SABRIELLE
No supe por qué lo hice, por qué solté la manta para que Crilac me viera desnuda. Supongo que, de alguna manera, quise brindarle al menos eso, un instante en el que pudiera recibir de mí una mínima parte de lo que se suponía que la novia debía ofrecer al novio durante el cortejo.
Luego de aquello, nos dormimos frente al fuego compartiendo la cama pero sin siquiera rozarnos. Por eso me sorprendió tanto cuando, a la mañana siguiente, desperté con el brazo de Crilac rodeando mi cintura, con su cálido pecho contra mi espalda, y su... Mi primer pensamiento fue que debía levantarme cuanto antes, coger mi ropa y huir, pero inmediatamente después, mi otra mitad dijo: "no, tú te quedas exactamente donde estás, Sabrielle".
Todavía no estábamos casados, pero lo estaríamos en apenas un par de días, y después de todo, aquello no era, ni mucho menos, perder la virginidad. Así que, esforzándome por convencer a mi corazón de que no me delatara, me quedé allí con su cuerpo pegado al mío, su calor sobre mi piel y la presión de su erección contra mi muslo.
Pero segundos más tarde me arrepentí, o algo parecido, cuando al acomodarse, los labios de Crilac rozaron la piel de mi clavícula. Me estremecí al instante, y me sorprendió el hecho de que, en vez de alejarme de él, lo que realmente quería era quedarme allí.
Las imágenes del sueño que había tenido la primera mañana, al despertar sola en su cama, se colaron sin permiso haciéndome sentir un involuntario cosquilleo en el estómago, que no tardó en descender hacia mi vientre y más abajo. Un silencioso suspiro escapó de mis labios y, entregándome a aquella sensación, cerré los ojos. Soñar con Crilac había sido una experiencia por demás novedosa (y escandalosa, claro está), pero tenerlo allí ahora, tan cerca y tan... dispuesto, hizo que la sensación de humedad entre mis piernas fuera incluso mayor. Jamás me había sentido así, y aunque no podía evitar pensar que lo que estaba haciendo estaba mal, era incapaz de ignorar las reacciones de mi cuerpo tan cerca del suyo.
Los labios de Crilac volvieron a rozarme la piel, haciendo que aguantara la respiración, y sin siquiera pensarlo me arrimé hacia atrás buscando su calor, como si lo que deseara fuera derretirme entre sus brazos. Entonces volví a sentir el roce de su boca, esta vez sobre mi cuello, y cómo se convertía en un beso que hizo que abriera los ojos de golpe.
«¡Está despierto!».
Me incorporé de golpe, avergonzada, y me cubrí con la manta como si eso pudiera borrar la sensación de su cuerpo contra el mío, de su beso en mi cuello y el frío que ahora sentía allí donde antes había sentido su calor. Nos miramos, e iba a reclamarle lo que acababa de hacer, pero preferí quedarme callada. Después de todo, había sido yo la que había provocado aquello.
—¿Por qué te alejas? ¿Y por qué me miras así? —preguntó él, incorporándose de lado sobre uno de sus codos.
—¿Así cómo?
—Como si tuviera la culpa de algo.
Sí que la tenía, la culpa de hacerme perder la cabeza con tanta facilidad. Incluso entonces, mis pensamientos intentaban escapar a la sensatez, deteniéndose en detalles como la firmeza de sus pectorales, las líneas y runas blancas y negras que dibujaban sus costados hasta perderse debajo de la manta con la que cubría su entrepierna, como si de esa manera su erección pudiera pasar desapercibida.
—Olvídalo. No debería haber pasado.
Algo en sus ojos cambió al escucharme, y terminó de incorporarse hasta quedar sentado.
—¿Por qué me miras tú así? —pregunté yo esta vez, afianzando la manta sobre mis hombros.
—Porque si empezamos un tira y afloja como este, vas a terminar volviéndome loco, Sabi.
—No hemos empezado nada —me apresuré a responder, avergonzada.
—¿Ah, no?
—No, claro que no.
Mi respuesta hizo que se tensara, aunque fue apenas perceptible, pero lo noté. Apartó la mirada y se pasó una mano por el pelo echándose las trenzas hacia atrás. Parecía frustrado. Cuando volvió a mirarme no fui capaz de escapar a sus ojos. Abrió la boca para decirme algo, pero cambió de opinión y, sin agregar nada más, se levantó de la cama y comenzó a vestirse.
Luego de ese episodio no volvimos a hablar del tema. Crilac se mostró distante durante toda la mañana, y pasó la mayor parte de la tarde con la reina Achkal tratando asuntos relacionados con la sucesión del trono. Faltaba poco para el atardecer cuando sonó el cuerno, anunciando el inicio de la tercera prueba: la de la tierra.
Mis padres estaban sentados con la reina Achkal y el príncipe Rowann, quien había logrado cambiar su hosca actitud hacia los trolls. Adabrielle se encontraba a mi lado, observando entretenida el cuadrilátero de lucha en el que pelearían. Crilac estaba unos metros más allá, hablando con Kadar. Al parecer, él había sido uno de los guerreros seleccionados por la reina para pelear contra su hijo.
—Mamá me ha dicho que sospecha que habéis discutido. ¿Tiene razón? —La voz de Adabrielle cerca de mi oído hizo que me sobresaltara, y me giré para mirarla, sorprendida además de que mi madre fuera tan perceptiva.
—No, no exactamente... ¿Por qué piensa eso?
—Porque dice que ayer, cada vez que miraba a Crilac él te estaba mirando a ti. Pero hoy ha evitado hacerlo durante todo el día.
—Es porque... —Dudé, intentando encontrar las palabras—. Porque está concentrado en la pelea.
La risa de Kadar llegó hasta nuestros oídos, y mi hermana sonrió, mirando en su dirección y luego de vuelta hacia mí.
—¿Ha pasado algo entre vosotros dos, hermanita? Me refiero a que, durmiendo juntos..., dos noches seguidas...
—¡No! ¡Claro que no ha pasado nada!
—Pues no sé a qué esperas. Ojalá Rowann y yo hubiéramos tenido la misma oportunidad que vosotros.
—¿Cómo puedes decir eso? —me quejé entre risas—. La reina Achkal lo ha prohibido, y nuestra reina madre se moriría del disgusto si se enterara de que no he llegado virgen al matrimonio.
—Entonces es por eso, está clarísimo.
—¿Qué cosa?
—La razón por la cual tu príncipe no te mira: porque quiere besarte cada vez que te ve y no puede hacerlo.
—¡Adabrielle! Creo que te has pasado un poco con las novelas románticas, ¿no te parece?
—No. Lo que a mí me parece es que a Crilac le cuesta más no besarte que pelear contra cuatro trolls.
Quise reclamarle lo que acababa de decir, pero me mordí la lengua. Justo en ese momento, el príncipe se giró hacia mí y nuestros ojos se encontraron. Sin apartar la mirada caminó hacia nosotras, pero mi hermana se alejó conforme él se acercaba, y cuando llegó hasta mí estábamos solos.
—¿Ya va a empezar?
—En breve.
—¿Contra quienes pelearás?
—Kadar, Roric, Bashkan y Cor. —Alzó una mano para señalar hacia donde se encontraban, charlando animadamente del otro lado del cuadrilátero.
Me sorprendió ver que los otros tres eran incluso más grandes que Kadar, quien ya de por sí era enorme.
—¿Por qué tienen que ser cuatro?
—Representan los signos cardinales y las estaciones del año. Luchando contra los cuatro, el novio demuestra que está dispuesto a proteger a la novia desde todos los frentes y en todo momento.
Respiré hondo, y al soltar todo el aire lo hice con un largo suspiro. Por razones obvias, la idea de que cuatro trolls quisieran golpear a Crilac al mismo tiempo no me parecía buena. Mucho menos teniendo en cuenta que aún no se había recuperado del todo de sus anteriores heridas.
—No hay nada que pueda decir para disuadirte de hacerlo, ¿verdad?
Negó con la cabeza.
—No necesito que pruebes nada, y mucho menos de esa manera.
—El que lo necesita soy yo.
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La Princesa y el Cortejo del Príncipe de los Trolls
Romance¡EN FÍSICO 2025! ☆☆☆☆☆ Durante las celebraciones de la boda de su hermana mayor en Érfensten, la princesa Sabrielle de Vilen Saem encuentra una celda oculta más allá de los jardines del castillo. Lo que ella no imagina es que el prisionero que le h...