle, ya está todo listo.
—Perfecto. ¿Dónde está? —Miré a mi alrededor buscando la olla—. Quiero probarla antes de que la sirváis.
—Como desee, princesa. Sígame, le serviré una porción.
—Oh, no, dime cuál es y lo haré yo misma. Estáis demasiado ocupados con el banquete, así que vosotros dedicaros a eso.
Asintieron y me condujeron hasta una de las mesas de piedra sobre la que reposaba una enorme olla de barro, para luego alejarse con otra reverencia y continuar con su trabajo. Al sacarle la tapa, un exquisito aroma a marisco me inundó las fosas nasales. Pero tenía el estómago tan cerrado a causa de los nervios que no pude probarlo. Así que hice la mímica con un cucharón y, solo por si alguien me descubría agregándole el contenido completo del vial, fingí cara de "oh, le falta sal", y me incliné para coger el salero de encima de la mesa.
El corazón se desbocó dentro de mi pecho convirtiéndose en la banda sonora de aquella escena.
«Tranquila, Sabrielle, tú puedes. Esto es fácil, solo échalo dentro, como si nada».
Conteniendo la respiración, destapé el vial y lo vertí dentro de la olla fingiendo que le echaba sal. Inmediatamente después dejé el salero sobre la mesa y tapé la olla. Me giré con disimulo para comprobar si alguien me había visto hacerlo, pero todos estaban tan inmersos en su trabajo que nadie parecía estarme prestando atención. Hasta que uno de los cocineros que me había recibido se volvió hacia mí y se acercó con una sonrisa.
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La Princesa y el Cortejo del Príncipe de los Trolls
Romance¡EN FÍSICO 2025! ☆☆☆☆☆ Durante las celebraciones de la boda de su hermana mayor en Érfensten, la princesa Sabrielle de Vilen Saem encuentra una celda oculta más allá de los jardines del castillo. Lo que ella no imagina es que el prisionero que le h...