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Si tuviera que describir la palabra "horror" en una situación de mi vida, sería cuando descubrí que David Hunter sería mi compañero en el trabajo de biología.

¿Qué hay peor en esta vida que saber que tienes que compartir más de cuatro meses de tu vida con la persona que más odias en el mundo?

Respuesta fácil: saber que tienes que compartir más de cuatro meses de tu vida con la persona que más odias en el mundo, el cual había sido tu primer amor.

Porque sí, por extraño que pudiera parecer, antes de volverse mi archienemigo mortal, David Hunter había sido algo así como... mi amor platónico.

Hasta que descubrí que era un maldito demonio con apariencia de ángel.

*Ocho años antes...*

Tenía casi diez años cuando mamá nos dijo a mi y a Simón --mi hermano de ocho años--, que una nueva familia se había mudado al lado de la nuestra y que era nuestra obligación como vecinos darles la bienvenida y conocerlos.

Yo estaba totalmente emocionada. Desde que nos habíamos mudado, cinco años antes, nunca había podido tener amigos con quien jugar. Teníamos un vecindario repleto de casas unifamiliares, con jardines enormes y preciosos. Eran caras: se veía a simple vista. Y la nuestra era de las más grandes que había: parecía un castillo. Todos esos lujos de los que disfrutábamos eran gracias al novio de mi madre, quien nos había ofrecido mudarnos con él y empezar una nueva vida como "la típica familia feliz".

No me malentendáis: el novio de mi madre, Rafa, era un buen hombre. Abogado, simpático y quería mucho a mi madre. Pero el vecindario... bueno, podríamos decir que no estaba hecho ni para Simón ni para mi.

Los vecinos que se acercaban más a nuestra edad tenían treinta años y estaban a punto de casarse. Con esto quiero decir que estábamos completamente rodeados por adultos y gente mayor.

No había niños. No había diversión.

Así que cuando mi madre nos dijo que en la familia que se acababa de mudar a la casa del lado habían dos niños de la misma edad que Simón y yo, casi me mareé de la alegría.

¡Por fin tendría un amigo con quien jugar! Y no solo uno, sino dos. Según mi madre, los hijos de los vecinos era un niño y una niña. El niño tenía mi misma edad, y la hermana pequeña tenía la edad de Simón. La combinación perfecta, ¿no?

Me puse mi mejor muda para ir a recibirlos. Me peiné el pelo con dos trenzas y elegí un vestido azul y un sombrerito pequeño de la Hello Kitty, que en ese entonces, como cualquier otro niño, adoraba completamente.

--Recordad, niños --nos dijo mamá con una sonrisa-- sed amables y educados. Vamos a conocer a nuestros nuevos vecinos. Hagamos nuestro mejor esfuerzo para que se sientan acogidos, ¿de acuerdo?

Simón asintió emocionado mientras caminábamos hacia la casa de al lado. Apenas habíamos cruzado la valla blanca cuando la puerta de la casa vecina se abrió, y un hombre rubio de ojos verdes apareció en el umbral.

--¡Hola! Bienvenidos. Soy James Hunter --sonrió de oreja a oreja, y pude notar cómo a mi madre se le entrecortó la respiración. Incluso una niña de ocho años como yo podía diferenciar que aquél hombre, a pesar de que era adulto, era muy guapo--. ¿En qué puedo ayudarles?

Mi madre se recuperó rápidamente de la impresión y recobró su típica sonrisa amable.

--Soy Sarah, y estos son mis hijos Elizabeth y Simón --dijo, pausadamente--. Queríamos presentarnos y darles la bienvenida a la vecindad --mi madre señaló nuestra casa--. Somos los vecinos del frente.

ENTRE LAS PÁGINAS DE LA NERD | DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora