Una no es ninguna.

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El cansancio nos consumía los ojos, agotador viaje que lo único que no nos pudo quitar fue la ansiedad de que llegue el mañana.

La vista era hermosa, Roma es preciosa y a su lado lo es aún más. Siento un aire denso que perfora mis pulmones, es su perfume y su fragancia de mujer. Aire y una ducha es lo que necesito, bájate la temperatura y deja de pensar en sus encantadores labios. Se vuelve adictivo pensar en ella o ya es una costumbre muy bien establecida en mi cotidianidad.

Miro a mi alrededor y ella no esta. ¿Dónde carajo esta?

Me preocupa que no esté aquí, me siento sola y sin protección.

Pero ¡Vaya! Ya ni siquiera puedo vivir sin ella.

Brillante Caliope, ahora dependes de ella hasta para respirar.

-¿en qué piensas Caliope?

Ella me interrumpe, giro hacia ella y esta recién duchada.

Su piel se mira mucho más limpia y más pulcra.

¡Jesús bendito!

Ojalá y el cielo me de el control que necesito, ya no puedo fingir más. Me atrae de muchas formas esta hermosa mujer.

Yo no quise, ¡CARAJO!

¿Quién mierdas decide de quién se enamora?

¿Por qué me hacen esto a mi?

-no pienso en nada profesora Boné.

Le contesto secamente.

-Se nota Caliope, se nota... bueno, la ducha ya está a su disposición.

Me dice la hermosa mujer que me trae más loca que nunca.

-Gracias.

Le contesto cortante.

Me levanté y tome el pijama, me sentía sucia y lenta por el viaje.

Quiero coquetearle, quiero saber si ella podrá perder el control por mi alguna vez.

Porque aún recuerdo lo de aquella tarde en su coche. Cuando la bese, cuando me rechazó. Carajo, yo no puedo olvidar nada.

El agua recorre mi cuerpo, siento su entrada a mi interior, penetrando mis poros. La limpieza sirve como algo terapéutico, justo para generar aclaraciones.

Limpio mi cuerpo para buscar respuestas. Y yo que creí que no alcanzaría ningún tipo de locura.

Ya se que voy a hacer, no necesito su permiso. Aquí no hay nadie con quien se pueda quejar. Me gusta, lo admito. La necesto, lo admito.

Ire a por ello. No mas estupideces. La quieres, ve ahora.

¿Por qué carajo me impido hacerlo yo?
Ella debe sentir algo, odio, ira quizá orgullo, vanidad o amor.
Debe sentir todas, pero una es la que me interesa más que otras. ¿Será que ella sentirá algo por mi?
¿Me estoy haciendo ilusiones pueriles?

Salgo de la ducha, y comienzo a deslizar las losiones corporales a lo largo y ancho de mi cuerpo. Siento mi piel humedecer. Y creo que no es lo único húmedo en mi.

¿Cómo es posible que esta mujer me tenga así? Yo nunca me había interesado por nadie, nadie y ahora me siento a estallar con ella cerca.
Con una precocidad obvia. Siento la necesidad de tocarme, pero aunque muy estúpido e increíble que se vea, no sé cómo.
Me pongo el pijama, con una blusa de tirantes blanca y sin sostén. Así he dormido siempre. Y porque ella esté aquí no lo cambiará.
Cepillo mi cabello, 300 cepilladas y queda perfecto.
Me miro al espejo, siento un dolor en el pecho, cuando se entere de que la engañe respecto al falso novio que tengo, me matará. Pero es su maldita culpa.
¡Por Dios!
Aún no somos nada y ya estoy buscando excusas para pedirle perdón.
Salgo del inodoro y la veo sentada en la pequeña sala de estar. Con su iPad y sus auriculares puestos.
La veo, con esa postura de princesa de cuento y ese rostro moja bragas.
Me siento en la cama que me correspondo y hago lo mismo que ella, me pongo los auriculares y comienzo a escuchar a Imagine Dragons.
Comienzo a escribirle a mis padres un email para que se despreocupen y de repente tocan la puerta.
Ella me mira y se levanta a abrirla.
-Srta. Lo que ordeñó. Pizza clásica con lasaña tradicional y ensalada.
Dice un botones con un acento italiano clarísimo.
Victoria lo mira y le da una propina bastante grata.
Toma el carrito y lo pone todo en el pequeño comedor de dos sillas que tiene la habitación justo en el balcón.
¿Romántico? Ya lo creo, pero como se trata de la profesora más fría del mundo y el universo lo descarto en un santiamén.
Ella me mira y me dice.
-Demasiado chica para ingerir vino Srta. Ciges.
-lo suficientemente grande para no embriagarme profesora Boné.
Le contesto retadoramente.
-¿Qué le dije acerca de esa actitud?

Me pregunta ella irritada.
-no se preocupe, aquí no hay nadie que pueda ver como la humillo. Y eso me deprime, debí haber aprovechado todas las oportunidades que tuve. Ahora son sólo tres semanas. Nadie vera ni escuchara nada.

Le digo yo, hablando coqueta y cinicamente.
Ella me mira, niega con la cabeza y pone la mesa con una elegancia nata.
Pone una botella de vino, dos copas y una botella de agua.
Me hace un ademan para que me siente y le hago caso.
-cualquiera que nos viera cenando en un balcón en Roma, con vista al centro histórico, con vino y las estrellas, pensaría que estamos de luna de miel.

Dice Victoria con una sonrisa brillante y reluciente.
-Si, eso sería muy lindo. Pero lo sería aún más si la pareja dejara beber vino a la otra.

Le digo comicamente.

-Esta bien, pero sólo una Caliope. No quiero que te embriaguez y luego llames a tu novio en la madrugada. Tenemos que hacer el itinerario rápido si queremos unas vacaciones aquí.

-Uno profesora, yo no me embriago. Dos, no llamaría a Daniel porque es demasiado estúpido desvelarme por algo así. Tres, concuerdo con usted. Podríamos acabarlo en una semana y una semana. Ya sabe una para Atenas y otra para Roma. Nos quedaría una para pasarla en el canal de Corinto.

Le digo yo entusiasmada. Ella comienza a reír y sirve trozos de pizza y lasaña en los platos. Una copa de vino para cada una y una hogaza de pan y ensalada.
-no creo que estamos cenando demasiado fuerte?

Le pregunto yo un poco asustada.
-Cariño esto es Italia, si no disfrutamos de su gastronomía ¿para qué venimos? La dieta y los cuidados volverán dentro de un mes. Así que disfruta la vida nena.

Nena. Cariño.
Claro que soy todo eso mujer. Claro que lo soy.
Me mojó las bragas tan sólo de pensrlo.
¡Carajo! Soy una maldita adolescente precoz. Debo controlarme, ella se dará cuenta que la deseo como a nadie en el puto mundo.
Comenzamos a cenar y yo me acabe mi copa, estaba a punto de servirme la otra cuando ella me dice.
-Caliope, basta quedamos que sólo una.

Dice regañandome.
-Si, pero una no es ninguna. Dos son una y como una no es ninguna.
Le digo un poco cínica y según yo, graciosa.
Ella sonríe de medio lado y deja que me sirva la copa.
La miro a los ojos y le sonrió deuda manera incitadora.
¿Sabrá ella lo que quiero hacer?

No sabia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora