Oh mine eyes have seen the glory of the theories of Freud,
He has taught me all the evils that my ego must avoid.
Repression of the impulses results in paranoid
As the id goes marching on.Sábado 1 de Abril de 1978
— ¡¡Hola!!
— Hola.
— ¡Dios, anímate un poco, solcito! ¡Después de todo el esfuerzo que tuve que hacer para conseguir una maldita audiencia contigo!
— ¡Perdón! Estoy muy, muy feliz de saber de tí.
— Cristo, te vuelves más elegante cada día.
Remus se rió, a su pesar. El sonido hizo eco a través del receptor y le hizo pensar en la voz de Grant viajando a lo largo del cable telefónico, desde el fondo de Inglaterra, hasta él en las Tierras Altas de Escocia. Los muggles también eran bastante mágicos, la verdad.
— ¿Cómo estás? — Preguntó: — ¿Sigues disfrutando de la playa?
— El invierno fue jodidamente terrible. — Grant respondió, acomodándose en la conversación. Remus podía oír el cigarrillo entre sus dientes, el chasquido de un encendedor zippo. Anhelaba ver al otro chico, ver su rostro y observar sus expresiones. — Lluvia. Viento helado: viene del mar, hace vibrar las ventanas peor que en St Eddy's. Eso sí, los estudiantes lo compensaron.
— ¿Estudiantes?
— De la universidad de Arte y del Brighton Poly. Obtienes montones de nuestro tipo, en las escuelas de arte. Estuve saliendo con un ingeniero, un poeta y un pintor.
— ¿Son tres personas distintas o una persona muy inteligente? — Remus preguntó con ironía.
— Mendigo descarado. No te gustaría saberlo. — Grant se rió disimuladamente. — ¿Qué hay de tí, de todos modos? ¿Cómo está tu querido amante?
Remus resopló burlonamente.
— Bien.
— ¿Bien?
— Bien.
Grant exhaló con fuerza.
— Jesús, no habrán tenido otra pelea, ¿Verdad? Te diré qué, cariño, tienes que controlar esos estados de humor que tienes.
— ¡¿Qué estados de humor?! — Remus frunció el ceño. Grant se rió.
— Eres el tipo más malhumorado que conozco, eres peor que una chica con la regla cuando algo te cabrea. Y tienes una lengua filosa. Tengo unas costillas rotas que duelen menos que algunas de las cosas que has dicho.
— Nunca me dijiste que...
— No, bueno, dejé que te salieras con la tuya porque es más fácil que buscar pelea. Igual, no es tu culpa. Somos iguales, ¿no? Todos los somos, los niños institucionalizados.
— ¡¿Institucionalizados?!
Era una palabra enorme viniendo de Grant, pero se sentía grosero decir eso. Dios, pensó Remus para sí mismo, ¿Cuándo me volví tan esnob?
— Sí, aparentemente eso es lo que somos. El poeta me dijo que estaba haciendo un curso de psicología. Dijo que tengo miedo de quedarme con una persona demasiado tiempo porque me abandonaron demasiado cuando era pequeño. Lo dejé después de eso, obviamente.
— He estado con Sirius durante años. — Remus respondió, a la defensiva. — Solo ha sido él.
— Igual, tienes el mismo problema. — Grant reflexionó, como si solo estuvieran conversando sobre la hora del día: — ¿Cuándo fue la última vez que dejaste que alguien fuera amable contigo sin decirle algo horrible como respuesta?