Era más fácil no pensar, al menos durante los siguientes minutos. Remus no disminuyó la velocidad ni se cansó tan rápido como de costumbre, incluso su cadera había dejado de doler. A pesar de la culpa persistente que tenía que mantener a raya en su cabeza, no se había sentido tan bien en meses. El aroma se hizo más fuerte a medida que el bosque se hacía más espeso y una sombra de oscuridad caía, proyectando extrañas sombras que parecían moverse en las esquinas de los ojos de Remus.
No pensó. Era demasiado tarde para pensar; ya se había ido demasiado lejos.
"Maldita sea" una voz en su cabeza apareció de la nada "Cuando haces algo, realmente lo haces, ¿No es así, cariño?"
Grant. Remus no quería hacer esto ahora. "Cállate" le ordenó a su cerebro.
"¡Oh, encantador!" La voz de Grant se rió "Aquí estoy, tratando de ayudar ¿No trato siempre de ayudar yo?"
"No necesito tu ayuda."
"Si no la necesitaras, no estaría aquí." La voz de Grant respondió. " Podría ser otra persona, si así lo quieres. Hay muchas personas sensatas para elegir. Tengo a Ferox aquí, ¿Quieres charlar con él? O Lily, aunque es un poco llorona, si me preguntas... ¿Dumbledore? No, es un poco idiota. Oh, ¿Qué hay de tu chico elegante? ¿Eh, 'Moony'?'
"Cierra la boca." Remus repitió, caminando más rápido, respirando más fuerte.
"Sí" la voz de Grant asintió, astutamente "Puedo ver por qué no quieres hablar con él, después de lo que acabas de hacer."
"Tenía que hacerlo." Insistió Remus. "Ninguno de ustedes lo entiende."
"Bueno, ahora menos, loco."
Remus ignoró la voz. No tenía tiempo para esto; tendría que lidiar con las consecuencias más tarde. Sabía que no había vuelta atrás ahora, no realmente.
"Espero que te gusten los bosques" Remus, susurraba Grant, ahora "Porque nadie te querrá de vuelta en la civilización después de este lío."
"Cállate, cállate, cállate." Remus rabiaba dentro de su cabeza, como un lunático; como alguien trastornado. Quizás había sido un error ir solo. Tal vez realmente se había vuelto loco, y sus amigos solo estaban tratando de mantenerlo a salvo...
No. Volvió a captar el aroma, y le revolvió tanto las entrañas que sintió como si lo impulsara; se arrastró hacia adelante, incapaz de resistir. Era un sentimiento que solo había asociado con la transformación antes, y no tenía más control sobre él en su forma humana que el lobo. Era él, el otro lobo, en alguna parte. Remus tenía que encontrarlo, o de lo contrario... bueno, no estaba seguro, pero ni siquiera valía la pena considerarlo.
Algo se movió, justo adelante, y Remus se quedó paralizado. Los diferentes aromas del bosque comenzaron a acumularse, tuvo que concentrarse para identificar y categorizar cada uno. Había magia. Y había algo diferente... no era el lobo; era una mujer, o algo femenino, al menos, y no lobuno en absoluto.
Caminó hacia allí, confundido. Estaba muy cerca, pero no podía ver nada. Se encontró con una arboleda de abedules plateados, árboles delgados, fantasmales y blancos con corteza parecida al papel que brillaba en la oscuridad del bosque. El olor era fuerte, pero no significaba nada. había perdido el rastro del lobo.
Impaciente, Remus sacó su varita y lanzó un hechizo revelador.
— Aparecium. — Su varita pareció saltar en su mano, la fuerza de la magia era tan fuerte.
Un lamento angustiado llenó el aire, y el árbol más cercano a Remus ya no era un árbol, sino una mujer joven. Una dríada. Era hermosa, a su manera. Delgada y alta como los árboles que cuidaba, su piel brillaba tan blanca como la corteza de plata y su cabello crujía con frágiles hojas invernales. Ella se volvió hacia él, mostrando unos dientes afilados y amarillos, y él se tambaleó hacia atrás, sorprendido y asombrado.