Una larga noche

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Ella no era lo que esperaba. Bueno, no sabía qué esperar, pero ciertamente no eso. Tenía un cuerpo pequeño, aun que tenía el porte de alguien mucho más alto. Sus afilados rasgos angulosos se veían mucho más severos debido a su cabeza rapada y sus enormes ojos gris niebla que se enfocaron en él con un destello de depredador. Tenía la boca ancha y su labio se había partido en algún momento y había sanado mal. Ella también tenía cicatrices; tantas como él, pero casi invisibles bajo un complejo encaje de pequeños tatuajes circulares, que giraban en espiral a través de su piel curtida por la intemperie en secuencias imposibles de rastrear.

— Remus Lupin — dijo, en voz baja y grave. Tenía una sonrisa horrible y amenazante. Ella mostró todos sus dientes, que estaban en mal estado, descoloridos y desiguales. — Te he estado esperando, querido.

Sacó su varita de inmediato, adoptando una postura de duelo.

— ¡Tira eso! — Ella gruñó, levantando una mano - sus uñas eran largas, amarillas y con forma de garras, llenas de suciedad.

Su varita cayó al suelo y él jadeó sorprendido. Remus estaba congelado en el lugar. Ella estaba a solo unos metros de distancia, y su varita estaba al alcance, pero no podía mover un músculo. Ella se rió, su aliento rígido y blanco en el aire invernal — Te vi aquí en Nochebuena — dijo. Señaló el callejón oscuro, — Te vi allí, con el humano. Los seguí a los dos.

— ¿Qué quieres? — Preguntó, firmemente, mirándola hacia abajo. Era repulsiva, impura; su capa era de piel de animal enmarañada y pesada, plagada de piojos y otras alimañas. Apestaba a bosque, podredumbre y sangre. A pesar de esto, algo lo atrajo, algo familiar, seguro y acogedor. Manada, le dijo el lobo, en forma de gruñido bajo algún lugar de su interior. Manada.

— Nosotros te queremos a ti, hermano. — Dijo, dando un paso adelante.

Ella bajó la mano y él sintió una especie de relajación en los músculos y retrocedió automáticamente.

— ¿Nosotros? — Preguntó, encontrando coraje ahora que podía moverse de nuevo. Él agarró su varita y ella se lo permitió.

— Nosotros. — Dijo, dando un paso adelante de nuevo. Caminaba con un pie delante del otro, como un animal. Sus pies estaban descalzos sobre los adoquines, negros de suciedad.

— ¿Quiénes son 'nosotros'? — Preguntó, mirando hacia atrás, rápidamente. Casi estaba en la puerta. Si retrocedía lo suficiente, sería visible desde el interior de las ventanas del pub.

— Tu familia, Remus Lupin.

— ¿Ah sí? — Preguntó, todavía distraído por su avance hacia el pub. Tenía que acercarse a la gente. — Bueno — intentó sonreír — si somos familia, será mejor que te invite a una copa...

— Apestas a terror humano, Remus Lupin. — Dijo, inclinando la cabeza hacia un lado.

— Lo siento — dijo, encogiéndose de hombros. — ¿Quieres beber o no?

— Si tú quieres.

— Genial... — abrió la puerta con cierto alivio y entró en el mugriento pub. Jamás se había sentido realmente "seguro" en The Hog's Head, pero nunca se había sentido tan feliz de estar rodeado de otros magos; oscuros o no. Quizá hubieran cinco o seis personas, incluido el viejo barman de barba blanca. Algunos clientes levantaron la vista por debajo de sus capuchas cuando entraron los dos hombres lobo, pero si tenían alguna idea sobre la situación, no dieron señales de ello.

Se sentó en una mesa, sin apartar los ojos de Remus por un momento. No pidió bebidas, simplemente se sentó frente a ella. Colocó ambas manos sobre la mesa, sintiendo que esta era la opción más segura; esperando que ella se diera cuenta de que no estaba planeando atacar.

All The Young Dudes (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora