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El ritmo de la música llenaba el aire, y Noelia, Martín y yo nos movíamos al compás, dejándonos llevar por la melodía. Sin embargo, pronto notamos un cambio en el ambiente. La multitud, que antes bailaba y charlaba animadamente, comenzó a desplazarse hacia otro lugar del barco. Nos miramos con el ceño fruncido, preguntándonos qué estaba pasando.

Antes de que pudiéramos decidir si seguir a la multitud o quedarnos, Charlie Spencer apareció ante nosotros, con esa sonrisa arrogante que parecía ser su marca registrada. Nos tendió otra copa, esta vez de diversos colores.

–Es un sex on the beach, preparado especialmente para vosotros –anunció, mostrando las bebidas–. Si queréis más, Carlos os lo preparará para vosotros –señaló el camararo, Carlos, que estaba en la barra, vestido todo de negro–. Es el mejor de todo Sydney.

Acepté la bebida con una sonrisa de agradecimiento, mientras Martín y Noelia hacían lo mismo. El cóctel tenía un sabor delicioso, con un equilibrio perfecto entre dulce y ácido.

–Gracias –dije, y le di otro sorbo al combinado–. Está muy bueno.

Charlie sonrió.

Mientras bebíamos, Noelia, siempre curiosa, señaló hacia la isla que se veía desde el barco.

–¿Hacia dónde va toda la gente? ¿Ya volvemos a casa?

Charlie rió suavemente, su mirada brillando con un aire enigmático.

–No, todavía no. Va a celebrarse una competición en el barco, con vistas a la isla. Por eso todos se están dirigiendo allí.

Mi interés se despertó al instante.

–¿Qué tipo de competición?

Charlie me dedicó una mirada de soslayo.

–Quizás no sea el lugar adecuado para una chica tan responsable como tú.

Esa respuesta solo avivó mi curiosidad, y por cómo me miraba Charlie, él era consciente de eso.

–No subestimes lo que puedo hacer.

Charlie se recostó en la barandilla del barco, observándome con una mirada evaluadora.

–Es una competición de poker –reveló finalmente.

Mis ojos se iluminaron.

–Quiero participar.

Charlie levantó una ceja, claramente sorprendido.

–¿Tú? No parece tu estilo.

Fruncí el ceño, molesta por su suposición.

–Quizás hay muchas cosas que no sabes de mí, Spencer.

Él rió suavemente y se peinó el pelo hacia atrás, con las manos.

–Puede ser. Pero hay mucha gente que quiere participar en estas competiciones. Dejar jugar primero a alguien como tú... sería hacer trampa.

Me crucé de brazos, decidida.

–Por favor, Charlie. Dame una oportunidad.

Charlie suspiró, claramente en conflicto. Después de lo que pareció una eternidad, finalmente asintió.

–Está bien. Pero con una condición.

Levanté una ceja, intrigada.

–¿Cuál?

–Si te dejo competir, irás contra mí –dijo, su mirada intensa–. Las reglas son claras: si ganas, te deberé un favor. Pero si yo gano, tú me deberás uno a mí.

ENTRE LAS PÁGINAS DE LA NERD | DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora