CAPÍTULO 6: DESESPERACIÓN

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CRILAC

—No digas eso, sí que puedes.

—Me estás pidiendo que me meta en una mazmorra llena de guardias de la Corona, robe unas llaves y libere a un prisionero. ¡Es una misión imposible!

—No te lo pediría si no creyera que eres capaz —contesté, y aunque yo mismo dudaba de ello, intenté convencerme también a mí.

—Lo dices porque quieres que lo haga, no porque lo creas.

—Lo digo porque es cierto. Sería un sinsentido por mi parte pedirle a una humana de Vilen Saem que se meta a las mazmorras de Érfensten, si pienso que van a atraparla antes de llegar a mí.

—Quizás lo haces para eso, para que los dos reinos humanos se enfrenten y luego podáis atacarnos cuando nadie se lo espere.

—¿Eso es lo que crees tú? —Bufé, moviendo la cabeza a ambos lados—. Que te atrapen también a ti no me beneficiaría en nada, ya que si lo hacen querrán saber qué te he dicho y si alguien más conoce mi ubicación. Eso expondría mi única posibilidad de salir de aquí sin que nadie se entere.

—Entonces, lo que pasa es que estás desesperado.

Estuve a punto de negarlo, de gruñirle que no volviera a repetir tal ofensa, pero no pude porque era cierto. Apreté los puños, y con la mandíbula tensa, no me quedó más remedio que aceptarlo.

—Sí, estoy desesperado.

Ella se quedó en silencio, y yo busqué una vez más con la mirada aquel ventanuco en lo alto de la pared.

—Estoy desesperado —continué—, porque no hay nada que yo pueda hacer, más que aguantar hasta que me maten los guardias o lo haga la guerra, más tarde o más temprano. En cambio, tú sí que puedes elegir, y la decisión que tomes no solo definirá lo que suceda con mi vida, sino con la paz entre trolls y humanos. —Respiré hondo, soltando todo el aire en un ronco suspiro, y bajé la mirada hacia mis propios puños, apretados, conteniendo la frustración que sentía—. Créeme, no me expondría así ante ti si no fuera cierto lo que digo. Ayúdame, Sabi, a regresar a mi reino y a evitar una guerra que ninguno de los dos queremos.

Se hizo el silencio, y el canto de un pájaro a lo lejos fue lo único que recibí por respuesta. Pero aunque la mujer no hablara sabía que seguía allí, podía oler su aroma, podía sentirla del otro lado. Apoyé mi espalda contra la pared y aguardé.

—Está bien, te ayudaré —dijo al fin, y se movió haciendo que un par de piedras sueltas rodaran repiqueteando sobre las rocas—. El domingo, después de la boda, estarán todos pendientes de las celebraciones, o eso espero. Puedo intentarlo durante la mañana. Cuando noten que no estás te buscarán sin demasiado revuelo. Solo tengo que pensar cómo llegar hasta el tablero de las llaves sin que nadie me vea...

—Faltan dos días para el domingo —solté, maldiciendo que el tiempo pasara tan lento dentro de aquella celda deprimente y oscura.

—Lo sé. Es muy poco tiempo para planificar semejante maniobra, y más aún teniendo en cuenta la importancia de que todo salga bien.

—No lo digo por eso. —Levanté una mano para echarme el pelo hacia atrás, y me quedé mirando hacia arriba, hacia el ventanuco sobre mi cabeza.

—¿Por qué lo dices, entonces? ¿Es que acaso te parece mucho?

—Te lo parecería a ti si llevaras ya veinte días encerrada aquí dentro... Pero tampoco lo digo por eso, sino porque Bielan regresará mañana a interrogarme.

—Oh, va a torturarte otra vez... Lo siento.

No respondí y ella tampoco agregó nada más. Ambos nos quedamos callados, ensimismados en nuestros propios planteamientos. Desconocía los suyos, pero me habría conformado con que, en su cabeza, el caos mental no fuera tan grande como dentro de la mía. Y no lo digo por el riesgo que suponía lo que íbamos a hacer, sino porque en medio de toda aquella locura, había algo en lo que no podía dejar de pensar: en ella.

—¿Volverás mañana? —pregunté rompiendo el silencio, convencido de que debía asegurarme de que regresara, que no se arrepintiera y me dejara allí, nuevamente solo.

—No lo sé. No es tan fácil como escapar del castillo sin que nadie me vea, para llevarle comida a un troll prisionero...

—Inténtalo —le pedí, y respiré hondo antes de continuar—, por favor. La comida de tu madre y tu voz son lo único que puede arrancarme del pozo de odio e impotencia en el que caigo cada vez que los guardias aparecen. Esto... Esto te lo pido por mí, Sabi.

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La Princesa y el Cortejo del Príncipe de los TrollsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora