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La luz del amanecer se filtraba por las cortinas, bañando la habitación con un suave resplandor dorado. Parpadeé, despertando lentamente, y fue entonces cuando me di cuenta de la situación en la que me encontraba. La mano de David estaba posada sobre mi cintura, y yo, sin darme cuenta, lo había abrazado por la cintura desnuda en algún momento de la noche.

Un calor repentino subió por su cuello hasta mis mejillas. ¿Cómo había sucedido eso? ¿En qué momento David se había quitado la camiseta y yo había decidido abrazarlo mientras dormían? Intenté recordar, pero todo lo que vino a mi mente fue el suave contacto de los labios de David en mi frente antes de dormirme.

Estaba atrapada. Cualquier movimiento brusco y David se despertaría, y yo sabía que nunca dejaría pasar esa oportunidad para burlarse de mi. Podía imaginarme la escena perfectamente: ambos siendo viejos, y David todavía riéndose de cómo yo lo había abrazado una noche de verano en Italia.

Mientras intentaba idear un plan para liberarme sin despertar a David, sentí que él se movía ligeramente. Antes de que pudiera reaccionar, David abrió los ojos y me miró con una sonrisa burlona.

—Buenos días, empollona —murmuró con voz ronca, que en conta de mi voluntad, me puso los pelos en punta, y no precisamente negativamente—. Veo que has dormido bien.

Me quedé sin palabras, con el rostro enrojecido.

—Yo... no sé cómo...

David se estiró, su sonrisa burlona aún en su rostro.

—¿Quién hubiera pensado que te gustaría abrazar a tu peor enemigo en medio de la noche?

Rodé los ojos, intentando ocultar mi vergüenza. Como no, David no iba a desperdiciar una oportunidad para hacerme rabiar. 

—Ha sido un accidente. Estaba dormida, no sabía lo que hacía.

—Oh, claro. "Accidente". Eso es lo que dicen todos cuando se arrepienten de algo.

Me crucé de brazos.

—No te hagas el interesante. Probablemente fuiste tu quien se movió hacia mí primero. Es imposible que yo haya decidido abrazarte a ti. No quiero tocarte ni con un palo.

David fingió una expresión de inocencia.

—¿Yo? ¿Acercarme a ti? Por favor, empollona. Sabes que siempre respeto mi espacio personal. Además, si me acerco demasiado a ti, tal vez me contagies la inteligencia. Y no queremos que eso pase.

Levanté una ceja.

—¿Ah, sí? ¿Y qué hay de esa mano tuya que estaba en mi cintura?

David sonrió con suficiencia.

—Solo quería asegurarme de que no cayeras de la cama.

—Eres imposible.

—Es parte de mi encanto. Así es como consigo llevar a todas las chicas locas.

Suspiré.

—Sigue soñando, Hunter.

David se inclinó hacia mi, su sonrisa burlona más amplia que nunca.

—Sabes, estabas muy mona abrazándome en medio de la noche, especialmente babeando sobre mi hombro.

Sentí cómo mi rostro se encendía, mi piel ardiendo de vergüenza.

—¡No estaba babeando!

—Definitivamente estabas babeando. Tengo una mancha húmeda en mi camiseta que lo prueba. Por eso me la quité.

Me cubrí el rostro con las manos.

—Joder, qué vergüenza.

David se rió aún más fuerte.

ENTRE LAS PÁGINAS DE LA NERD | DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora