SABRIELLE
Envuelta en la manta no paraba de caminar de un lado al otro frente al hogar, nerviosa. Cada vez que escuchaba un ruido afuera, por más pequeño que fuera, miraba hacia la puerta para comprobar si se trataba de Crilac. Lo que habíamos compartido durante la prueba del aire había sido tan íntimo que no era capaz de dejar de pensar en ello, en él. Aún podía sentir los labios del troll sobre los míos, sus manos atrapando las mías entre la arena, el deseo de fundir mi cuerpo con el suyo hasta estallar de placer...
La puerta se abrió, y yo, como si acabara de entrar en pánico, me metí en la cama cubriéndome hasta el cuello. Cerré los ojos con fuerza, quizás si me hacía la dormida tendría unos minutos más para... Para nada. Sentí el peso de Crilac sobre el colchón, y cómo levantaba un extremo de la manta para meterse debajo. El corazón me latía más rápido que nunca.
—¿Nerviosa, princesa?, ¿un poco más que de costumbre? —Se rio.
Abrí los ojos, encontrádome frente a frente con los suyos. Estaba recostado de lado sobre un codo, cubierto solo hasta la cintura. El pelo húmedo le caía suelto hacia atrás, y me observaba como si pudiera atravesar la manta con la mirada. Respiré hondo intentando convencerme de que no tenía razones para estar nerviosa. Aunque en realidad las tenía, enormes razones...
—Pues sí.
—¿Por qué?
Crilac deslizó su brazo bajo la manta. Antes de que me diera tiempo a responder, a pensar, a nada, me tomó por la cintura y, con un solo movimiento, me atrajo boca arriba más cerca de él robándome el aire. Sus ojos descendieron a mis labios y se relamió, haciendo que me olvidara de lo que estábamos hablando.
—Porque...
Con la mano aún sobre mi cintura, se inclinó haciéndome presa de su cuerpo. Estábamos tan cerca que podía sentir el sube y baja de su respiración contra mi pecho, y ya no había manta alguna que se interpusiera entre su piel y la mía.
—Sabi —susurró sobre mis labios, y luego me besó, despacio.
Interrumpí el beso con un jadeo, al sentir su erección contra mi cadera, avasallada por su cercanía y por todas las sensaciones que me invadían de pies a cabeza. Crilac sonrió, y volvió a relamerse, como si aún pudiera saborearme en sus propios labios. Comenzó a descender la mano sobre mi contorno, siguiendo la curva de mi cintura hasta llegar a la cadera. Yo cerré los ojos. Él llevó su caricia aún más lejos, y sentí cómo recorría mi abdomen con las yemas de los dedos hasta acercarse peligrosamente a mi zona más sensible.
—Crilac...
Sus labios me rozaron el cuello, y un involuntario suspiro escapó de los míos. Entonces encontró lo que buscaba, y yo me arqueé hacia él ahogando un gemido cuando introdujo uno de sus dedos dentro de mí. Volvió a besarme, pero esta vez con más fuerza, y se alzó sobre mí sin dejar de tocarme. Sus dedos me acariciaban de una forma que jamás había creído posible, haciéndome sentir cosas que... Que se suponía que no debía sentir. No antes de la boda.
Me despegué de su boca, jadeando.
—Espera, espera —le pedí, y me separé de él y sus caricias, dándome la vuelta para quedar de espaldas—. No podemos hacer esto.
—¿Por qué no?
Su voz sonó tan cerca de mi oído que se me erizó el vello de la nuca, y no tardé en sentir sus manos (esta vez ambas) sobre mi cintura. Contuve la respiración cuando deslizó una hacia arriba y comenzó a acariciar mis pechos con implícito deseo. Descendió la otra hacia adelante, recorriendo mi abdomen con las yemas de los dedos. Yo cerré los ojos, y gemí una vez más al sentir que alcanzaba la humedad entre mis piernas.
—Porque la reina Achkal lo ha prohibid...
Me apretó contra él robándome el aire, pegándome a su cuerpo de forma que no quedó espacio entre nosotros dos. Inhaló sobre mi cuello antes de contestar:
—Mañana tú serás mi reina, y eso es todo lo que me importa. Tú eres todo lo que quiero, Sabi, y quiero dártelo todo. Pero hoy... —Sentí la presión de su miembro en el vértice entre mis piernas, y cómo se mojaba con mi propio deseo al rozarme—. Hoy quiero que seas mi mujer. —Depositó un nuevo beso sobre mi cuello—. Y también quiero dártelo todo.
Cerré los ojos y arrugué la manta entre mis dedos al sentir que presionaba de nuevo empujando su cadera contra la mía. Volvió besarme en el cuello, y buscó mi mano con la suya para que soltara la manta y entrelazara mis dedos con los de él. Los apreté con fuerza al sentirlo de nuevo, y me arqueé entre sus brazos cuando, en vez de retirarse, presionó aún más metiéndose dentro de mí. Gemí, sintiendo una mezcla de placer y dolor que hizo que los ojos de me llenaran de lágrimas.
—¿Y tú, princesa, quieres ser mi mujer? ¿Quieres que te de lo dé todo? —me preguntó al oído.
Yo no pude responder, boqueando al sentir cómo presionaba aún más, y entonces se retiró, pero inmediatamente después volvió a penetrarme, esta vez un poco más. Apreté sus dedos con fuerza.
—Sí... Sí, quiero.
—Entonces, ¿quieres que siga?
Volvió a salir, y yo me arqueé entre sus brazos deseosa de que continuara.
—Sí.
Entonces empujó dentro de mí llenándome por completo, haciéndome gemir de placer. Las lágrimas colmaron mis ojos una vez más.
—¿Estás segura? No quiero hacerte daño...
—Sí —jadeé, y mi jadeo se convirtió en un nuevo gemido cuando su cadera chocó contra mis glúteos.
Y volvió a hacerlo, una y otra vez, entrando y saliendo de mí mientras me devoraba el cuello con los labios, mientras sus manos acariciaban mi cuerpo sabiendo exactamente dónde tocarme para hacerme sentir que era suya. Su reina.
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La Princesa y el Cortejo del Príncipe de los Trolls
Romance¡EN FÍSICO 2025! ☆☆☆☆☆ Durante las celebraciones de la boda de su hermana mayor en Érfensten, la princesa Sabrielle de Vilen Saem encuentra una celda oculta más allá de los jardines del castillo. Lo que ella no imagina es que el prisionero que le h...